"Sin justicia no hay paz". "Ya basta". "No puedo respirar". Son los lemas, coreados en inglés generalmente, que se han escuchado esta semana en miles de ciudades en todo el mundo. Cientos de miles de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, han salido del confinamiento directamente a las calles. En muchos casos se han saltado las prohibiciones que todavía están vigentes.

El detonante ha sido el asesinato del afroamericano George Floyd en Mineápolis. Los abusos sufridos por Floyd ante los ojos de todo el mundo, gracias a la rápida difusión del video de su brutal arresto en redes sociales, han sacado a la luz a otros George Floyd: en Londres, París, Atenas, o Berlín, pero también en Nairobi, Río de Janeiro en México DF o en nuestras antípodas, Nueva Zelanda, o la cercana Australia.

En Estados Unidos también prosigue la movilización, en un tono pacífico. Después de jornadas de saqueos y pillajes, en las que también murieron afroamericanos como el ex capitán de policía David Dorn, en Misuri, las protestas siguen siendo masivas, pero calmadas. Washington se ha convertido en el epicentro, y la Casa Blanca sigue protegida a cal y canto.

Una de las calles cercanas ha sido rebautizada como Black Lives Matter (las vidas negras importan), el movimiento, fundado en 2013 como rechazo a la muerte del joven afroamericano Trayvon Martin, a quien un policía pegó un tiro al detectar un movimiento sospechoso, que ha activado la protesta. Trayvon tenía 17 años.

"Hay un cierto hartazgo, no con el confinamiento como en Italia o España, sino con las consecuencias económicas y sociales del confinamiento. En este ambiente, cualquier chispa, como ha pasado en Estados Unidos, lleva a fenómenos que ya eran previsibles, que pueden ser de desobediencia civil, si bien son dispares en Hong Kong, Chile, Brasil o en Francia o Reino Unido", afirma Andrés Ortega, investigador principal en el Real Instituto Elcano.

Según Ortega, hay dos características comunes a estas protestas. "En primer lugar, han tomado gran amplitud gracias a las redes sociales, donde se han coordinado. Por ejemplo, están usando TikTok, que no estaba asociada a este tipo de actividades, donde hay muchos videos de protestas. También es destacable que son gente joven. Es un fenómeno generacional: sufrieron la crisis de 2008 y ahora están sufriendo esta crisis del coronavirus".

"No voy a esperar más"

En Londres a todos sorprendió este miércoles la gran multitud que se congregó en Hyde Park en una concentración convocada en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter, que articula las protestas en Estados Unidos. El actor de origen nigeriano John Boyega, famoso por su papel como FN-2187/ Finn en las últimas entregas de la Guerra de las Galaxias, se hizo con un altavoz y dio un discurso que electrizó a los asistentes.

"Las vidas negras siempre han importado. Siempre hemos sido importantes. Siempre hemos significado mucho. A pesar de todo siempre hemos salido adelante. Y ahora es el momento. Yo no voy a esperar más", dijo Boyega en Hyde Park, con la voz rota.

Toda persona negra es consciente de la primera vez que le recordaron que era negra. Todos lo tenemos presente. Nos acordamos de cuando nos hicieron saber que éramos negros", dijo el actor John Boyega

"Toda persona negra es consciente de la primera vez que le recordaron que era negra. Todos lo tenemos presente. Nos acordamos cuando nos hicieron saber que éramos negros", clamó emocionado hasta las lágrimas.

El actor leyó la lista de víctimas afroamericanas de la brutalidad policial en Estados Unidos y en el Reino Unido, como Stephen Lawrence y Mark Duggan y pidió que las protestas siguieran pero siempre en paz. "Quiero que comprendáis que esto es muy doloroso. Es muy importante que mantengamos el control de este movimiento y que sea pacífico. No dejemos que nos confundan", añadió John Boyega.

Después del éxito de la concentración del miércoles ha sorprendido menos la masiva protesta de este sábado en la capital británica. Decenas de miles de jóvenes han acudido a la Plaza del Parlamento a escuchar discursos en los que se ha denunciado el racismo institucional.

