"Sí, soy yo al que buscan". César Román Viruete, conocido como el Rey del Cachopo y presunto autor del asesinato de su ex novia Heidi Paz, se entregó con esta frase cuando la Policía dio con él en Zaragoza el 16 noviembre de 2018. Fue localizado en su último lugar de trabajo, un humilde bar de un barrio obrero de la capital aragonesa, bajo una identidad falsa. Durante dos meses, César Román no fue César Román, sino Rafael Rujano Contreras, conocido como Txiki.

No era la primera vez que Román se iba sin dejar rastro. Ya lo había hecho antes. Después de estafar 90.000 euros a Plataforma per Catalunya, un movimiento político liderado por el ultraderechista Josep Anglada, se esfumó. Recaló en Málaga, donde presidió varias asociaciones de vecinos y autónomos. Allí, el Rey del Cachopo, que todavía no era tal, regentaba varios locales e incluso abrió una revista, Ahora Málaga, en la que, además de copiar las noticias que publicaban el resto de publicaciones locales, daba rienda suelta a sus no pocas ambiciones políticas. Esta etapa andaluza concluyó con varios pufos y, de nuevo, con su desaparición.

César Román quiso ser político. De hecho, tenía una extraña obsesión con el primer presidente de la democracia española, Adolfo Suárez. Como él, Román había pertenecido a la Falange, formación de la que el ahora preso fue expulsado. El Rey del Cachopo es una persona con "evidentes rasgos narcisistas y, en ocasiones, megalómanos", desvela el peritaje psicológico encargado por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 8 de Madrid después de que su exnovia Natividad le denunciase.

El informe, realizado por una unidad de valoración forense formada por la trabajadora social Nuria Fuertes Escusol y la psicóloga Rebeca Gómez Martín, concluye que Román "no contesta con sinceridad" a las preguntas de las profesionales y que trata de ofrecer una visión idealizada de sí mismo. El Rey del Cachopo no dudaba en asegurar que había coincidido con importantes personajes públicos a lo largo de su vida. Según él, habría salido con la hija de la mano derecha de Alfredo Pérez Rubalcaba y también con la modelo Inés Sastre, y además conoció a Santiago Carrillo y a Ana Rosa Quintana. Esos alardes de grandeza, que no han cesado en su etapa en prisión, le han llevado a hablar con familiaridad de los 'presos VIP' de Soto del Real.

César Román asegura haber coincidido con el que fuera director gerente del Fondo Monetario Internacional y vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato; con el extesorero del PP Luis Bárcenas y con los presos del proceso soberanista de Cataluña. A uno de ellos, Román le gritó durante la hora del almuerzo un "viva España", aunque jura que era una broma. Sin embargo, a las autoridades de la prisión no se lo pareció y decidieron mandarle a aislamiento, según recoge el podcast dedicado al Rey del Cachopo que ha producido Osmos Global en colaboración con Spotify.

Desde ese 'soy al que buscan', César Román ha pasado dos años y medio encerrado de manera provisional en una celda de dos metros cuadrados a la espera de que entre este lunes y el 26 de mayo se celebre su juicio, al que acudirán las nueve personas que conformarán el jurado popular. En Soto del Real ha perdido su libertad, pero también su título nobiliario: el Rey ahora sólo es 'Cachopo'.

Daniel Higueras y el resto de profesionales que han realizado el podcast han conseguido contactar con César Román para que fuese él mismo quien relatase cómo era su vida dentro de la cárcel. César Román se encierra en su habitación después de la cena y espera hasta que deja de escuchar los pasos de los funcionarios de prisiones en los pasillos del ala de los FIES, los presos que exigen un seguimiento especial, para sacar de debajo de su colchón un teléfono móvil del tamaño de un dedo.

En Soto del Real ha perdido su libertad, pero también su título nobiliario: el Rey ahora sólo es 'Cachopo'

"Todos los días son iguales", dice el acusado por asesinato para el que la Fiscalía pide 15 años de prisión y la acusación particular, ejercida por la familia de Heidi Paz, 26. 'Cachopo' duerme tan sólo cuatro horas y es el primero en levantarse para ir a las duchas. "Debo ser el primero del módulo en ducharme, a las seis de la mañana, con lo cual tengo el agua más caliente", explica un hombre de una verborrea imparable. Ya a las 8.30 horas, baja al comedor para desempeñar la labor que se le ha asignado, la de repartir desayunos, comidas y cenas al resto de internos. Román pidió estar en la cocina cuando entró en la cárcel, pero la dirección rechazó su solicitud, ya que sólo los presos que cuentan con la confianza del personal de prisiones ocupan ese puesto.

