En 1996 el editor Barry Cunningham aceptó un manuscrito que llevaba pasando de editorial en editorial desde hacía meses. Se trataba de 'Harry Potter' y su autora era Joanne Rowling. Cunningham solo le puso una condición para publicarlo: cambiar su nombre por unas iniciales para que una firma femenina no provocara el rechazo de los lectores. Rowling aceptó.
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