ERC, PDCat y la CUP tienen diez días para decidir si aceptan el envite de Mariano Rajoy y concurren a las elecciones autonómicas convocadas para el 21 de diciembre, si lo hacen solos o en coalición y con qué candidatos. La disolución fulminante del Parlament y la convocatoria de elecciones autonómicas en las que el Gobierno concretó ayer la aplicación del artículo 155 de la Constitución tras la proclamación de la república catalana ha situado a los partidos independentistas en un escenario endiablado, especialmente para el partido del hasta ahora president de la Generalitat, Carles Puigdemont.

El Gobierno de la Generalitat, junto a los líderes orgánicos de PDCat y ERC y los responsables de las entidades soberanistas se reunieron tras el Pleno del Parlament y la  comparecencia de Mariano Rajoy para debatir cual debía ser el siguiente paso. Pero hoy se mantiene el silencio oficial, más allá de tuits de ánimo como el de la secretaria general de ERC, Marta Rovira. Mientras el Gobierno da pasos en la aplicación del 155, los partidos independentistas siguen debatiendo si se presentarán a las elecciones y en qué condiciones.

Mientras algunos opinadores independentistas defienden que lo que toca ahora es "defender la república" y boicotear los comicios -algunos empiezan a acariciar la idea de poner las mismas trabas del 1-O en la apertura de colegios electorales- los partidos calibran cómo concurrir a las elecciones sin aparecer como unos traidores a la independencia. Y no les sobra tiempo. El 6 de noviembre deben presentarse ante la Junta Electoral los partidos y coaliciones, debe estar decidido por tanto el futuro de JxS y de CSQP como coaliciones electorales. Entre el 15 y el 20 de noviembre deben hacerse públicas las candidaturas -sólo PSC y C's tienen candidatos oficialmente designados- y el 22 de noviembre se publicaran en el DOGC.

El PDCat, sin aliados ni candidato

El PDCat es el que afronta el peor escenario, pero parece poco probable que renuncie a la representación institucional. El propio Artur Mas aseguró esta semana que en caso de elecciones convocadas por el Gobierno el partido debía concurrir, como el resto del independentismo. Los ex convergentes ya venían presionando a ERC para repetir la coalición electoral  -con o sin independientes- conscientes de que sus expectativas electorales son pésimas. Una coalición que se antoja muy difícil tras el divorcio exhibido esta semana por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, cuando el primero optó por la convocatoria de elecciones y el segundo mantuvo la presión para proclamar la independencia. Un enfrentamiento que explica por qué Puigdemont dejó finalmente en manos del Parlament la DUI.

En caso de no repetir la alianza, el PDCat tiene quince días para convocar un congreso extraordinario y escoger a un candidato a la presidencia de la Generalitat, papel que Puigdemont ha dejado claro que no piensa interpretar. Si los ex convergentes optan por la vía de la moderación, Santi Vila podría ser ese candidato, pero su espantada horas antes de la DUI generará rechazo en la parte más radical del partido. Mercé Conesa, presidenta del Consejo Nacional del partido, alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona podría ser una alternativa, pero su escaso conocimiento es una dificultad añadida para un partido nuevo, lastrado por los casos de corrupción de CDC y el fracaso del proceso independentista.

Esquerra se debate también entre la participación o no en los comicios, por lo menos oficialmente. Pero el partido que lidera Oriol Junqueras es el que más tiene que perder, en un momento en que todas las encuestas lo sitúan como virtual vencedor de unas autonómicas. Aunque está por ver cómo incide en la hasta ahora ascendente estrella de Junqueras la desastrosa gestión de la fuga de empresas de Cataluña desde el 1-O y, una vez más, lo que entre muchos independentistas puede interpretarse como una traición a la república.

La CUP es el único partido que parece haber adoptado ya una decisión, a tenor de lo afirmado por una de sus diputadas, Mireia Boya, en una red social. "El 21 de diciembre paella popular" anunció para rechazar la convocatoria electoral, aunque tampoco se ha producido un pronunciamiento oficial de la ejecutiva de la formación antisistema. De hecho, ya había señalado ante la posibilidad de que fuera Puigdemont quien convocara elecciones anticipadas, que la CUP "no se presentaría a otras elecciones autonómicas". Si aún así finalmente decidieran concurrir a los comicios, los antisistema tendrán que definir también una nueva candidatura, puesto que sus estatutos limitan a una única legislatura a todos sus cargos electos.

El futuro de los Comunes

Mención aparte merece el espacio de los Comunes y Podemos en Cataluña. Lo único seguro es que no volverá a haber una candidatura de Cataluña Sí que es Pot (CSQP), nombre de emergencia adoptado en 2015 que ahora debe sustituir Catalunya en Comú. Está por ver también qué papel ocupa Podem en la coalición liderada por Ada Colau y  Xavier Doménech, puesto que el líder del partido morado en Cataluña, Albano Dante Fachín, ha rechazado integrarse en esa coalición, pese a la estrecha alianza tejida en los últimos tiempos por Colau y Pablo Iglesias. El propio Fachín apelaba este sábado a la "unidad de los partidos soberanistas" y advertía de que sería una contradicción presentarse a unas elecciones autonómicas tras haber proclamado la república, un discurso en contradicción abierta con el del líder morado. Y está claro que con su lema de "ni DUI ni 155" el partido de Colau no va a dejar pasar la oportunidad de unos comicios en los que aspira a ratificar la posición obtenida en las generales, cuando ganó en Cataluña.

Al margen de qué partidos y confluencias integran finalmente la coalición de los Comunes, ésta tiene pendiente también escoger a su candidato electoral. Doménech ha liderado públicamente la formación del nuevo partido, pero para concurrir a las elecciones autonómicas debería abandonar su escaño en el Congreso de los Diputados. La otra opción barajada por los comunes para sustituir a Lluís Rabell y Joan Coscubiela es Elisenda Alamany, de perfil más soberanista que Domenech. Pero su escaso conocimiento público juega en su contra, ya que podría repetirse con ella la frustración sufrida en 2015, cuando un desconocido Rabell se quedó finalmente por detrás del PSC en el Parlament.