Ondeaban señeras de las de antes, de las cuatribarradas sin estrellas. El calendario, marcado en rojo, entonces sí por todos los catalanes, conmemoraba la última defensa de Barcelona ante las tropas de Felipe de Borbón el 11 de setiembre de 1714, dentro del contexto de la conocida como Guerra de Sucesión Española. Los niños, vestidos de pubill o de pubilla, escuchaban el porqué de la festividad desde la butaca de un teatro o alrededor de un cuentacuentos. Y los ‘gegants’ salían a la calle como lo hacen todavía en las verbenas populares, esquivando a ritmo de gralla los corros de Sardana o a quienes aprovechaban la gratuidad de ese día para visitar el conjunto arqueológico del Born, el Parque Güell o la entrada lateral gótica del Palau de la Generalitat. En el 11 de setiembre no había dragones, ni libros, ni rosas, ni princesas, pero se respiraba un ápice de carácter cultural o elegíaco teñido ahora de una protesta secesionista y símbolos partidistas.

La primera celebración de la Diada en Cataluña se remonta a 1886. Allí estaba el dramaturgo Àngel Gimerà o el político Valentí Almirall. Se recordaba entonces, en un acto de autoformación de la identidad catalana, como España se sumió en la batalla conocida como Guerra de Sucesión tras la muerte sin descendencia de Carlos II de Habsburgo, como tras el Tratado de Utrech de 1713 todo se resumió con Felipe V de Borbón como rey de España, y como éste exigió la rendición de la ciudad de Barcelona -que seguía siendo fiel al archiduque Carlos de Austria (el otro aspirante al trono)-, durante 14 meses. Aquella fue una celebración más religiosa que histórica y más histórica que política, pero recordó a los caídos como héroes defensores de la lengua, instituciones y de los fueros históricos de la Cataluña 'rica y plena' de Els Segadors: «Lo de 1886 fue una celebración catalanista, pero católica y conservadora», explica Javier Barraycoa, sociólogo y politólogo, en su libro Cataluña Hispana. «Se celebró una Santa Misa en la parroquia de Santa María del Mar, en cuyo cementerio (El Fossar de les Moreres) se hallaban enterrados muchos de los que defendieron la ciudad en 1714».

Primeras fotografías de la conmemoración del 11 de septiembre (Diada Nacional de Cataluña). Imagen de archivo

Con los años, aquel recuerdo se convirtió en una estatua dedicada a Rafael Casanova, jurista y máxima autoridad militar y política durante el sitio borbónico de Barcelona, y en esculturas a personalidades ilustres entre las que destacan el arquitecto Jaume Fabre o el pintor barroco Antoni Viladomat (Barcelona, 1678 – Barcelona,1755). También en conferencias, discursos, obras de teatro o arte, cantos, y lecturas de poemas de un catalán silenciado después con el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, y la posterior dictadura Franquista.

Reivindicación antifranquista

La celebración del 11 de septiembre estuvo prohibida durante el franquismo. La primera celebración legal de la Diada después de la dictadura fue un acto masivo en Sant Boi de Llobregat el 11 de septiembre de 1976 convocado por la Asamblea de Catalunya, que agrupaba a los partidos y sindicatos catalanes.

Tras la dictadura, llegó el clamor popular bajo el lema 'Llibertat, Amnistía i Estatut d’Autonomía', que se extendió por todas partes y acabó cuajando en el Estado Autonómico. Aquel fue el primer giro político a una Diada que «se ha pintado con los años como una lucha por las libertades catalanas, pero combatían por las libertades de toda España. Casanova no combatió por la independencia catalana, sino por una España libre de Francia, como luego ratificó el bando de los Tres Comunes de Barcelona», apunta el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Deusto y Premio Nacional de Historia, Fernando García de Cortázar, en el libro Los mitos de la Historia de España (2003).

Los nacionalismos necesitan una historia y un pasado propio que no tienen»

Fernando García de Cortázar

La Diada se convirtió entonces en una fecha señalada para la oposición antifranquista, y aunque pronto volvieron los homenajes a Casanova y la vertiente más cultural de la festividad, la reivindicación política se hizo cada vez más fuerte. Por aquel entonces, ya se organizaban manifestaciones de apoyo a la secesión, aunque con un seguimiento marginal. La 'diadas' pasaron de ser reivindicativas en lo social y cultural, a ser cada vez más reivindicativas en lo nacional e ideológico: «La Diada, como el Guadiana, aparece y desaparece, al compás de la política».

2012, la estocada definitiva

Las sardanas, las torres humanas o 'castellers', los conciertos, paseos o cervezas al fresco de setiembre, pasaron irremediablemente a un segundo plano. Nada quedaba de lo histórico. El franquismo también volvió en los discursos, y todo lo cultural portaba en sí mismo una señera estrellada y un grito de Independencia. El 11 de setiembre de 2012, marcó un hito en la crónica del independentismo catalán y del día Oficial de la Comunidad que muchos dejaron de considerar suyo: «La Cataluña profunda es la sociedad más tradicional de España. El nacionalismo ha adulterado la visión del conflicto de 1714 y convertido el 11 de setiembre en su fiesta. Los nacionalismos necesitan una historia y un pasado propio que no tienen. Cuando el poder se dedica a crear una doctrina y a convertirla en el discurso oficial, rodeada de las parafernalias de un culto colectivo, de masas, está en la senda de sacrificar la libertad y entrar en el autoritarismo».

Varios centenares de manifestantes participan en esta concentración frente al Parlament convocada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC). EFE EFE

Desde entonces, el arte dejó de tener sentido más allá de conseguir la mejor fotografía para la mejor representación de cuánta gente había allí gritando aquel lema que rompió con todas las previsiones: 'Cataluña, próximo Estado de Europa'. Y lo mismo pasó con la cultura, que empezó a ocupar la zona baja de la agenda institucional que ahora lleva como protagonista el 'procés', y recuerdo de un 1-O fallido que «volverá».

La del próximo 11 de septiembre será la primera Diada que se celebra en cuatro años con los políticos condenados por el procés libres; la primera también tras unas elecciones autonómicas que han dado la vuelta al tándem independentista

Sin ir más lejos, la del próximo 11 de setiembre, primera Diada que se celebra en cuatro años con los políticos condenados por el 'procés' libres y bajo el lema «Luchemos y ganemos la independencia» que pretende «convertir la Diada en un nuevo ejemplo de la fuerza de la gente de demostrar la fuerza del independentismo y canalizarla hacia la mesa de negociaciones de la próxima semana» tal y como aseguraba este lunes la portavoz de ERC, Marta Vilalta, la agenda institucional contempla, junto a la tradicional ofrenda floral del Gobierno y mesa del Parlamento ante el monumento de Rafael Casanova, un único acto cultural como cierre a la jornada, que tendrá lugar frente a las cuatro columnas de Josep Puig y Cadafalch, y contará con la dirección artística de Marta Bayarri y la dirección musical de Jofre Bardagí, a cargo de diversas actuaciones artísticas.