Tras casi dos décadas de éxito rutilante, la mítica Ellen DeGeneres, una de las presentadoras de la televisión estadounidense más conocidas y respetadas, ha tenido que echar el cierre a su programa The Ellen DeGeneres Show. Después de diecinueve años de triunfos, de escenas icónicas (como aquella de Ellen y Michelle Obama, entonces primera dama, haciendo flexiones juntas), de logros inauditos de audiencia y de unos niveles de popularidad desbordantes, un simple tuit hizo que su prestigio se desplomara casi al instante. Diecisiete temporadas, más de 3.000 episodios (con una audiencia de 4.2 millones de personas cada uno), 60 premios Emmy y más de 170 nominaciones no sirvieron para que Internet se cebara con ella, las audiencias cayeran en picado y tuviera que poner fin a su programa estrella.

Y eso que, hasta hacía poco, Ellen DeGeneres había sido un icono para el país y, sobre todo, para los demócratas. No hay que olvidar que DeGeneres es abiertamente lesbiana (está casada con la actriz Portia de Rossi) y que ha hecho campaña activamente por los derechos de la comunidad LGTBI. Barack Obama le otorgó una de las Presidential Medal of Freedom, las ultraprestigiosas Medallas Presidenciales de la Libertad, el galardón más importante que el presidente de los Estados Unidos puede conceder a una persona civil.

En su caso fue un tuit del comediante Kevin T. Porter, quien la acusó de "grosera" y animó al resto de usuarios de la red a contar sus opiniones de ella, quien provocó su caída. En cuestión de horas, ya había unas 3.000 respuestas en la red donde se acusaba a DeGeneres de ser una jefa tóxica. Lejos de la imagen impoluta, simpática y cercana que se había labrado con los años (su lema era "siempre sé amable"), los internautas la retrataban como una persona ruin y perversa. En menos de veinticuatro horas, Ellen DeGeneres pasó de ser una de las personas más admiradas de los Estados Unidos a una de las más odiadas. Así, sin casi pestañear, Ellen DeGeneres pasó a engrosar la larga lista de famosos que caen en desgracia en cuestión de minutos por lo que en Estados Unidos se llama cultura woke y que aquí hemos traducido por "cultura de la cancelación".

La foto de Ellen DeGeneres con George Bush

Para entender realmente lo que ha pasado, tenemos que remontarnos al año 2019, cuando Ellen DeGeneres acudió a un partido de los Dallas Cowboys y se sentó en el palco de invitados al lado del expresidente George Bush. En fotografías que varios presentes colgaron en Instagram, se veía a ambos muy sonrientes. Rápidamente, la red social se llenó de comentarios criticando a la presentadora por reírse junto a un hombre republicano al que acusaban de ir en contra de la comunidad LGTBI y, sobre todo, de la guerra de Irak. El tema alcanzó tal calibre que la propia presentadora tuvo que salir a defenderse, y en un comunicado alegó que: "Soy amiga de George Bush. De hecho, soy amiga de un montón de gente que no comparte mis mismas creencias. Sólo por qué no esté de acuerdo con alguien en todo no quiere decir que no podamos ser amigos".

Aquel mensaje --claro, rotundo y bastante obvio-- pareció calmar los ánimos, pero algunos famosos, como el actor Mark Ruffalo siguieron sin aceptar las explicaciones. "Lo siento", escribió Ruffalo en Twitter, "pero hasta que George W. Bush no esté en manos de la justicia por crímenes por la guerra de Irak (incluida torturas, muertes a iraquíes y desplazamientos forzados, y las profundas heridas --emocionales y de cualquier otro tipo-- que provocó en los militares que sirvieron a este loco), no podemos comenzar a hablar de amabilidad".

Tampoco pareció convencer demasiado a un podcaster y comediante llamado Kevin T. Porter, el cual escribió un artículo bastante airado en un blog sobre el tema.

