Rosa Díez (Sodupe, Vizcaya, 1952) ha sido uno de los nombres propios de la política española, la cara visible de ese primer intento de ruptura con el bipartidismo en nuestro país que significó la creación de Unión Progreso y Democracia (UPyD). Antes de eso militó en el PSOE (1977-2007), formando parte de una generación de políticos que vieron renacer la democracia española durante la Transición.

Ya retirada de las instituciones, Díez asegura que nunca dejará la política, al menos como ciudadana. También afirma que no tiene ningún interés en saber cómo será recordada. Sin embargo, lo que sí reconoce preocuparle y mucho es la España que quedará tras los cinco años de gobierno de Pedro Sánchez.

Una larga legislatura que la ex diputada se ha encargado de diseccionar en su último libro Caudillo Sánchez. En el lugar de la historia que le corresponde (La Esfera de los Libros). Ante la incapacidad para entender sus actos políticos, Díez ha preferido hacerlo desde una perspectiva más humana y psicológica, pues ve en Sánchez uno de los mayores peligros para el país y por eso busca un diagnóstico que sirva para prevenir y protegerse de su "personalidad psicópata, narcisista y maquiavélica".

Portada de 'Caudillo Sánchez'

Pregunta.- La portada muestra a Sánchez caracterizado como Lenin y en el título hay una clara referencia a Franco, ¿no son unas comparaciones un poco fuertes para esta época?

Respuesta.- Lo realmente fuerte son los hechos. En el libro no estoy dando una opinión, de hecho al principio trato de trasladar lo que está acreditado por la psicología, cuando se juntan tres factores: la psicopatía, el maquiavelismo y el narcisismo, se entiende que forma una personalidad descrita como la tríada oscura. Más allá de eso, el libro es un relato sobre hechos que él ha protagonizado y las consecuencias que esas decisiones tienen para la sociedad española. La historia de cómo un tipo llega a hacerse con el poder de un partido como el PSOE, insistiendo en lo que comenzó a hacer Zapatero para romper la cohesión entre los españoles y colocarlos en dos trincheras enfrentadas, provocando en las bases un odio a la derecha muy superior al que sienten por los herederos de ETA. Donde Zapatero puso las trincheras Sánchez cava una zanja. Y es que gobierna su partido como un auténtico caudillo, sin ningún tipo de control de nadie. Eso mismo que ha hecho en el PSOE y le ha salido bien, es lo que trata de hacer con el conjunto de la sociedad.

P.- Dice el libro que trata de acercarse a la figura del político desde una perspectiva más humana, ¿qué significa esto?

R.- Es que es un personaje que merece diagnóstico para conocer realmente el alcance de sus capacidades, para prevenirnos y protegernos. Quienes lo analizan con los mismos criterios con los que se analiza a cualquier político se encuentran permanentemente frente a algo que les sorprende. Cuántas veces hemos oído decir: "Esto no lo hará o esto no lo puede hacer" y acaba haciéndolo. Somos seres sociales y necesitamos creer en los demás, creer que la maldad humana no existe per se. Tienes delante a un político que ha llegado al gobierno democráticamente y no se te pasa por la cabeza que pueda usar las instituciones para destruir el sistema. Pero todo lo que hace obedece a una desviación de la personalidad que no es una enfermedad. Un psicópata no es un enfermo, por eso no tiene cura. Actúa sin ningún tipo de remordimiento, de la misma manera que el maquiavélico se caracteriza por tener una actitud cínica y adoptar estrategias cuyo único fin es satisfacer sus intereses, igual que el narcisista es extremadamente vanidoso y cree merecer un estatus especial. A lo largo del libro voy poniendo ejemplos de algunos de sus actos que encajan a la perfección con estas definiciones.

P.- Usted retrata a Pedro Sánchez como psicópata, maquiavélico y narcisista. En ese sentido recuerda un poco al retrato que se ha hecho de Trump desde que emergió como fenómeno político

R.- Es que si te fijas tiene mucho de Trump, sus actos son muy trumpistas. Una de sus estrategias, por ejemplo, es achacar sus propios errores a los demás. Se ha visto en los debates de los últimos días en el Congreso y en el Senado, resulta que el hecho de que sus socios preferentes lleven terroristas en sus listas es culpa del Partido Popular o de Vox. Que estemos hablando de estas cosas en la campaña electoral es culpa de la derecha. Esto es muy populista y desvergonzado, y en ese sentido es muy trumpista.

P.- La pregunta es: ¿Cómo puede entonces el electorado premiar a un político con esas características?

R.- El populismo es algo muy típico en épocas de crisis. Los psicólogos a los que cito dicen que personajes con este tipo de personalidad tienen muchas posibilidades de triunfar en la política. Precisamente porque no tienen límites y normalmente quien se enfrenta a ellos sí los tiene. Uno de estos ejemplos es el episodio que cuento en el libro de las primarias que le ganó a Madina, aun sabiendo que Sánchez mentía en asuntos como su currículum o las alianzas que hacía en la sombra, Edu prefirió no hacer juego sucio. Pensó: "Si me comporto como él seré como él".

Hay que ser un vanidoso absoluto para estar en un homenaje a una muerta y hablar de sí mismo y de cómo pasará a la historia

P.- También hay una tendencia hacia la idolatría y el icono pop en la política, que políticos como Sánchez, Díaz o Ayuso han sabido aprovechar a la perfección.

