Sucedió el 30 de noviembre pasado. Un grupo de 15 encapuchados propinó una paliza a un joven en el campus de Vitoria de la Universidad del País Vasco (UPV) a la salida de la primera reunión que celebraba el recién creado grupo en favor de la unidad de España, AEDE, al que pertenecía. Las patadas y los golpes que le dejaron inconsciente al grito de “¡español de mierda!” le produjeron heridas que requirieron su ingreso hospitalario y una intervención quirúrgica. Dos meses después ha dirigido una carta a la rectora de la UPV, Nekane Balluerka en la que le reprocha no sólo su falta de interés personal por su situación sino no haber tomado medidas suficientes para que hechos así no se repitan.

En la misiva, le recuerda a la máxima responsable de la institución que sigue cargando con las consecuencias de la agresión. Le detalla cómo ahora ha vuelto a sus clases en la campus pero lo hace “con un enorme miedo a estar solo en la Universidad” y sabedor de que “hay un grupo que me quiere ver en la peor situación y que desean que desaparezca”. El joven, que no revela su identidad, afirma que el campus universitario se ha convertido en el lugar más inseguro para él y que es “casi incapaz de estar solo, aguantando miradas que me hacen pensar lo peor”. Aún se encuentra muy afectado y con secuelas de la agresión que le dificultan su vida normalizada en la universidad.

Traslada a Balluerka su desconcierto al haber leído en algunos lugares que ella ha mantenido un contacto “constante” con él, con la víctima, “es decir, yo”: “Eso no ha sido así, hay personal de la universidad que sí lo ha hecho, pero no usted”, le reprocha. Apunta que ha habido profesores que “se han desvivido por saber mi estado” y que han llegado a “emocionarse” al verle regresar a clase, “esa gente es la que merece la pena de la UPV”.

"Algunos se han desvivido por saber de mi estado, pero no usted"

En el largo escrito le detalla cómo sucedieron los hechos que le llevaron al hospital y sobre los que posteriormente ha podido indagar más. Traslada a la rectora que los servicios de seguridad de la propia universidad trasladaron a las autoridades del campus el aviso de que cerca de una veintena de personas habían accedido al campus encapuchados y que estaban entrando y saliendo de edificios, “como buscado algo” y tras lo cual “nadie decidió llamar a la Ertzaintza”: “¿No se consideró que la presencia de casi veinte encapuchados era lo suficientemente sospechosos como para llamar a la policía”.

¿Por qué se financia y consiente?"

Entre sus preguntas también cuestiona sobre “los privilegios” que en su opinión aún disfrutan algunos “grupos violentos” y por los cuales pueden emplear aulas del centro docente “como lugares de reunión y planeamiento de ataques a la universidad, “¿por qué se financia y consiente eso?”.

Hace referencia a las dudas que “en la cúpula” de la universidad existieron sobre la necesidad de emitir un comunicado condenando la agresión que sufrió, “había un sector que no quería”, apunta. Finalmente, la UPV sí hizo público un manifiesto de condena. Asigna a un grupo de profesores y no a la “dirección del centro” la decisión de convocar una concentración de condena.

"Hemos vivido la represión de ETA en nuestras carnes", afirma, "pero nos da la sensación de que somos estudiantes de segunda"

El joven agredido asegura que en el campus alavés aún persiste un grupo “que se ampara en su impunidad y su alta capacidad de agrupación y organización para ‘silenciar’ a los díscolos”. En su carta detalla a Balluerka la razón que les llevó a crear la asociación AEDE, disuelta tras la agresión. Asegura que la constante aparición de pintadas, pancartas con referencias a ETA y sus presos preocupaba a un grupo de estudiantes. También que de modo reiterado se lo comunicaban a la dirección del centro para que las retiraran, recibiendo “una respuesta muy pobre”.

Afirma que algunos de los que integraban ese grupo “vivimos la represión de ETA en nuestras carnes” lo que hacía aún más difícil tener que contemplar en el campus en el que estudian “manifestaciones que pidiesen la amnistía de todos los presos, pintadas en las que nos llamaban fascistas, etc”: “Nos daba la sensación de que para una parte de la dirección de la universidad éramos ‘estudiantes de segunda’ por no someternos a las fuerzas radicales, sin derechos a protestar, silenciados y reprimidos por ese gran grupo violento amparado por gran parte de la sociedad e instituciones”.

Apoyo "de palabra y obra" de la UPV

La carta concluye agradeciendo el apoyo recibido por “las buenas personas” que existen en la Universidad del País Vasco y que son capaces de mostrar un verdadero apoyo ante hechos como los que él padeció, sin “el politiqueo generalizado que abarca todo, incluso una noble institución como es la Universidad”.

A primera hora de esta tarde la UPV ha emitido un comunicado en el que sale al paso de algunas de las afirmaciones del estudiante agredido. Recuerda que la Universidad del País Vasco condenó en su momento "enérgicamente", y a instancia del equipo rectoral, la agresión. Subraya que lo hizo "de palabra y de obra", mediante una concentración, distintas declaraciones públicas "y la adopción de medias de seguridad específicas acordadas con nuestro alumno y que, obviamente, no se han hecho publicas".

Añade que tanto el vicerrector del Campus de Álava como el decano de la Facultad de Letras han estado en contacto con él en varias ocasiones "poniéndose en todo momento a su disposición, tanto en cuestiones personales como académicas". El equipo de Gobierno apunta que no entrará a "valorar, contradecir o desmentir" aspectos de la carta hecha pública hoy y menos al tratarse de una persona "que ha padecido una agresión tan grave e inaceptable como ésta". Reitera su disposición hacia el estudiante a fin de proporcionarle amparo y apoyo "para garantizar su seguridad persona y el desarrollo de su actividad académica". Apunta en el comunicado que para comienzos de febrero ya tenían previsto celebrar una reunión con él.