El Frente Polisario enfocaba la relación con el Partido Socialista desde 1976 en conseguir la anulación del Acuerdo Tripartito y el establecimiento de relaciones diplomáticas con un fututo Gobierno socialista en España.

La relación entre ambas organizaciones distingue tres períodos claramente diferenciados, marcados por la lejanía o la cercanía del partido al poder. La primera fase revestía un carácter casi testimonial por la insignificancia del lugar que ocupaba el PSOE entre las diferentes opciones políticas en los últimos años del franquismo.

La siguiente fase se inicia con la transición, cuando se vislumbra que los amigos incondicionales, protagonistas de las luchas contra la dictadura, ocupan un espacio electoral limitado en el nuevo contexto político, en que se visualiza la posibilidad de un PSOE como alternativa de gobierno. En ese momento se entrecruzan los intereses. Los saharauis necesitaban a España para aislar diplomáticamente a Marruecos y abrir la importante puerta de Europa a sus reivindicaciones; los socialistas, marcar su identidad progresista ante su militancia y los potenciales votantes. Es ahí donde debemos situar las declaraciones de Felipe González en los campos de refugiados de Tinduf, comprometiéndose a satisfacer las demandas diplomáticas una vez llegara a La Moncloa.

Con la victoria aplastante de 1982, se inicia una política rampante donde se desdibujan los límites de las relaciones, anclando las bases de una estrecha cooperación con Rabat, resultando difícil discernir entre la defensa de los intereses españoles y de los marroquíes.

Se olvidan las promesas de reconocimiento y se le niega al Frente Polisario cualquier estatus diplomático. La esperada denuncia del Acuerdo Tripartito como un hecho ilegal y la desvinculación de este apunta en la dirección de una plena cooperación con Marruecos en el expolio de los recursos naturales, a espaldas de sus legítimos dueños.

Los gobernantes del PSOE se reciclan en los máximos defensores de las acciones y las cuestionables prácticas políticas de los gobernantes marroquíes

Irrumpen en el inestable y peligroso escenario de la guerra que enfrenta a Marruecos y Mauritania contra la República Saharaui, no como un factor de paz, sino como un actor activo de inestabilidad, entregando información y armamento a los invasores, como quedó demostrado en su momento por las capturas de material bélico español en el campo de batalla.

Desde ese momento, los gobernantes del Partido Socialista se reciclan en los máximos defensores de las acciones y las cuestionables prácticas políticas de los gobernantes marroquíes, en ocasiones contra una razonable defensa de la soberanía nacional de su propio Estado. Las bromas y mofas de Rodríguez Zapatero durante la crisis de Perejil, que podía haber generado un enfrentamiento entre los dos países, no tienen explicación solo en su escasa dimensión de estadista.

El presidente español considera que la mejor solución para el Sahara Occidental consiste en la anexión e integración a Marruecos, lo que lo convierte en el primer mandatario del mundo, después de Trump, que defiende esta opción. Esto lo sitúa, casi 50 años después, como defensor de la rancia política del Gobierno de Franco con Arias Navarro, Solís Ruiz y un amplio rosario de personajes que no lo dignifican ni como persona, ni como demócrata, ni como jefe de gobierno.

Esta curiosa política del inquilino de La Moncloa cierra un círculo cuyas diferentes estaciones nos permiten reconocernos en quienes afirman que el PSOE es el lobby marroquí en España.

El ministro de la Presidencia, portavoz del Gobierno de Zapatero, Ramón Jáuregui, consideraba que impedir la entrada a las zonas ocupadas del Sahara a defensores de los derechos humanos, parlamentarios y periodistas formaba parte del núcleo duro del ejercicio de la soberanía de un país, reconociendo de esta sutil forma la soberanía marroquí.

José Bono, que siempre calificó al régimen marroquí como una dictadura que no respetaba los derechos humanos, ha transitado en los últimos años un particular camino de Damasco que le permite pontificar que el derecho a la autodeterminación, reconocido como derecho imperativo por la comunidad internacional, es algo caduco que ya no tiene vigencia.

