Traigo a mi café dominical a un político muy especial y único. Político y policía, debo decir, porque de ambas cosas hace gala y presume, por su vocación de servicio público. Felipe Sicilia (Lopera, Jaén, 1979) es, sin duda, una de las más firmes realidades dentro de la nueva generación de representantes políticos que vienen marcando una fuerte impronta de modernidad y
superación de clichés.

A pesar de sus apenas cuarenta años de edad, su trayectoria no puede ser más completa. Politólogo y sociólogo de formación, policía de profesión, ha sido diputado en el Parlamento de Andalucía hasta 2011 y, desde entonces, diputado en Cortes Generales por el PSOE.

Firme defensor de los derechos del colectivo LGTBi y luchador incansable por no retroceder ni un ápice en las conquistas sociales, no tiene pelos en la lengua a la hora de denunciar a Vox por fomentar el odio y la intolerancia hacia un colectivo al que criminalizan.

De natural optimista, Sicilia ve factible un gobierno de cooperación con Unidas Podemos antes del fin de julio. Y destaca la resiliencia y la capacidad de anticipación de Pedro Sánchez como factores esenciales de su liderazgo.

Pregunta.- Felipe, de policía a político. No es un tránsito muy tradicional, y además en su caso desde muy joven. ¿Cómo se le pasó a usted por la cabeza?

Respuesta.- Hay un nexo de unión y es el de que es un trabajo público y una dedicación por lo público. Al final te debes a los ciudadanos, en seguridad y libertad, en el caso del policía, y en el resto de las cuestiones, en la política. Ese es el nexo. A mí siempre me ha interesado participar en política, ser responsable de lo que acontecía a mi alrededor y formar parte de ello. En el caso de mi vocación policial, mi padre es guardia civil y siempre lo he vivido muy de cerca...

P.- ¿Por qué policía entonces, en vez de guardia civil?

R.- Porque la Guardia Civil no me permitía estar militando en un partido y hacer vida política; la Policía, sí. Evidentemente en tu trabajo tienes que ser absolutamente neutral, no puedes desempeñar ningún cargo si estás en activo, pero sí puedes tener contacto con aquellos partidos con los que te sientas más identificado, como en mi caso era el PSOE. Además, en la Policía se me permitía utilizar mi formación, como licenciado en Políticas y en Sociología para hacer carrera interna, cosa que en la Guardia Civil era también más complicado.

P.- ¿Y por qué el PSOE?

R.- Siempre lo he tenido muy claro. Cierto es que ningún partido tiene al cien por cien todo lo que te gustaría, pero todo lo que el PSOE planteaba era el modelo de sociedad al que yo aspiraba y en el que yo creía. Jamás tuve dudas. Yo empecé a militar en el PSOE cuando no era, precisamente, el partido más de moda, y sí lo era el PP, con grandes mayorías. Empecé a militar en mi agrupación de Bailén y nadie de mi familia estaba vinculado. Se hablaba de política lo justo en casa; cuando se veían las noticias y poco más. Mi familia, eso sí, ha sido siempre de izquierdas, pero nadie era militante del PSOE ni participaba en la vida interna o en los actos del PSOE. Fui yo, y en cierto modo fue una sorpresa, aunque todos tenían muy claros mis ideales, que eran coincidentes con los de mi padre. Yo era mucho más activo desde el Instituto, organizando la asociación de estudiantes y manifestaciones...

La Guardia Civil no me permitía estar militando en un partido y hacer vida política; la Policía, sí"

P.- Viendo lo que está pasando, con este paso del bipartidismo al multipartidismo y las dificultades para alcanzar pactos entre las distintas fuerzas, incluso con una amenaza latente de nuevas elecciones... ¿Qué opinas al respecto? Parece como si algunos pudieran querer dar a entender casi que los ciudadanos se equivocan a veces. ¿Por qué en España nos está costando tanto entrar en esa dinámica?