Un tuit supuestamente de broma

Pero el asunto no quedó ahí. Pasados los meses, Porter volvió a la carga, esta vez por un tema distinto. El banco de alimentos de los Los Ángeles le había pedido ayuda para recaudar fondos y, en vez de lanzar el típico tuit pidiendo, simplemente, dinero, le intentó dar un tono cómico y escribió: "Ahora mismo necesitamos un poco de amabilidad. Ya sabes, como la amabilidad de la que siempre habla Ellen DeGeneres. Es famosa por ser una de las personas vivas más "mean" (grosera, ruin). Responde a este mensaje con las historias más insanas que hayas escuchado de Ellen siendo grosera y daré dos dólares por cada mensaje al Banco de Alimentos de Los Ángeles".

Dicho y hecho: lo que comenzó como una simple broma que se le ocurrió a Porter en aquel mismo momento (él jura y perjura que no hubo nada premeditado) acabó en cuestión de horas con quejas de miles de personas poniendo de manifiesto un clima laboral supuestamente tóxico en la productora del programa. Tan rápido se llenó Twitter de comentarios, rumores y acusaciones, que los periodistas comenzaron a investigar lo sucedido. La mecha estaba prendida.

Acusaciones, acusaciones, acusaciones

Además de lo que se vertía por Internet, algunos trabajadores del show del programa de Ellen DeGeneres reconocieron que la productora no había sido clara sobre la política de remuneraciones durante el confinamiento (algunos dijeron que se les había dicho que habría reducciones de horas de trabajo y también de sueldo a pesar de que el programa seguía en emisión). Algunas de las treinta personas en plantilla se quejaron de que no habían recibido "comunicación por escrito" sobre pagas y horas de trabajo. Incluso hubo quien comentó que los productores no se habían preocupado por su salud física y mental durante un mes entero.

Más tarde también hubo quejas sobre presunto racismo, miedo e intimidación en el lugar de trabajo. Hubo quien aseguró que lo habían despedido por haber atendido dos funerales familiares. Una persona aseguró que los productores hicieron una vez bromas sobre lo mucho que se parecían dos personas negras entre sí (ambas llevaban trenzas en el pelo) y que aquello podía crear confusión. Otra desveló que uno de los guionistas le dijo que "solo se sabía los nombres de los blancos que trabajan aquí", lo que provocó la risa de los presentes. Otra reconoció que el equipo recibía órdenes de no hablar a Ellen DeGeneres si la veían por la oficina.

Todas las quejas, en realidad, tenían este tono. Y lo más irónico de todo era que ninguna estaba dirigida directamente a Ellen DeGeneres, sino a los productores del programa. Sin embargo, este pequeño matiz no fue obstáculo para que se exigiese su caída. Una empleada que habló a algún medio estadounidense reconoció que DeGeneres no era la responsable directa de lo que tildó como "un ambiente tóxico", pero dado que su nombre aparecía en el título del programa, "tendría que haberse responsabilizado más del ambiente laboral". "Creo que los productores le dicen 'Todo va bien, todos están felices', y ella simplemente se lo cree, pero es su responsabilidad ir más allá", apuntó.

Disculpas públicas

Después de escuchar las críticas, la productora del programa pidió disculpas. También Ellen DeGeneres se disculpó por lo sucedido en una carta por escrito y prometió tomar más nota de lo que sucedía tras las bambalinas. "Le digo a todo el mundo en nuestra primera reunión que el Show de Ellen DeGeneres tiene que ser un lugar de felicidad, donde nadie alce la voz y todo el mundo sea tratado con respeto", decía la misiva. Pero ni siquiera aquel acto de contrición público consiguió salvarla de la hoguera. Para calmar los ánimos, Warner Bros decidió incluso comenzar una investigación formal.

A pesar de que muchos famosos comenzaron a apoyarla públicamente y que se despidieron a algunas personas del equipo productivo, las críticas en las redes sociales llegaron a ser tan incendiarias que la audiencia del programa cayó en picado y Ellen DeGeneres tiró la toalla. El 12 de mayo ella misma hizo público que el programa se acabaría aquella misma temporada. "Cuando eres una persona creativa, necesitas que te reten continuamente. Y, a pesar de lo grande que es este programa, y de lo divertido que es, ya no me resulta un reto".

Fue el adiós de una de las mayores leyendas de la televisión.