R.- Todo el mundo busca referentes, pero una cosa es que consideres a alguien un líder y otra cosa es que un dirigente político se considere por encima de la ley y se ponga ese traje. No creo que sean comparables ninguno de ellos, cada cual en su aspecto, pero es que Sánchez se pone ese traje. No es que quiera pasar a la historia, que ya de por sí es algo bastante lamentable, porque mientras tratas de trascender te olvidas de vivir; es que él, en un rasgo de psicopatía, mientras estaban en el homenaje a una muerta, Almudena Grandes, proclamó que pasará a la historia. No dijo: "Yo creo que…, yo aspiro a… Dijo: "Yo pasaré a la historia por haber desenterrado al dictador". Hay que ser un vanidoso absoluto para estar en un homenaje a una muerta y hablar de sí mismo y de cómo pasará a la historia.

P.- Pero eso también es un arma de doble filo para los partidos. En el caso del PSOE, cuesta pensar en líderes con carisma para las elecciones autonómicas y municipales.

R.- El PSOE que hemos conocido como estructura política ahora mismo no existe, es una empresa privada propiedad de Sánchez en gananciales con su señora, en la medida en la que su suegro le pagó las campañas. El Partido Socialista como organización política ha muerto. Él le dio teóricamente el poder a la asamblea y nunca jamás volvió a consultar las bases. Liquidó las competencias del Comité Federal después de ganar las primarias y a partir de ahí él decide, ordena y manda. Es un tipo que desprecia las instituciones democráticas, desprecia todo aquello que no puede controlar. Por eso, si alguien quiere ser candidato socialista para las elecciones tiene que demostrar más odio a la derecha que a los terroristas o los golpistas. Los miembros críticos del partido no tienen ninguna posibilidad de ir en listas. Luego estamos en una campaña en la que la mayor parte de los candidatos hace malabares para no coincidir en un mitin con Sánchez.

P.- Hablemos del efecto Sánchez en la política vasca. ¿Hasta qué punto puede ser responsable de lo que ha ocurrido con la inclusión de terroristas en las listas de Bildu?

R.- Sánchez los ha blanqueado, los ha llamado a ser socios preferentes, ha llegado a decir que están en el cuarto de máquinas del Estado. No es que haya hecho acuerdos puntuales con ellos, los ha convertido en unos aliados estratégicos. Precisamente porque tienen la misma estrategia: demoler el Estado del 78. Les ha cedido el protagonismo y la capacidad de ser quienes dictaminen lo que es democrático o no en nuestra memoria. Lo último que ha hecho ha sido acordar con ellos la Ley de Vivienda. Le ha dado a Bildu la posibilidad de que fueran ellos quienes presentaran el acuerdo para que saliera adelante la ley, cosa que tiene una cierta lógica porque la estancia en La Moncloa se la paga Bildu. Si el presidente de España les tiene como una organización no solo democrática sino progresista, socio preferente y con quien gobierna en Navarra, ¿por qué va a cambiar Bildu su forma de comportarse? Al final es un partido que tiene en su dirección a terroristas, reivindica la historia de ETA y organiza homenajes a los terroristas. Que Bildu los lleve en las listas es lo lógico y el PSOE les ha dado ese espacio.

Sánchez ha elegido a sus socios y los ha elegido precisamente porque comparten un mismo objetivo, que es demoler el sistema del 78

P.- Usted ha dicho en alguna ocasión que Sánchez tiene miedo de "las chicas de Podemos". ¿Pero acaso no ha sido Podemos el mejor chivo expiatorio durante su mandato?

R.- Sánchez no estuvo en la reforma del sí es sí porque votar en contra de su ley era votar en contra de sí mismo, por no rectificarse. Me refería a que tenía miedo de lo que le podían decir. Él no podía arriesgarse a escuchar lo que estas le podían decir en público. Ya en ocasiones tiene la mandíbula que parece que se le va a quebrar y estar ahí sentado sin poderles contestar o cesarlas iba a ser demasiado duro. En el fondo es un gesto de cobardía. Respecto a lo de Podemos, es verdad que ha sido su chivo expiatorio y eso es culpa de todos, pero también de los periodistas, por esta manía de salvar al soldado Sánchez y de pensar que el malo siempre es Podemos, los golpistas o los bilduetarras... Él ha elegido a sus socios y los ha elegido precisamente porque comparten un mismo objetivo, que es demoler el sistema del 78.

P.- Ahora parece que se acerca el final de su legislatura y las encuestas apuntan a que es muy posible que pierda el poder. ¿Cree que si pierde se le podrá dar por acabado políticamente?

R.- Fue un error que lo dieran por muerto cuando lo echaron del Comité Federal, pero yo creo que si pierde las elecciones perderá muchos de los apoyos que tiene dentro del partido y le han permitido dirigir asumiendo absolutamente todo el poder. Aun así, lo que hay que hacer después de las elecciones es dejar de pensar en Sánchez y pensar en reparar su obra. A mí no me importa lo que será de él, me importa que nos demos cuenta de lo que nos ha dejado y que nos pongamos a trabajar para devolver a este país a la senda que le corresponde. Un país que ya hizo la Transición y que ya hizo lo que tenía que hacer para recuperar la libertad.

P.- En el caso de que termine aquí su mandato, ¿por dónde habría que empezar para reparar los daños que dice que ha sufrido el sistema del 78?

R.- Como todas las enfermedades, la primera medida para curarse parte de realizar un diagnóstico correcto. De la crisis económica saldremos más pronto que tarde, pero de la crisis política y de valores que nos ha dejado este tipo, nos va a costar más tiempo.