No se pierde una misa del padre Paulino, un cura muy valorado por presos como Rodrigo Rato, que al abandonar Soto del Real agradeció la "labor espléndida para todos los reclusos" que lleva a cabo este clérigo, o como el expresidente del Barça, Sandro Rosell, absuelto tras pasar más de 600 días en prisión, que dijo del sacerdote que era "un fuera de serie" y que "ojalá existieran más Paulinos en el mundo". César Román comparte esta admiración por el padre y no duda en afirmar que con él ha encontrado "la verdad y la fe".

Este conocido preso, que destaca por su corta estatura -1,52 metros- y por su interminable conversación, pasa los días haciendo deporte, pero también lee, dado que es "uno de mis grandes vicios", dice, y escribe. En prisión, ha terminado un libro "de tema gastronómico, no de recetas, sino de cultura gastronómica" y envía lo que él define como columnas semanales a El Cierre Digital, aunque realmente son cartas que este periódico publica bajo la supervisión directa de su director, Juan Luis Galiacho.

En una de las últimas misivas publicadas, titulada Presunción de culpabilidad, César Román apela a que no se le juzgue antes de tiempo. "Nadie puede juzgar a nadie salvo los jueces", sostiene, para luego lanzar que no se debería olvidar esta consigna, "porque mañana cualquiera también podría estar en el banquillo de los acusados". En el podcast indica que duerme "muy bien, muy tranquilo y muy a gusto; no tengo ningún problema en conciliar el sueño", debido a que tiene "la conciencia muy tranquila". "No he hecho nada", insiste.

El asesinato de Heidi Paz

Heidi y César se conocieron a principios de abril de 2018, cuando ella empezó a trabajar en la sidrería que regentaba el llamado Rey del Cachopo y, a los pocos días, comienzan a salir y a vivir juntos. Mantuvieron una relación durante aproximadamente cuatro meses, según recoge la Fiscalía en su escrito de acusación, al que ha tenido acceso El Independiente. En junio de ese mismo año, Paz, de 25 años, abandona la casa y deja una nota en la que expresa que se marchaba unos días para pensar en la relación. El 5 de agosto, casi a las seis de la madrugada, la joven llama a César Román desde las inmediaciones del madrileño barrio de Legazpi, para después acudir al domicilio del acusado.

El Rey del Cachopo la habría asesinado a Heidi Paz "movido por el hecho de ser mujer" y por "no aceptar que ella quisiera distanciarse de él", según la Fiscalía

Es en ese momento cuando el Ministerio Fiscal considera que el Rey del Cachopo la habría asesinado "movido por el hecho de ser, Heidi Paz, mujer, y no aceptar que ella quisiera distanciarse de él". Después, el hombre que será juzgado por la Audiencia Provincial de Madrid durante 13 sesiones seccionó la cabeza y las extremidades superiores e inferiores del tronco de su expareja y se deshizo de ellos. Nunca se han encontrado esas partes.

Lo que sí se localizó fue un tronco de persona, que al 99,9% las pruebas demuestran que sería el de Heidi Paz, dentro de una maleta en una nave industrial que había sido alquilada por César Román en febrero de 2018. El Rey del Cachopo habría rebanado, según la Fiscalía, los pechos de su novia y habría extraído los implantes de silicona de la joven. El 13 de agosto, quemó el cuerpo y, cuando supo que las autoridades estaban examinando el cuerpo, huyó a Zaragoza.

Además de a los 15 años de prisión que pide el Ministerio Fiscal, César Román se enfrenta a un delito de profanación de un cadáver, con una pena de cinco meses de cárcel, y a indemnizar a los dos hijos de la víctima con 150.000 euros para cada uno. Heidi tenía dos hijos que residen en Honduras. La mayor nació en 2009 y el menor, en 2012.