Hace ya 11 años de aquel fatídico sábado en el que el londinense barrio de Camdem se llenó de flores y lagrimas al conocer la noticia: Amy Winehouse se unía al funesto club de los 27. Aunque por mucho que los escándalos amarillistas que tanto juego dieron a la prensa enlodazaran la belleza que se escondía bajo la superficie, su leyenda va mucho más allá de una prematura muerte.

Primero fue Frank (2003), ese homenaje dedicado a su adorado Sinatra en el que una joven talentosa de 21 años deslumbraba con la potencia arrolladora de su voz. Descubriéndose como una suerte de Ella Fitzgerald contemporánea, no tenía ningún reparo en combinar la elegancia aterciopelada de su voz, con la chulería descarada de suburbio del norte de Londres. Aquella Amy absorbente y sensual cantaba, entre otras baladas, que su hombre, "debería ser más fuerte que ella" (Stronger Than Me).

Demasiado fuerte fue su adicción a Blake Fielder-Civil, el pobre diablo del que se enamoró perdidamente y que la introdujo a las drogas duras. También fueron especialmente fuertes las ganas de agradar a su padre Mitch, aquel hombre que desapareció durante su infancia y que tuvo la cortesía de reaparecer cuando más brillaba su música y peor estaba su salud, para decir que su hija no necesitaba ir a rehabilitación.

Fue hace exactamente 12 años, el 27 de octubre de 2006, cuando el fenómeno Amy Winehouse llegó a lo más alto gracias al lanzamiento de Back to Black. Si su primer álbum era eminentemente jazz con reminiscencias R&B, su segundo trabajo es una explosión soul, donde "la vuelta al negro" de Amy tiene un envoltorio claramente sesentero, en el que sus honestas y desgarradoras letras desnudan un alma delicadamente vulnerable.

Si Frank era jazz, Fitzgerald y Holiday; Back to Black es Motown, Etta James y Aretha Franklin. Este álbum fue la precoz culminación de una estrella mundial y es que el trabajo que resultó de la voz y las letras de Amy Winehouse, junto a la producción de Mark Ronson y Salaam Remi consiguió cinco Grammy y ha vendido más de veinte millones de copias.

Es cierto que Back to Black es más comercial que su primer álbum, pero no por ello menos auténtico. A pesar del nombre, el segundo disco de Amy es mucho más colorido que Frank, al menos en lo que al sonido se refiere. El contenido lírico se inspira en las mismas tórridas y tristes historias que hablan de los abusos con las drogas y la intermitencia de las relaciones amorosas.

Este disco contiene las consecuencias de una resaca constante, con su consecuente querencia de penitencia y redención, una carta de amor a lo imposible y una nostalgia perenne por lo que no pudo ser.

Temas como You Know I'm No Good muestran esa Amy a la que conviene no acercarse, mientras la canción que da nombre al disco se adentra en la herida de un corazón herido para explorar ese vacío que deja el amante que prefiere olvidar y volver con su ex. El fin trágico del amor está más presente que nunca en Love Is a Losing Game, pero también hay sitio para una pizca de optimismo agridulce en Tears Dry on Their Own (sample de Ain't No Mountain High Enough incluido) y toda una declaración de fidelidad eterna en Some Unholy War.

El éxito comercial y la historia que lo acompaña hacen que su segundo álbum de estudio sea el pilar sobre el que se ha cimentado gran parte de su reputación como icono pop que revitalizó el panorama musical.

"Las canciones se han escrito literalmente solas", aseguró Amy en un entrevista para la RollingStone. "Todas ellas -continúa- tratan sobre mi relación en ese momento con Blake. Nunca había sentido lo que siento por él por nadie en mi vida. Fue muy catártico, porque me sentía fatal por la forma en que nos tratábamos. Pensé que no volveríamos a vernos. Ahora se ríe de ello. Dice: '¿Cómo que pensaste que no volveríamos a vernos? Nos queremos. Siempre nos hemos querido'. Pero no creo que sea gracioso. Yo me quería morir".

El valor emocional de este álbum reside en la sensibilidad desgarradora de quien desnuda las miserias de su alma, extrayendo temas como la pérdida, la adicción y la desesperanza.

Según explicó su madre, Janis Seaton, en una entrevista para The Sober World, Amy creó el contenido de Back to Black como una forma de curarse, no sólo a sí misma, sino también a Blake.

Es cierto que Amy no consiguió curarse del todo, pero seguro que estuvo cerca. Aun así, la experiencia catártica que brota de Back to Black ha servido desde su lanzamiento y seguirá sirviendo como un bálsamo para todas esas personas que encuentran en la música uno de los mejores refugios para sanar su dolor.