R.- Coincido en que los ciudadanos no se equivocan nunca. Jamás. Es verdad que los políticos, cuando vemos un resultado que nos pueda venir mejor o peor, podemos tener la tendencia de tratar de cargar nuestra responsabilidad en parte, ante un resultado adverso, en el electorado. Pero eso te puede ocurrir un segundo y rápidamente darte cuenta de que, el ciudadano y la ciudadana, cuando votan, lo hacen de manera acertada. Y que saben muy bien qué modelo de país y de sociedad quieren con su voto, o no yendo a votar, que también es una manera de decirle a la clase política cuál es su opción y lo que quieren. En Estados Unidos, cuando analizamos los resultados electorales y vemos la baja participación, nos choca, porque se trata de una sociedad muy desarrollada y consciente del poder de su voto. Adonde quiero llegar es a que la política, y más cuando se producen cambios, requiere tiempos.

Tiempo para que, en la política, en la economía y en la sociedad, todo el mundo termine adaptándose. Nuestro país ha cambiado mucho en muy poco tiempo. Yo tengo una generación que todavía vive, la de mis abuelos, que ha vivido una dictadura demoledora y una Guerra Civil. ¿Qué países de nuestro entorno han vivido eso, salvando los períodos de Guerra Mundial? ¿Cuántos países han tenido cuarenta años de dictadura muy dura y de ahí han pasado a una democracia? Una democracia que ha vivido además una implosión y en la que se pasa de un modelo totalmente bipartidista, de consensos, a un fenómeno diferente, que ya se vivía en otras partes de Europa. Y por si fuera poco, de ahí, al populismo, que es un fenómeno que tampoco es nuevo porque como nos enseña la Historia es fruto de crisis...

Nuestro país está teniendo que hacer cambios y adaptarse a nuevas realidades de forma muy rápida. En otros países, esos cambios, se han hecho con mucho más tiempo.

P.- Por tanto, esa cierta incapacidad de los líderes para alcanzar pactos se debería a esa falta de tiempo material para asumir tantos cambios en tan poco tiempo, pero... ¿qué se puede hacer? ¿Dónde ve los principales nudos que hay que deshacer para desbloquear la situación y poder macharnos de vacaciones con un gobierno ya trabajando?

R.- Quiero creer que todo esto responde a que algunos siguen pensando en táctica partidista y que son presos de la dura campaña electoral que han hecho.

P.- Entiendo que se refiere a Ciudadanos...

R.- Tener que desdecirse después de meses de repetir "Sánchez no,  Sánchez no", y tratando de disociar la figura del presidente de la del PSOE, cuando esto es absurdo porque a Sánchez le ha votado la inmensa mayoría de la militancia... Pues es complicado.

P.- ¿Son víctimas entonces de su propia estrategia?

R.- Sí. Hasta el punto de que ya vemos lo que les está ocurriendo (en referencia a las recientes renuncias protagonizadas por algunos miembros de Ciudadanos).

Nos hemos encontrado a un partido, Ciudadanos, que ha ido virando a la derecha de una manera brutal"

P.- ¿Ha hecho el PSOE, desde su punto de vista, todo lo necesario para que esta situación, que no beneficia ni a Ciudadanos ni al PSOE, se pueda desbloquear?

