Dice un famoso refrán americano "when the going gets tough, the tough get going" que viene a decir en castellano "cuando las cosas se ponen difíciles, las dificultades continúan creciendo" o también, en una traducción mas literal "cuando las cosas se ponen difíciles, los duros se ponen en marcha".

Ambas acepciones, en cualquier caso, encajan de manera perfecta en la situación que estamos viviendo y seguiremos, con casi total probabilidad, sufriendo en los próximos meses y si nadie lo remedia, años. Descontada la incertidumbre de la investidura y aceptada con certeza newtoniana la más que probable investidura de Sánchez en medio de un aquelarre de concesiones de todo pelaje, plagadas de incoherencias y con ausencia total de una estrategia de gobierno mas a allá de poder seguir calentado las sillas del poder entraremos en una legislatura de inciertos resultados pero con total seguridad llena de muchas más decisiones y alteraciones de nuestro modelo de convivencia de lo que nunca hubiésemos imaginado para nuestra nación. Y es que la maquiavélica aritmética electoral no ha hecho solo que dependamos por entero en esa opción llamada erróneamente "progresista" cuando quieren decir de verdad "oportunista” de los independentistas catalanes y vascos. Es mucho peor. El gobierno, no salido de las urnas, sino de los apaños más contranatura jamás vistos en nuestra democracia estará simultáneamente y en cada decisión preso de dos partidos independentistas catalanes (Junts y ERC) , dos vascos (BILDU y PNV) y uno, Sumar, que debe a su vez compendiar las exigencias de otros diecisiete intereses de todo pelaje.

Todos ellos, por si fuese poco, compitiendo entre si, luchando por mantener la relevancia en su electorado y peleando por una hegemonía política en sus territorios los unos y en sus confluencias los otros. A esto llamaremos un gobierno progresista y estable muy rápidamente, cuando la memoria de pez de los españoles haya archivado como ha hecho ya con indultos, ley del sí es sí o la reforma de la sedición las nuevas tropelías del acuerdo. Veremos nuevos pasos adelante en pos de ese progresismo como la amnistía o el referéndum
enmascarado de cualquier otra cosa, como vamos a ver plurilingüismo acelerado en el parlamento.

El gobierno, no salido de las urnas, sino de los apaños más contranatura jamás vistos en nuestra democracia estará simultáneamente y en cada decisión preso de dos partidos independentistas catalanes (Junts y ERC) , dos vascos (BILDU y PNV) y uno, Sumar

Ojalá, de verdad, todas estas dolorosísimas y lacerantes concesiones a las que perplejos asistiremos los que creemos en España sirviesen para pacificar y dar por olvidado para siempre el independentismo, pero no será así. La verdadera naturaleza de estos acuerdos y concesiones no es otra que la del oportunismo de unos y otros para sacar partido de una maquiavélica aritmética que si, legal y democrática es, pero también profundamente injusta al poner a España en manos de unas minorías egoístas. Oportunismo el de unos que, carentes de los números necesarios y aprovechando la debilidad aritmética del ganador ven su oportunidad de perpetuarse. Oportunismo el de los otros que en una suerte de "ahora o nunca "ven la oportunidad de perpetrar la mayor extorsión y de consecuencias más imprevisibles que nuca hubiesen imaginado. Con estos mimbres, no puede haber otro cesto que el de la investidura de Sánchez pues sin duda está tejido con los de los intereses y egoísmo de sus integrantes y no los de España.

Alumbraremos por tanto, un nuevo Frankenstein, este vez con cuatro brazos (los de Bildu, PNV, ERC y Junts) y dieciocho piernas (las de Sumar y sus confluencias). ¿Habrá cerebro para tanto brazo y tanta pierna? ¿Podrá esa bella cabeza gobernar los impulsos de sus miembros o como en la novela de Shelley serán sus miembros los que con vida independiente impulsarán al monstruo sin dirección ni coordinación alguna?

Aquí comenzará, me atrevo a pensar un gran calvario para el gobierno y, peor aún, para todos los españoles. Tengamos en cuenta que cada concesión a un partido independentista despertara la réplica, aumentada y exagerada de oponente en la región, que doblara su apuesta de exigencias para mantener así la relevancia en su propio territorio y luchar por sus ambiciones de gobernar. No hay que olvidar la cercanía de las elecciones en un País Vasco amenazado de caer en manos de Bildu gracias ese noviazgo permanente con el PSOE plagada de muchas más carantoñas que las propiciadas al PNV. Resulta evidente que, a medida que se acerquen dichas elecciones, las réplicas
constantes de PNV y BILDU a cualquier concesión arrancada por el otro al partido socialista irán al alza ahora que resulta evidente y plausible que el PSOE de Pedro Sánchez incluso pueda dar sus votos a Bildu para formar gobierno en el País Vasco (los mismo que azuzan el fantasma de VOX se encamarán con los herederos de terrorismo). En esta situación la pelea entre PNV y Bildu no tendrá otro escenario que la cara de Pedro Sánchez y su
gobierno. Lo mismo es de esperar en Cataluña donde también empiezan calentarse los ánimos electorales ante este renacimiento de Junts insuflado por el PSOE. Una ERC que ve amenazada su hegemonía sobre el independentismo redoblara reclamaciones y gestos al gobierno con cada guiño que este haga
a Junts. Una espiral de la sinrazón que ni siquiera buscará la estabilización y apaciguamiento social en Cataluña y País Vasco (cosa que nadie busca porque es su razón de existir) sino tan solo la posibilidad de perpetuarse en el gobierno de estas regiones.

Y qué decir de Sumar, el partido más dividido que se ha conocido. Los de Yolanda Diaz, mientras como en el engaño del mago miramos a los independentismos, hacen notar que sus votos no por seguros son gratis. Y con ello, sin estridencias y envuelto en el meloso glamur de Yolanda Diaz, pasaran también su factura, ésta plagada de sectarismos y prejuicios. Podremos
ver de este lado nuevas vueltas de tuerca al feminismo hasta hacerlo tedioso, a la jornada laboral de cuatro días, a las limitaciones de OPAS, al intervencionismo económico y las peticiones de nacionalizaciones y al linchamiento de empresarios y clases altas. Veremos proliferar subsidios y paguitas para sus afines, eso si todo envuelto en el glamur del Chanel y el Dior de su lideresa que tendrá a su vez que contentar a sus diecisiete
hijos animalistas, ecologistas, proletarios, anarquistas, regionalistas y un sinfín más de reclamaciones variopintas.

Con todo ello, será difícil ver andar a este Frankenstein tropezando con sus propios miembros mal cosidos y descoordinados, pero andará. Eso sí, quizá en otro giro de guion a los que nos tiene acostumbrados Sánchez, nuestro Frankenstein ya no será fiel a la imagen de Shelly, sino que aparezca convertido en un remedo de Sleepy Hollow, en el que los miembros descoordinados de mismo cobren vida independiente y paseen, decapitada, la cabeza de su propio cuerpo mientras galopan a sus anchas sembrando el terror.