Lo primero que hay que decir es que Alberto Nuñez Feijóo hizo muy bien en no acudir a este debate de ayer noche porque él hubiera sido objeto de mucha mayor insistencia por parte de las izquierdas de haber estado presente. Fue un acierto.

Lo intentaron pero no lo consiguieron porque hubo un momento en que Santiago Abascal, en respuesta a Yolanda Díaz, le paró los pies y dijo que puesto que estaba ausente y no se podía defender no convenía atacarle de modo indiscriminado. A partir de ahí, la cosa no se detuvo pero se moderó algo, lo cual no impidió que la señora Díaz de común  acuerdo con el presidente del Gobierno insistieran una y otra vez en ligar a Santiago Abascal con el presidente del  PP. 

Ahí fue cuando se moderó el intento de ataque por parte de una vicepresidenta y ministra de Trabajo que se evidenció como muleta del PSOE y que mostró su lado más adusto y más totalitario cuando confrontó con Santiago Abascal, que es contra quien iba ella directamente. La pierna de la señora Díaz, esa que sacó a pasear de vez en cuando, pareció por momentos la de una vedette de los cabarets de los años 50 de Hollywood. 

Pedro Sánchez, estuvo flojo, ocupó la centralidad por ausencia del auténtico ocupante del centro que no era otro que Alberto Núñez Feijóo

Hubo un momento en que Abascal señaló a Yolanda Díaz, a la que acusó directamente de pertenecer al Partido Comunista, “el peor régimen junto con el nazismo”, cosa que no se produce en el resto de países que nos rodean.

Díaz estuvo mucho mejor de lo que yo esperaba y enhebró unas réplicas a Abascal que, con las reiteraciones y las interrupciones correspondientes, la sacaron de esa cursilería que la acompaña desde el momento en que presentó su candidatura y aún antes de eso.

La señora Díaz estuvo eficaz en las réplicas y en el planteamiento de sus iniciativas. Siempre secundada por Pedro Sánchez que dijo que “no le dolían prendas” y que pensaba gobernar, si los españoles le daban su respaldo, con el apoyo de su vicepresidenta y ministra de Trabajo. Esto no era lo que en mitad de la campaña se vislumbraba pero ahora las tornas han cambiado y pintan así.

Hubo un momento en que el todavía presidente del Gobierno aseguró que al señor Feijóo no le avergüenza pactar con el  señor Abascal sino simplemente “que se le vea” con él, es decir, en su compañía. 

No es cierto, lo que sucede es que una mínima precaución aconseja al líder del PP preservarse en términos electorales de determinadas imposiciones y la de Santiago Abascal es particularmente inquietante para el votante medio del PP.   

Abascal se defendió bien dando mandobles continuos a las políticas del PSOE y de Podemos y no dejando títere con cabeza en ese aspecto. Nada de lo que ha hecho este gobierno de coalición parece contar con el aplauso ni siquiera con la indiferencia del partido verde. Es evidente que, si pueden y le dan los escaños, van a derogar toda la legislación aprobada por la coalición Podemos-PSOE.

Por lo que se refiere a Pedro Sánchez, estuvo flojo, ocupó la centralidad por ausencia del auténtico ocupante del centro que no era otro que Alberto Núñez Feijóo. Los debates no son lo suyo, definitivamente. Ni siquiera la voz,  tan impostada, le acompañaba en sus intervenciones. Fue, de sobra, el peor de los contendientes.