Este viernes acaba una era en la televisión: Sálvame se emitirá por última vez en Telecinco. Para despedirse tras 3.638 tardes acompañando a la audiencia durante más de 14 años, La Fábrica de la Rele ha preparado un programa especial que podrá seguirse desde las 16:45 horas. Las presentadoras del mismo serán Adela González, Terelu Campos y María Patiño; y el hilo conductor de la escaleta será la noche de San Juan.

Como si se tratara de una fiesta ibicenca, los colaboradores acudirán vestidos de blanco y, al final de la entrega, quemarán objetos significativos del formato en una hoguera. Contará también con conexiones internacionales con lugares del planeta como Australia, Guinea Ecuatorial, Estados Unidos, Marruecos y Laponia, entre otros. Los protagonistas serán Lydia Lozano, Kiko Hernández, Belén Esteban, Kiko Matamoros, Gema López, Chelo G. Cortés, Antonio Montero, José Antonio Canales Rivera, Pilar Vidal, Carmen Borrego, José Antonio Avilés, Miguel Frigenti, Alonso Caparrós, Rafa Mora, Marta López, Laura Fa, Carmen Alcayde y Víctor Sandoval.

Además, habrá lugar para algunas de las imitaciones más emblemáticas de Josep Ferré y de rostros que han formado parte de la historia del programa, como Cristina Soria, Manolo Zamorano, Ion Aramendi, Jesús Sánchez Martos y Nuria Marín, entre otros. También habrá un momento musical, pues los presentadores y colaboradores entonarán por primera vez la letra de Borrón y cuenta nueva, título del himno del programa compuesto por Alejandro Abad.

Hablamos sobre el formato con Diana Aller, guionista y comunicadora que formó parte de la redacción del programa entre 2010 y 2011.

Pregunta.- ¿Cómo fue su primer contacto con Sálvame?

Respuesta.- Estaba en un momento difícil de mi vida cuando me dieron una oportunidad como redactora. Había sido siempre guionista y esto era como más bajo. El primer día de trabajo me dieron unos brutos para montar de María José Campanario y recuerdo que se me caían las lágrimas, diciendo "madre mía, toda mi vida estudiando y trabajando para estar aquí, qué bajo he caído". Fue una cura de humildad maravillosa. Primero aprendí muchísimo de televisión: sobre cómo manejar un directo, la atención en televisión... Todo esto en lo que La Fábrica de la Tele y Sálvame son expertos. Me encontré un equipo maravilloso y una gente increíble que me ayudaron a superar esa etapa en la que yo estaba tanto profesional como personalmente. Me vino estupendamente. Ahora todo el mundo es como "ay, Sálvame se acaba, qué pena", pero cuando yo empecé a trabajar ahí era poco menos que una vergüenza y cuando decía en público que yo trabajaba en Sálvame había un silencio incómodo. La gente tiende a juzgar que un programa sea de corazón. El de Sálvame es un ambiente laboral totalmente horizontal, ahí hasta el último becario opina y es escuchado de la misma forma que un director. Es una forma de trabajo a la que no estamos acostumbrados en televisión.

"En otros programas se suelen ocultar filias políticas o sexuales, pero en 'Sálvame' no había nada que esconder"

diana aller

P.- ¿Eso solo ocurre en Sálvame?

R.- Sí. La manera de aunar todas esas sensibilidades políticas, como el jefe o como lo que sea, es esa, entender una pluralidad en la que todo el mundo cuenta. En determinados programas lo habitual es dejar apartadas tus filias y tus fobias, ya sean sexuales, políticas, religiosas... lo que sea, pero aquí no hay nada que esconder, eres tú con tus circunstancias. Aquí se sueltan las locuras que quieras, tienen un talante muy abierto. Desgraciadamente no es lo habitual y es algo que da mucha riqueza.

P.- Desde fuera, a veces se ve a personajes como Lydia Lozano como víctimas. ¿Es realmente así?

R.- Lo que ha conseguido Sálvame es que trasluzcan dinámicas de grupo que traspasan la pantalla. Cuando los espectadores asignamos un rol a un personaje se queda ahí, y Lydia el rol que ha asumido es el de víctima, pero a mí me gustaría saber en realidad quién es más víctima, a lo mejor Kiko Hernández es mucho más víctima de lo que sería Lozano, que a su manera manipula. Todos desearían ser ella, con esa espontaneidad en las dinámicas que se crean entre ellos, propias de la telerrealidad: hay matones, hay marginados... las mismas dinámicas que en un patio de colegio.

P.- El programa es pionero en hacer de los colaboradores personajes.

R.- Totalmente. Se caracteriza sobre todo por la ruptura de la cuarta pared. Es una especie de prolongación del salón de nuestras casas, vivimos y sentimos con los colaboradores. El resto de programas ha copiado la forma: el griterío, la discusión, el ruido... se han quedado un poco con las maneras, pero no con el trasfondo, que es la espontaneidad y la libertad. Para mí es un programa pionero en ser libre a la hora de expresarse o en buscar vericuetos por los horarios protegidos en la televisión, donde todo está medido, con tanta gente mirando... Han sorteado esos impedimentos para ejercer una libertad de expresión admirable.

