Aunque los grandes medios de comunicación no han considerado este aspecto del golpetazo del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28M, parece obligado dedicarle algunas líneas de análisis. Pero, ante todo, cabe señalar que los resultados de esa jornada electoral pueden considerarse una moción de censura en diferido, como han señalado algunos columnistas, ya que en el debate que tuvo lugar los días 21 y 22 del pasado mes de marzo, tanto el PP como Vox pidieron al presidente Sánchez un adelanto de las elecciones generales, haciéndolas coincidir con las municipales y autonómicas y ahorrar así tiempo y recursos. Y ahora, efectivamente, aunque por razones diferentes, nos encontramos con el cumplimiento a posteriori de esa petición, pero sin ahorrarnos tiempo ni recursos, cuestión que ambos partidos de la derecha van a utilizar sacando pecho.

También en aquella ocasión, prácticamente todos los partidos del arco parlamentario (a excepción del propio PSOE) pidieron reiteradamente a Sánchez una explicación de su inesperado y unilateral volantazo en la política de España hacia el Sáhara Occidental y su sumisión a las exigencias de Marruecos (la propuesta “más seria, realista y creíble”).  Demandas éstas a las que el presidente eludió responder, también reiteradamente, a los representantes de la soberanía popular, guardando un hermetismo absoluto.

La cuestión del Sáhara explota una y otra vez, en un bucle interminable

Conviene recordar la frustración, incomprensión y rechazo que había provocado -también entre los propios militantes socialistas de base- el inaudito giro unilateral de Pedro Sánchez en la política exterior de España respecto a su antigua colonia, que generó indignación y vergüenza en gran parte de la ciudadanía y a la que Sánchez y su ministro Albares respondieron con el silencio. Nada tiene de extraño que, aunque los grandes medios olviden estas cuestiones en sus análisis de los resultados electorales, ese comportamiento sanchista haya creado un malestar de fondo proclive a una maldición ciudadana del tipo “nos veremos en las elecciones” o “a la hora de votar, el Sáhara se tiene que notar”, como creemos que, efectivamente ha sucedido.

De hecho, en la campaña electoral, varios de los mítines en los que participaba el presidente Sánchez fueron interrumpidos por ciudadanos indignados que portaban banderas saharauis al tiempo que increpaban al presidente por la traición al Pueblo saharaui. Esos activistas fueron expulsados del recinto y castigados con una amenaza de sanción (nada menos que 30.000 euros) en virtud de la Ley Mordaza, ley que el PSOE se había comprometido a derogar.  Como no había sido derogada, sirvió para utilizarla como instrumento de represión contra quienes demandaban justicia para el pueblo saharaui. Ese proceder recuerda otros tiempos que creíamos superados.

No tenemos noticia de que los mítines de la campaña electoral del PSOE hayan sido interrumpidos por alguna otra cuestión que no fuera la traición al pueblo saharaui. De manera que ese es un aspecto bastante significativo de la campaña y del estado de ánimo de buena parte de la ciudadanía; cierto que desde mucho antes de la campaña, desde el momento mismo en que Mohamed VI decidiera que los españoles nos enterásemos, abochornados, de la vergonzosa carta que le había enviado secretamente nuestro presidente del Gobierno.

Sánchez eludió dar una explicación tanto a los indignados activistas prosaharauis como al público asistente a los mítines: al grito provocador de “¿cuánto te han pagado?” respondió escuetamente con un “no es eso, no es eso”. Pero, en cambio, sí se aplicó después la represión para evitar que cundiera el ejemplo y que otros ciudadanos solidarios continuaran interrumpiendo sus mítines; además de intentar humillar a esos activistas, salvando la cara ante su público, con aquello de “nosotros no insultamos, esa es la gran diferencia, eso se hace con educación, vosotros ya habéis hablado, ¿podemos hablar ahora nosotros?”; como si no fuera él quien estaba en situación dominante y privilegiada en el uso de la palabra. ¿Se refería nuestro presidente, tal vez, a la buena educación de enviar una carta secreta al monarca alauita poniendo a sus pies el territorio y la población saharauis -como hiciera, también educadamente, Donald Trump-, y sin informar siquiera, en sede parlamentaria, educadamente, a los representantes de la soberanía popular? “Hay que encapsular el tema del Sáhara”, diría educadamente, hace ya bastantes años, Felipe González. No solo no lo ha conseguido, sino que la cuestión del Sáhara explota una y otra vez, en un bucle interminable.  