La vida de Belly importaba. Me importaba a mí. A nuestra hija. A nuestros amigos y parientes. Ahora os importa a miles. Queremos justicia", dice su viuda

Han guardado un minuto de silencio por George Floyd, pero también por Belly Mujinga, Mark Duggan o Derek Bennett, muertos por violencia policial o por sucesos racistas. Belly Mujinga es el último afroamericano a quien rinden homenaje en estas marchas en el Reino Unido. Este inspector de metro murió de coronavirus hace pocas semanas después de que le escupieran cuando estaba de servicio. Primero la compañía de metro decidió no presentar cargos pero ahora se está revisando el caso, debido al interés que ha despertado en la opinión pública.

"La vida de Belly importaba. Me importaba a mí. A nuestra hija. A nuestros amigos y a nuestra familia. Ahora importa a miles. Queremos justicia", dijo su viuda, Lusamba Katalay, según cita The Guardian.

También se han concentrado miles de jóvenes en Manchester, Sheffield, Glasgow, Leicester, Cardiff, y otras localidades del Reino Unido.

En Bristol, este domingo los manifestantes han derribado y arrojado al río la estatua del tratante de esclavos Edward Colston. El historiador David Olsuaga ha comparado el gesto con el derribo de la estatua de Sadam Husein en Bagdad, en 2003. Sin embargo, la secretaria de Interior de EEUU, Priti Patel, ha calificado el incidente como "vergonzoso".

En Londres, una estatua de Winston Churchill apareció con pintadas en las que se podía leer "racista". En una opinión en el Daily Mail se dice: "A los manifestantes no les gusta el hecho de que un defensor del Imperio Británico sea admirado por tantos. Incluso hoy sigue siendo el más admirado de todos los primeros ministros del Reino Unido".

Francia recuerda a Adama Traoré

En París, Burdeos, Nantes, Limoges, Poitiers, Marsella, y Lille, este sábado también han hecho caso omiso de la prohibición de reuniones de más de diez personas por las normas impuestas para evitar contagios de coronavirus.

El martes pasado ya se concentraron unas 20.000 personas en París, a pesar de las indicaciones en contra de la policía de París. Clamaban por George Floyd, pero también por su George Floyd. Su nombre es Adama Traoré, un joven de 24 años, procedente de Mali, que murió en 2016 mientras estaba bajo custodia policial.

Desde el gobierno una portavoz ha dicho que las manifestaciones "no deberían celebrarse" y la policía ha recordado que no pueden concentrarse ni en la explanada de Champ-de-Mars ni ante la embajada de Estados Unidos, según informa Le Monde.

El viernes, un autopsia dictaminada por el juez determinó que Adama Traouré no murió por asfixia (supuestamente por golpes en el abdomen) sino por su condición cardiaca, lo que da a entender que los policías que lo custodiaban pueden ser exonerados.

La familia de Traouré y varias organizaciones llamaron a movilizaciones ante los tribunales en París. Cuentan con la solidaridad de los chalecos amarillos también. "Sus últimas palabras también fueron: 'No puedo respirar, no puedo respirar'", mantiene Assa Traore, hermana del fallecido y activista antiracista. Equiparaba ante la televisión francesa el caso de George Floyd y el de su hermano.

En el caso de Floyd el agente Chaubi será juzgado por homicidio en segundo grado (doloso) y puede ser condenado a cadena perpetua. Los tres agentes que consintieron que procediera así con Floyd serán acusados de complicidad.

Giovanni López, el Floyd mexicano

En Ciudad de México la mecha se ha encendido al conocerse el caso de Giovanni López, muerto después de un arresto policial hace un mes. Varios agentes detuvieron a Giovanni en Los Membrillos, un pueblo a 40 kilómetros de Guadalajara, capital de Jalisco, según su familia, por no llevar la mascarilla obligatoria por el coronavirus. Al día siguiente apareció malherido y murió en un centro médico. Lo habían torturado, según denuncian sus parientes.

Los manifestantes en varias ciudades mexicanas han tomado la vía de la violencia para denunciar este caso, uno más en la larga lista de abusos policiales en el país centroamericano. Un grupo se lanzó al asalto del Palacio de Gobierno de Jalisco, en Guadalajara. Después de estas movilizaciones han detenido a tres agentes.