P.- ¿Esa libertad es la mayor huella que deja Sálvame o se da en otros formatos?

R.- No, lo que han copiado es la forma de debatir, pero de una manera estandarizada, políticamente correcta, sin un mensaje irónico detrás. El resultado puede estar bien, pero no aporta la novedad, frescura o libertad de Sálvame al inventarse sobre la marcha.

"Otros programas han copiado la forma de 'Sálvame', pero les falta su libertad"

diana aller

P.- Algo que ha ayudado a viralizar Sálvame es su humor.

R.- Estamos acostumbrados a unas frases muy misóginas y muy clasistas, que dicen "hacemos tele para mi madre o para mi abuela", como si fueran idiotas. En Sálvame no solo no se dice esto, sino que se establece una mirada cómplice con el espectador. Se da por hecho, como se hace en cualquier serie de Netflix o en cualquier película de buena factura, que el espectador es un ser inteligente y se establece una mirada directa con él de complicidad, poniendo a los propios colaboradores como los tontos. Sitúa al espectador en un lugar maravilloso, te guiña un ojo y te hace cómplice de una profunda risotada, aunque a veces sea riéndose de un tercero.

P.- ¿Esos códigos hacen que haya llegado a los más jóvenes?

R.- Claro, pasa con Rafa Mora o al ver a alguien disfrazado de Abeja Maya, ridiculizan el propio contenido del programa, son una fábrica de memes y saben conectar con las generaciones más jóvenes y con gente de profesiones liberales.

P.- ¿Cómo valora el fin del programa?

R.- La televisión está profundamente envejecida, tiene otro tipo de público. Esta forma de despedirse es perfecta y mucho mejor que dejar agonizar un formato años y años, sería una pena así. Les ha sobrado desde la pandemia. Creo que ya no es necesario un programa así y que además les va a ir muy bien a todos los trabajadores.

P.- ¿Qué futuro les augura en Netflix, su posible nuevo hogar?

R.- Hagan lo que hagan y donde lo hagan bien estará, han cumplido su función. Ahora se quedarían ya para un nicho de mercado muy nicho y se van por todo lo alto, con un aplauso a la innovación. Si lo hacen en otro sitio será un formato más pequeño y diferente.

P.- ¿Cree que las propuestas que sustituirán el programa, primero presentada por Sandra Barneda y luego por Ana Rosa Quintana, conseguirán hacerse con la audiencia de Sálvame?

R.- Es complicado. Los formatos que vendrán ahora serán más planos, con menos aristas y sin esa fina ironía a la que nos tenían acostumbrados. Mediaset parece que está apostando todo hacia su propia línea editorial, que se basa en realities y corazón, una fórmula agotada y más aún cargándose a Sálvame, que era la punta de flecha y lo que retroalimentaba otros programas un poco cojos o desvalidos. No le veo mucho sentido.

P.- ¿Qué ha cambiado de Sálvame estos años?

R.- La libertad de expresión. Parece una tontería, pero antes no se podían decir según qué cosas. Sálvame ha ayudado mucho a naturalizar con ironía, con metáforas, ha abierto una forma de hablar de todo. Empezó siendo un programa para hablar de realities y al final los propios colaboradores se han convertido en protagonistas. Es un formato líquido propio de la cultura líquida, se va amoldando a las necesidades, se ha ido creando a sí mismo y esto ha sucedido muy pocas veces. Es muy difícil de explicar. Por ejemplo, si alguien viene de fuera y le tienes que explicar que es Sálvame... es muy complicado, sigue haciéndose a base de parches y de una forma muy inteligente. La Fábrica de la Tele lo ha dejado crecer como si fuera una planta salvaje.

"La nueva Mediaset ha arriesgado poco al apostar todo en corazón y 'realities', es una fórmula agotada"

DIANA ALLER

P.- Pero muchos han celebrado "el fin de la telebasura". ¿Por qué?

R.- Eso viene de una intelectualidad que cree que detrás de todo tiene que haber una ética, pero el ocio no es así, a veces te quieres olvidar de todo con tus amigos. Las críticas esconden un profundo y tremendo clasismo muy reduccionista. Se tiende a pensar que es un programa de gente con pocos estudios, con bajo nivel cultural y económico y feminizado. Bajo esa premisa, se está desechando que lo ve mucha más gente, jóvenes, población LGTBI, muchas profesiones liberales, gente con una mirada irónica... y fíjate, que a lo mejor hasta tiene dinero o empresas. Esto esconde un clasismo atroz, se da por hecho que el programa es para gente mayor o migrante, pero ¿qué pasaría si fuera así? Damos por hecho que hay unas élites intelectuales que no ven Sálvame sino programas de debate político, cuando no tiene nada que ver.