Felipe González se enteró del pacto con Unidas Podemos por la prensa. La dirección del PSOE no tuvo el detalle de informarle. Cosa que sí hizo con José Luis Rodriguez Zapatero, gran defensor del pacto de las izquierdas, y que el lunes por la tarde presumía entre sus amigos de que el acuerdo estaba a punto de caramelo.

Al ex presidente del gobierno no había que informarle porque la dirección del PSOE ya sabía cual sería su opinión y no convenía que dentro del partido se agitaran demasiado unas aguas que, aunque en la superficie parecen tranquilas, no lo son tanto en sus profundidades.

Pero, le guste o no, Pedro Sánchez sabe que la opinión de Felipe tiene mucho más eco en las bases socialistas, y entre el conjunto de los españoles, que la de Zapatero. Por eso se temía que la hiciera pública, ya que algunos dirigentes del partido, aunque callados por disciplina o por cobardía, se sentirían reflejados en ella, minando así el muro que quiere construir Ferraz en torno al acuerdo, que incluye instrucciones para que el partido permanezca unido como una roca tras el presidente del gobierno.

Habló González y dijo cosas sensatas, al tiempo que reconoció que no había felicitado a Sánchez por su victoria ("no era necesario", apuntó con cierta ironía). Dijo que, "como los jóvenes, yo también siento orfandad representativa".

Felipe González ha denunciado la "política de bloques" y el "reparto de cargos". Su intervención ha sido un dardo en el corazón del pacto entre Sánchez e Iglesias

Probablemente como millones de españoles que votaron socialista pensando que las promesas de Sánchez se iban a cumplir. Recordemos que el líder del PSOE se mostró en la campaña como un firme defensor de la España constitucional y un fiero opositor a los independentistas. En el único debate entre los candidatos, celebrado el pasado 4 de noviembre, Sánchez se comprometió a llevar al Congreso una ley para prohibir los referéndums ilegales. Pero ayer -¡han pasado sólo diez días de aquella promesa!- no fue capaz de contestar en rueda de prensa a la pregunta de si la cumpliría o no. Lo que hace tan sólo una semana era un "conflicto de convivencia entre catalanes" y "un problema de orden público", ahora para el presidente es un "problema político", como dicen precisamente los líderes de ERC, cuyos votos necesita como el agua para salir investido.

González también dijo que no le gusta que lo primero que hayamos sabido del pacto del PSOE con Unidas Podemos sea el reparto de cargos. Desde Moncloa se filtró, a la vez que la inmediatez de su firma, que Pablo Iglesias sería vicepresidente del nuevo gobierno... si es que llega a constituirse. Iglesias consigue su objetivo, pero, como dijo González, "eso es construir la casa desde arriba".

Habló el ex presidente del gobierno de la política de bloques: "Ojalá hagamos un gobierno estable y con mayorías, no sólo de izquierdas y de derechas. Los problemas no se resuelven con bloques". Y avisó de una posible "crisis de Estado" si las cosas no se enderezan.

Se puede decir más alto, pero no más claro. Lo que ha hecho Sánchez no sólo decepciona a muchos socialistas (el ex presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ha advertido que dimitirá si Sánchez se apoya en los independentistas para gobernar), sino a una gran mayoría de españoles que no queremos volver a la confrontación de bloques, que es a lo que nos conduce un gobierno de PSOE y Unidas Podemos.

Hace cinco días hablé en estas páginas de la Solución Felipe, una alternativa a plantear sólo en caso de bloqueo político. El pacto de Sánchez con Iglesias la hace tan necesaria como si se hubiera reproducido el bloqueo. El PP y Ciudadanos deberían dar el paso adelante de proponer un gobierno socialista con una figura al frente capaz de generar amplios consensos para hacer frente al reto que se plantea desde Cataluña y a la crisis económica que se avecina. Tal vez González no sea el único capaz de concitar esos grandes pactos de Estado, pero, sin duda, es mucho mejor opción que la de un gobierno orientado sólo hacia la izquierda y con disposición a ceder posiciones ante los independentistas.