El gobernador, Enrique Alfaro, se ha referido a la sospechosa muerte de Giovanni López por primera vez esta semana. Ha prometido una investigación. La probabilidad de que un delito se resuelva en Jalisco es del 0,6%.

La coincidencia temporal con el asesinato de George Floyd puede ayudar a esclarecer lo pasó con Giovanni, un nombre que figura en todos los carteles en las protestas en México.

'L'Italia è diversa'

De nuevo en Italia toma las calles un movimiento populista, esta vez en torno al hartazgo por el confinamiento. Llevan chalecos naranjas y protestas contra el gobierno de Giuseppe Conte, aunque también hay quienes forman parte del movimiento antivacunas o desconfían de la tecnología 5G. Su líder, Antonio Pappalardo, ex carabinieri conocido como el general.

Promete dar el poder al pueblo y clama "libertà, libertà, libertà". Dice estar contra los bulos y asegura que el Covid-19 no es una amenaza en realidad. En sus mítines pocos llevan mascarilla. "No puedo a mirar a una mujer con mascarilla y saber si es guapa o fea", afirma para defender su derecho a no llevarla, según cita Politico.

Pappalardo, de 73 años, fue diputado en los años 90 y el año pasado fundó los chalecos naranjas, emulación de los chalecos amarillos franceses. Tiene contacto esreco con el ex general francés Didier Tauzin, comprometido con este movimiento de protesta.

Los naranjas tienen tres objetivos, según Pappalardo: poner fin al gobierno de Conte, que estaría, a su juicio, destrozando la economía de Italia; sacar a Italia de la Unión Europea y del euro; y, en tercer lugar, propagar el mensaje de que el coronavirus es una gripe mala, utilizada por los gobiernos para abusar de su poder.

España también es diferente. Las protestas contra el racismo no han llegado con la misma fuerza que en países europeos como Francia, Reino Unido o Alemania. Pero finalmente están aquí. Miles de personas han atendido, en las principales ciudades españolas esta domingo, a la llamada de la Comunidad Negra Africana y Afrodescendiente.

En Madrid y Barcelona las concentraciones han sido multitudinarias y no se ha respetado las normas impuestas por las autoridades para evitar contagios. En días pasados, hubo movilizaciones anticonfinamientos promovidas por Vox.

'Antifa', protagonistas

En una de sus intervenciones, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusó a los extremistas de izquierda y a los llamados Antifa de la violencia en las protestas. De hecho, habló como si la mayoría de las movilizaciones hubieran sido simples saqueos, que los hubo en varias ciudades. Llegó a amenazar con considerarlos organización terrorista.

Los antifascistas son grupos no organizados, sin líderes, que justifican la violencia, y que en Estados Unidos cobraron cierto protagonismo por antagonismo a los supremacistas blancos tras los sucesos de Charlottesville, en 2017.

En palabras de Mark Bray, historiador de derechos humanos y autor de Antifa (Capital Swing), "se trata de un movimiento con una propuesta política no liberal, social revolucionaria, que se usa para combatir a la extrema derecha, y no solo a los fascistas en sentido literal". Según Bray, "es fundamental entender el antifascismo como un componente de un legado más amplio de resistencias al supremacismo blanco en todas sus vertientes".

Trump se refiere a los 'Antifa' porque su entorno, vinculado a la 'Alt Right', lo alimental. Nadie les ha hecho tanta propaganda como Trump ahora", señala Salvador Martí i Puig

"Trump se refiere a ellos porque su entorno, vinculado a la Alt Right lo alimenta. Sería la anécdota, aunque los Antifa puedan tener un relativo protagonismo. Nadie les ha hecho tanta propaganda como Trump ahora", señala Salvador Martí i Puig, investigador asociado en el CIDOB, y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Gerona.

"Tengo la sensación de que el confinamiento se ha vivido con mayor intensidad y vulnerabilidad en los sectores que pasan desapercibidos y son transparentes, como los migrantes. En Reino Unido o Francia se expresan con mayor violencia. Son los que en estos tres meses han vivido con mayor precariedad. Y también los jóvenes", añade Martí i Puig.

Diferencia el investigador entre la dimensión en Estados Unidos, donde este movimiento es un capítulo más de una larga serie, y en Europa donde suelen ser grandes asonadas que luego rara vez influyen en la correlación de fuerzas políticas.

