El portazo de la CUP abre un escenario inédito en los últimos meses en la política catalana. La posibilidad de que la mayoría independentista gobierne sin la presión de los antisistema para centrarse en recuperar las instituciones autonómicas y "ampliar la base soberanista" como sostiene el programa de Esquerra. Un objetivo compartido por el PDCat. Hasta ahora, el liderazgo de Carles Puigdemont y su objetivo de "restitución del gobierno cesado" por el 155 ha chocado contra esta estrategia. Pero la renuncia de Puigdemont y el portazo de la CUP abren nuevos escenarios.

Los antisistema han optado por una abstención -así lo decidió su consejo político en asamblea-, una opción que les permite no comprometerse con un plan de gobierno que consideran demasiado tibio tras la DUI y el referéndum del 1-O, sin forzar la situación hasta la convocatoria de unas nuevas elecciones autonómicas que todos los partidos ven con enorme desconfianza. JxCat no tiene claro que pudiera volver a repetir la movilización en favor de Carles Puigdemont visto en fracaso de la investidura, pero ERC no se ve con fuerzas para batirse de nuevo en las urnas y C's también desconfía de poder repetir la movilización del electorado tradicionalmente abstencionista del 21-D.

La abstención anunciada por la CUP obliga a los partidos soberanistas a forzar la renuncia al acta de Carles Puigdemont (JxCat) y Antoni Comín (ERC), ambos fugados en Bruselas, que rompen la mayoría independentista en el Parlament. Con su renuncia, y la abstención de la CUP, Jordi Sánchez podría contar con una mayoría de 66 diputados frente a los 64 que suman C's, PSC, CeC y PP, dejando a los anticapitalistas al margen de la ecuación.

Esta alternativa tendría de entrada en contra a las entidades soberanistas, especialmente la ANC, que el viernes ya expresó su rechazo a la renuncia de Carles Puigdemont. La ANC comparte con la CUP la crítica a una estrategia en la que ven una "sumisión total a la legalidad española", como denunció ayer el diputado Vidal Aragonés.

Asamblea del PDCat

En las próximas horas será determinante la reacción de JxCat y ERC a la postura de la CUP. El PDCat reúne en unas horas a su consejo nacional para analizar precisamente el estado de las negociaciones en lo que será un primer punto de inflexión para intuir cuales serán los siguientes pasos del independentismo. Se da por seguro el apoyo del PDCat a la investidura de Sánchez, pero ahora está por ver si el partido exige la renuncia de Puigdemont al escaño para seguir adelante con ese plan.

El partido heredero de Convergencia es sólo uno de los componentes de JxCat, pero su postura será determinante, puesto que es la parte más estructurada de la coalición que ganó las elecciones en el bando independentista.

Una renuncia de Puigdemont deja sin argumentos a Comin para retener su acta, lo que garantizaría de nuevo la mayoría independentista. A partir de ese punto, el siguiente paso dependerá de que el juez Pablo Llarena, que instruye la causa sobre el secesionismo en el Tribunal Supremo, permita a Sánchez salir de prisión para asistir a la investidura. Una decisión que paradójicamente el Gobierno podría estar deseando que sea afirmativa, puesto que Sánchez fue de los dirigentes independentistas que abogó por las elecciones frente a la DUI.

Por otro lado, el órdago lanzado el viernes por Esquerra tras la renuncia de Puigdemont, reivindicando la investidura de Oriol Junqueras, se ha quedado en un regate estratégico más que una apuesta de fondo. El portavoz de ERC, Sergi Sabrià, se declaró ayer mismo a favor de la candidatura de Sánchez si esta obtenía el apoyo de la CUP, tras haber avanzado en la negociación de las cuotas de poder dentro del futuro ejecutivo.

Los antisistema dejaron claro ayer que su negativa no se refiere a la candidatura de Sánchez sino a la falta de ambición de la que a su juicio adolece el programa de gobierno. Un programa y estructura de gobierno en los que JxCat y ERC habrían avanzado sustancialmente en las reuniones negociadoras de la tarde del viernes, según el propio Sabrià. Si el avance fue suficiente, Esquerra difícilmente tensará la cuerda hasta arriesgarse a una convocatoria electoral a la que llegarían totalmente descabezados.