R.- Desde el PSOE se ha evidenciado de manera muy clara cuál era nuestra pretensión. Y que teníamos cuestiones en las que nos podíamos entender con Ciudadanos, como la regeneración democrática o transparencia. Pero nos hemos encontrado a un partido que ha ido virando a la derecha de una manera brutal.  Hasta el punto de que han firmado un documento con Vox, que es un pacto de presupuestos en Andalucía. Pasaron de estar de tapadillo negociando, con esa imagen famosa del líder de Ciudadanos en Andalucía, Marín, detrás de unas cortinas, en los despachos del Parlamento de Andalucía, a sentarse en una mesa, con un documento de presupuestos con las tres siglas de los partidos. Y hay gente muy importante dentro de Ciudadanos que lo dicen. Manuel Valls se vino porque entendía que Ciudadanos era un partido liberal, central, que podía servir de puente en un momento tan delicado como el que vive Cataluña y se ha encontrado con lo que se ha encontrado. Por tanto, creo que hay que buscar mucho para ver qué fallo hemos podido tener a la hora de llegar a acuerdos con Ciudadanos. Pero sí veo claramente a un Ciudadanos con una estrategia clara de rechazo al presidente Sánchez y que ha ido escorándose a la derecha cada vez más, y de forma intencionada. Vieron la oportunidad de quitar votos al PP porque pensaban que en el centro no había nada más que rascar y se fueron a ese caladero. Gran parte de su voto, por tanto, es del PP, y eso les hace presos ahora de no poder sentarse a negociar con el PSOE. Y eso que hay cuestiones en las que nos podemos entender, recuerda aquel famoso Pacto del abrazo (marzo de 2016). Seguramente en materias como la economía en general o el mercado laboral puede ser difícil, pero en libertades y derechos sociales, sí.

P.- Coinciden también en considerar que Vox es un partido de ultraderecha. ¿Cómo vive en materia de derechos sociales este fenómeno?

R.- La extrema derecha siempre ha estado presente en nuestro país. Lo que ocurre es que en nuestro país nos hemos encontrado con muchos cambios en muy poco tiempo. De una guerra a una Transición a una democracia, de una democracia a nuevos movimientos y un populismo de extrema derecha... todo corriendo. Y eso cuesta. Europa ya lo estaba viviendo y a España iba a llegar. Pero nuestra extrema derecha no es similar a la de otros países. Cuestiona aspectos sociales, como el tratamiento a los inmigrantes, pero en lo económico, de extrema derecha tienen poco porque mientras que en Alemania se habla de autarquía, por ejemplo, estos son tremendamente liberales. Pero a la vez son una extrema derecha casposa y rancia, la derecha franquista que no ha conocido la modernidad nunca y que siempre ha estado en la caverna.

P.- El franquismo sociológico que antes estaba algo emboscado en el PP...

R.- Y que, ante la crisis del PP, se ha visto crecido porque además llegaban vientos de Europa y del resto del mundo que les hacían ver que podían resurgir con una identidad propia. Pero es la misma derecha que iba hace veinte años a cantar el Cara al Sol al Valle de los Caídos, y que ahora pide seguir yendo. Con aspectos comunes con Italia o Francia, pero con sus propias características también.

P.- En esta semana dedicada al Orgullo, ¿cómo le afectan personal y emocionalmente declaraciones como las de la señora Monasterio y otros líderes de Vox?

R.- Con preocupación. Que alguien haga esos comentarios desde su libertad de opinión en un círculo de amigos, en una cena... pues allá cada cual. Pero que lo haga una responsable política en un medio público, es peligroso. Lo que este país, durante muchos años y con mucho esfuerzo ha ido construyendo, que es el respeto, que no la tolerancia, hacia el hecho de cada persona viva como quiera vivir, amar como quiera amar, vestir como quiera vestir, se pone en riesgo y sufre un gran daño con frases como esta porque se pone la lupa y el foco en un grupo de personas para criminalizarlas: El colectivo LGTBi "necesita terapias porque está enfermo y es anormal", "hay que sacarles del centro de una ciudad cuando hay una manifestación porque afean o molestan la vida normalizada...". Con eso, algunos luego terminan justificando o autobuses tan vergonzosos como los de 'Hazte Oír', con frases despreciables, o a alguna gente que se reúne para ir de batida una madrugada a ver a cuantos homosexuales encuentra por la calle para darles una paliza, como si fuera esto un trofeo. Estos discursos incendian estas actitudes. Y eso es lo primero que se debe de exigir a un responsable político: que no incendie a aquellos que están dispuestos a esas barbaridades.