Médicos a favor de la justicia social

En las manifestaciones se hace difícil mantener la distancia social. Muchos llevan mascarillas en las concentraciones pero, después de estar respetando medidas de protección del contagio, ahora se antepone el derecho a protestar. Las autoridades están lidiando como pueden con esta nueva normalidad.

En Estados Unidos, incluso expertos en salud pública han pasado de pedir precaución y no celebrar reuniones a decir claramente que es más importante poner fin a la pandemia del racismo.

"Siempre hemos evaluado los riesgos y los beneficios de los esfuerzos a la hora de controlar el virus. En este momento el riesgo para la salud pública por no protestar que se ponga fin al racismo sistémico es mucho mayor que el daño que ocasiona el virus", ha tuiteado Jennifer Nuzzo, epidemióloga en la Universidad Johns Hopkins.

El ex director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades Tom Frieden, firme defensor de una desescalada lenta, apoya las protestas. Defiende que si no se afronta el problema de la desigualdad racial, será más complicado luchar contra el coronavirus. También se apoya en que el Covid-19 se propaga con mayor dificultad en espacios abiertos.

El Departamento de Salud e Higiene Mental de Nueva York ha hecho una lista de recomendaciones para que los manifestantes no se expongan al coronavirus. Recomienda, por ejemplo, utilizar carteles no corear lemas. También recuerdan que es fundamental mantener la distancia social, también al aire libre.

La alcaldesa de Washington DC, Muriel Bowser, que apoya claramente al movimiento Black Lives Matter, ha reconocido su preocupación por el riesgo de que aumenten los casos de coronavirus. Las mayores manifestaciones han coincidido con el levantamiento del confinamiento.

La rodilla en el suelo, puño en alto

Los lemas son universales, en inglés. También, los gestos. El más repetido en las concentraciones consiste en hincar la rodilla en el suelo. Quien lo hizo primero fue Colin Kaepernick, quaterback de la liga de fútbol americano. En 2016 escuchó así el himno de Estados Unidos. Eligió esta forma tan gráfica de denunciar la opresión de la comunidad afroamericana.

"No voy a levantarme y a mostrar mi orgullo por la bandera que oprimera a la gente negra y a la gente de color", dijo Kaepernick. A los 29 años dejó de jugar poco después de esta protesta. El propio Trump criticó al quaterback.

El asesinato de George Floyd ha hecho que miles de personas emulen ahora a Kaepernick. Incluso el jefe de policía de Mineápolis recibió el cadáver de Floyd a su llegada al funeral celebrado este jueves en la Universidad de la ciudad con la rodilla en el suelo. También lo han hecho jugadores del Liverpool o del Chelsea. Otro gesto muy repetido en las concentraciones es el puño en alto.

Entre los políticos, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, asistió este viernes a una concentración de protesta en Parliament Hill. Dio las gracias a los asistentes y, como ellos, se arrodilló en señal de respeto y perdón a la comunidad afroamericana. Cuando le preguntaron esta semana a Trudeau por la actuación de Trump en las manifestaciones, después de un silencio de más de 20 segundos, hizo un llamamiento a la unidad.

Justin Trudeau se arrodilla en una manifestación en solidaridad con la comunidad afroamericana.

Otoño al rojo vivo

Estas protestas de ahora cobran nuevo vigor en algunos lugares (Chile o Hong Kong) pero los problemas que las dan forma vienen de antes de la pandemia. En otros sitios estarán muy vinculadas a los efectos económicos, y no solo en democracias, también en regímenes en regímenes autocráticos como Marruecos.

En Europa la radicalización cristalizará probablemente en otoño y ligada a la crisis. "La precariedad y la nueva pobreza puede general radicalismo: entre los que se han quedado descolgados pero también entre la derecha extrema", afirma Martí i Puig.

En España, por ejemplo, hay muchos sectores muy afectados: la hostelería, el turismo, los autónomos en general, la educación y los sanitarios también. En realidad hay pocos que no vayan a sufrir los efectos de la crisis. Estados Unidos tiene capacidad de recuperar el empleo rápidamente, pero España no. Solo el Plan Marshall de la UE puede servir de colchón para amortiguar el golpe.