La concordancia del Partido Socialista con la Casa Real marroquí en su política de ocupación del territorio ha sido una constante

Este exministro de Defensa, basándose en su experiencia política, dice que gana quien tiene mayor capacidad de diálogo. Bono oculta que la capacidad de diálogo no es algo que exista per se, sino que depende de la voluntad y la fuerza de los dialogantes. Marruecos invadió a sangre y fuego el Sahara, lo ocupó en un 80%, actualmente explota sus riquezas, utiliza la tortura de forma generalizada, mantiene decenas de activistas en las cárceles —algunos condenados a cadena perpetua por defender una consulta democrática—, es responsable de la desaparición de cientos de ciudadanos, no permite la visita a los observadores independientes y no muestra ninguna voluntad de diálogo si no es en el marco de la soberanía marroquí. El señor Bono habla, me temo que intencionalmente, de rendición, no de diálogo.

La incondicionalidad socialista en defensa de la política del monarca Mohamed VI ha llegado al paroxismo en el Parlamento Europeo. En la elección de los candidatos para el premio Sajarov de 2022, bloquearon la posibilidad de que fuera otorgado a la conocida defensora de los derechos humanos Sultana Jaya, votando por la boliviana Jeanine Añez, actualmente en la cárcel por participar en el golpe de Estado anticonstitucional contra el presidente Evo Morales.

La concordancia del Partido Socialista con la Casa Real marroquí en su política de ocupación del territorio ha sido una constante que ha incrementado su intensidad en el Gobierno de Pedro Sánchez. En el fondo, se trata de una política de concesiones, algunas inexplicables e inexplicadas, en una sola dirección, al no ser correspondida por la contraparte.

El Gobierno de Sánchez respondió al veredicto del Tribunal Europeo de Justicia litigando junto a los juristas marroquíes contra la decisión del dicho tribunal, que dictaminó la ilegalidad de firmar convenios con Marruecos que incluyan el Sahara Occidental, por no ser parte de ese país, sino un territorio no autónomo pendiente de descolonización,.

El escándalo del Marroc-Gate ha sacudido los cimientos del Parlamento Europeo cuestionando la honestidad de destacados representantes, algunos detenidos pendientes de investigación por la justicia belga, que se han sometido a los dictados de los servicios de seguridad marroquíes a cambio de dinero, viajes y regalos, por blanquear la violación de los derechos humanos y defender la ocupación del Sahara. Contrariamente a lo esperado, los diputados socialistas se aliaron a un pequeño grupo de extrema derecha para votar en contra de una resolución del Parlamento condenando estas prácticas.

Un importante número de dirigentes de este partido aman tanto las prebendas y el poder que han vaciado sus almas de cualquier sensibilidad o gesto humanista, que hace mucho, mucho tiempo fue un signo de identidad del socialismo.

Quizás el testimonio más honesto de esa enfermedad del Partido Socialista Obrero Español la aportó el señor Odón Elorza al renunciar a su acta de diputado por coherencia con sus ideas. Odón Elorza, al conocer la cuestionada carta del presidente Sánchez al rey de Marruecos, expresó: “¡Qué triste! Me duele el abandono de una causa justa ante el pragmatismo político y la geoestrategia, siempre pensé que los socialistas podíamos abrazar causas justas”.


Extracto de Breve Historia del Frente Polisario, publicado por Libros de la Catarata.

Emboirik Ahmed Omar es licenciado en Historia por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y doctor en Ciencias Históricas por la misma universidad. Militante del Frente Polisario desde sus inicios, participó activamente en la lucha clandestina contra la ocupación colonial española en el Sáhara Occidental. Ha desempeñado distintas funciones en diferentes ámbitos, particularmente en el trabajo diplomático exterior como representante y embajador saharaui en Europa y Latinoamérica.