Con discursos como los de Vox se terminan justificando las batidas de madrugada contra homosexuales"

P.- Yo creo que con Vox hemos pasado de 'fake news' a 'debate news', y hemos puesto encima de la mesa debates inexistentes ya en la sociedad española, o al menos ya superados. ¿Cree que la respuesta dada por algunos medios de comunicación ha sido adecuada?

R.- Tengo un profundísimo respeto por los medios de comunicación y por sus periodistas, al igual que por los votantes. Si ellos entienden que tal político o tal persona es susceptible de ser entrevistado o a quién hacer un reportaje, no voy a entrar. Son profesionales y ellos entienden lo que debe o no ser noticia. Ahora, sí echo en falta que haya más contraste de la información que se da. No digo esto como una crítica al periodismo, sino como una crítica general a la sociedad en la que estamos entrando en la que todo se resuelve de forma inmediata, 'a golpe de tuit', con 140 caracteres. No da tiempo a contrastar, a estudiar... y podemos encontrar barbaridades por parte de cualquier político, incluso podría ser yo mismo, que con poner algo en Twitter y que mis seguidores lo repliquen, puedo estar extendiendo una mentira o una falsedad y no da tiempo a ser comprobado. Echo en falta que la sociedad, cada vez que eso se produce, reaccione. Como se hacía con el derecho de rectificación en la prensa. Al menos exigir que si alguien miente o se equivoca, se le pueda decir que ha falseado.

P.- Sin embargo, yo creo que desde los medios se está evolucionando bien, con equipos creados ya para detectar esas 'fake news' y mi pregunta es ahora si no le da la impresión de que, a nivel político, no se está castigando esto. Por ejemplo, desde el punto de vista de los pactos; yo no me veo en mi empresa negociando con alguien que sé que me ha mentido a la cara sobre algo que a mí me interesa...

R.- El castigo debe venir por parte de la ciudadanía, a través de unas elecciones. Existe otra vertiente y es que la ciudadanía salga también a la calle y proteste. A quienes solo entendemos la política desde el rigor nos choca mucho que ante una mentira, como los últimos tuits de Ciudadanos en los que decían que habíamos pactado, por ejemplo, en Elche -donde según ellos habíamos recibido el ayuntamiento gracias a Compromís cuando era al revés-, nos extraña que no haya un mayor movimiento social o político o periodístico en contra. Al final, muchas veces, la sociedad española es mucho más madura de lo que pensamos. Quienes estamos en el debate político, o ustedes, los periodistas, vivimos el día a día con mucha más intensidad. La ciudadanía, no por vivir con menor intensidad es incapaz de hacer un buen juicio... Yo creo en el buen juicio de los ciudadanos y de la sociedad y ahí están los resultados electorales. Un PP que hizo una campaña brutal de insultos y descalificaciones se ha quedado en 66 diputados. La ciudadanía ha dicho: 'Señor Casado, esta manera de hacer política, no'.

P.- Se dice que dejar de hacer política cuando se sale del recinto del Congreso es muy complicado, ¿qué hace usted?

R.- Hace tiempo que intento tener un espacio de vida privada en el que la política no sea el elemento nuclear. Yo he visto a muchos compañeros y amigos que hacían girar todo en torno a la política. Sus amistades para tomar un café o una cerveza eran todos concejales, diputados, con lo cual la conversación del día no era, por ejemplo, la nueva película de Amenábar sino qué cuestión política había la semana que viene, o similares... Yo he procurado tener ese espacio. Mis amigos y mi familia me lo han facilitado.

P.- ¿Qué actividades destacaría en su vida personal?

R.- Procuro hacer deporte, menos de lo que me gustaría para desestresarme, pero lo hago. También me gusta viajar. Y como tengo poquito tiempo, pues hobbies muy sencillos como escuchar música, que me encanta.

P.- ¿Tiene, por volver a la política, algún sueño u objetivo o vive el día a día?