Marruecos sigue incumpliendo lo pactado, enviándonos un goteo controlado de pateras para que no olvidemos quién tiene la sartén por el mango

Y hoy es el día en que, pese a la manifiesta -y al parecer, inconfesable- sumisión de Sánchez, Marruecos sigue incumpliendo lo pactado, enviándonos un goteo controlado de pateras para que no olvidemos quién tiene la sartén por el mango, obstruyendo la apertura de las fronteras de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, enviando a la ONU y a la UE misivas en las que se reivindica la marroquinidad de esas ciudades, llamando a “recuperar el presidio ocupado” de Melilla, continuando con su impune violación de los derechos humanos e impidiendo el acceso a los territorios saharauis ocupados (más de 100 personas de nacionalidad española expulsadas en la última década)…, y sin que todavía el monarca alauita se haya dignado recibir al presidente Sánchez, tras el bochorno de haber desvelado la carta de éste y el no menos bochornoso desplante de haberse ausentado de vacaciones durante la tan preciada Reunión de Alto Nivel (RAN) España-Marruecos.

Lamentamos que el Centro de Investigaciones Sociológicas no analice (o no publique) estas cuestiones, cómo pensamos y cómo hemos votado los españoles en relación con la cuestión saharaui. Pero es obvio que todo lo anterior constituye un cúmulo de factores, desatinos y malas prácticas (apoyo a Ucrania, sí, pero al Sáhara, no) que los ciudadanos no hemos olvidado y que han jugado un papel en las pasadas elecciones, desanimando y desmovilizando a los mismísimos votantes socialistas, muchos de los cuales habrán tenido que “votar sin ganas”, tapándose las narices o tragando sapos (Juan Fernando López Aguilar, dixit). 

La realidad es que el PSOE ha perdido 400.00 votos y que nada menos que unos 700.000 votantes socialistas no han acudido a las urnas, se han quedado en sus casas. Obviamente, no solo por la cuestión del Sáhara, pero también. Como hemos dicho, ello ha quedado bien patente tanto en sede parlamentaria, como en los medios de comunicación, en las redes sociales y en la calle. Simplemente, el Sáhara ha pasado factura. La vergonzosa traición al pueblo saharaui -iniciada ya en los años setenta por Felipe González- resquebrajó la confianza del bloque de la izquierda y echó gasolina a los ya duros ataques de la derecha y ultraderecha. 

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el primer ministro de Marruecos en un encuentro bilateral en el congreso del PP europeo de Rotterdam.

Veremos ahora si PP y Vox, que van a gobernar en tantos lugares de nuestra geografía, cumplen con sus críticas a Sánchez y vuelven a la posición tradicional de España en su política hacia el Sáhara Occidental, o si solo han hablado con la boca pequeña y de cara a la galería, exclusivamente para desgastar al Gobierno, pero sin comprometerse consecuentemente ellos mismos. Ambos partidos tienen ahora la oportunidad de promover, allí donde gobiernen, no sólo las pertinentes declaraciones institucionales a favor de la legalidad internacional y las resoluciones de Naciones Unidas, sino también la oportunidad de encauzar un verdadero movimiento de apoyo político y solidario con la lucha del pueblo saharaui y su vanguardia y representante legítimo reconocido por la ONU, el Frente Polisario.

Veremos ahora si los gobiernos de PP y Vox cumplen con sus críticas a Sánchez y vuelven a la posición tradicional de España en su política hacia el Sáhara

De no ser así, y en el supuesto de que la militancia del PSOE tampoco fuere capaz de hacer retornar a sus dirigentes a la senda de la legalidad internacional -el proceso de descolonización pendiente, como se hizo con el caso similar y coetáneo de Timor Oriental-, habría que instrumentar nuevos mecanismos para potenciar decisivamente el apoyo a la justa causa saharaui. Entre ellos, cabría plantearse incluso la creación de un Partido del Sáhara. No se trataría de un partido más, sino de un partido sui generis que, permitiendo compatibilizar la militancia voluntaria en otros partidos, aspiraría, no a gobernar nuestro país, sino a encuadrar, potenciar y coordinar todos los esfuerzos e iniciativas, tanto a nivel nacional como internacional, para culminar la descolonización del territorio saharaui mediante el ejercicio del derecho de autodeterminación, que para eso se creó la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO).

Mientras tanto, y ante la convocatoria de elecciones generales el 23-J, los defensores de la causa saharaui todavía tenemos la oportunidad de presionar a nuestros gobernantes y reclamar el apoyo de la sociedad haciéndonos visibles en las entradas a los mítines que tendrán lugar con motivo de dicha campaña electoral.


Luis Portillo Pasqual del Riquelme es miembro del Centro de Estudios sobre el Sáhara Occidental (CESO) de la Universidad de Santiago de Compostela, autor de «La invasión fotovoltaica de los campos de España. La batalla de Méntrida y de muchos otros pueblos» (Círculo Rojo, 2021)