R.- Jamás pensé en estar aquí. Nunca. La política me ha gustado siempre pero nunca planeé estar aquí. Recuerdo a mis compañeros de mi juventud plantearse ser algún día diputados, o tener alguna responsabilidad, y a mí siempre me gustó estar detrás... ¡y fíjese! Ahora me dicen que para ser el que quería estar detrás ahora no puedo estar más adelante (risas)… Nunca entendí la política como una carrera en la que ir avanzando ni como una escalera en la que ir subiendo. Estoy en política porque creo en este proyecto, en el del PSOE. Jugando con todo ello, el resultado es claro: si mi partido, en el que creo y al que defiendo con convicción porque estoy convencido de que es el mejor para la sociedad que yo quiero, me dice que soy útil dando una entrevista, lo haré. Y si me dicen que tengo que estar pegando carteles de una compañera que encabeza la lista de Jaén, pues también lo haré gustoso.

Gobierno de cooperación' técnicamente no existe, yo tampoco estudié ese modelo, pero en política van surgiendo conceptos nuevos"

P.- ¿Qué le gusta de Pedro Sánchez como líder? ¿Qué destacaría de él como positivo?

R.- Le voy a contar algo; yo, en la primera campaña de primarias, apoyé a Pedro Sánchez en vez de a compañeros como Eduardo Madina o Pérez-Tapias. Lo hice porque estaba convencido. En la segunda, apoyé a Susana Díaz, porque también estaba convencido. Y ahora debo confesar que estoy gratamente sorprendido por la perseverancia, que en política es muy importante. Sin llegar a ser un cabezota incapaz de moverse, porque la sociedad es cambiante y el líder necesita ser fijo en el rumbo que quiere, pero ir trazando alguna que otra curva en el camino cuando sea necesario para evitar el impacto. Y del presidente sí me ha sorprendido esa perseverancia. Eso lo ha valorado mucho la militancia, y por ello hoy es el líder incontestable y de la ciudadanía, a través de las elecciones. Su objetivo era claro: tener un partido que él veía que necesitaba ciertos cambios para adaptarse a esta nueva sociedad. Muchos no lo vimos y él si tuvo esa capacidad, junto con quienes lo rodearon y lo acompañaron. Ellos vieron que el PSOE tenía que estar ahí y tomar nota de ese cambio que se estaba produciendo y, por tanto, como puntos a destacar del presidente yo señalo esa perseverancia y esa capacidad para ver algo que iba a llegar, que ya estaba llegando y que muchos no fuimos capaces de ver pero que afortunadamente él vio. Por eso el PSOE sigue con esta fuerza y otros partidos que no supieron verlo, como el PP, está con 66 escaños. Vuelvo a destacar su capacidad de persistencia y de integrar a personas porque él, después de haber apoyado (yo) a Susana Díaz, contó conmigo.

P.- ¿Tendremos gobierno en julio?

R.- Creo que sí. De cooperación

P.- ¿Eso que es? Porque para los expertos supone, al menos te lo digo como tal, un concepto muy novedoso o al menos desconocido hasta ahora...

R.- Técnicamente no existe, yo tampoco estudié ese modelo como tal, pero es cierto que en política van surgiendo conceptos nuevos y para eso están los politólogos luego, para estudiarlos y darles nombre. Pero un gobierno de cooperación es en cierto modo lo que se ha venido produciendo y es que el ejecutivo tiene claras una serie de medidas y para llevarlas a cabo habla con un partido que entiende que es su principal socio... y procura que esas medidas sean también suyas, y que si tiene que haber un nombramiento importante en cualquier institución, lo consulte, o pedir sugerencias para ocupar tal o cual representación. Eso es un gobierno de cooperación: el que está abierto a que en ese proceso de toma de decisiones otros puedan también entrar. La decisión evidentemente la tiene que tomar el gobierno, pero es permeable a que otros puedan contarle, decirle o influir. Así lo hicimos con el decreto de vivienda, que se tumbó porque se dijo que no habíamos hablado con Podemos y más tarde salió adelante. Hemos estado diez meses en un gobierno de cooperación al que no le habíamos dado nombre; ahora, le hemos dado nombre.