Evacuaron a los 167 indígenas que vivían en las islas y eligieron dos fechas: el 1 de julio y el 25 de julio de 1946. Bajo el nombre de Operación Crossroads, un año después de que Estados Unidos lanzará las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, en el Atolón Bikini del océano Pacífico se colocaron 100 barcos, aunque se utilizaron más de 240, y más de 5.000 animales para lanzar dos bombas de 20 kilotones, 5 más que las que habían lanzado sobre Japón.

Era una prueba termonuclear donde primero se lanzó Gilda, una bomba que llevaba dibujada la imagen de Rita Hayworth interpretando este papel, y 24 días más tarde, Helena, en referencia a Helena de Troya, el personaje mitológico por el que se desató la guerra descrita en La Iliada.

Las columnas de agua radiactiva que provocaron aquellas explosiones llegaron a los barcos con animales. Muchos salieron por los aires, otros murieron quemados por las explosiones y los que quedaron vivos no tardaron en perecer a causa de la radiactividad. Los barcos, que en parte eran alemanes o japoneses y que pertenecían a Estados Unidos tras haber sido capturados en la Segunda Guerra Mundial, tampoco resultaron bien parados.

Las consecuencias se vieron a corto y largo plazo. En esta operación participaron también 42.000 personas y se calcula que su esperanza de vida se redujo en unos 3 meses por la radiación. Además, las tierras y aguas que se encontraban alrededor de las explosiones dejaron de ser aptas para la agricultura y la pesca.

Y no sólo eso: aunque en 1974 tres familias decidieron regresar, sólo consiguieron vivir allí cuatro años, ya que la cantidad de radiactividad que habían acumulado tras comer alimentos contaminados tras las exposiciones les hizo enfermar. Desde entonces, aquellas tierras permanecen deshabitadas.

El proyecto pretendía investigar qué efectos tendrían las explosiones nucleares en los barcos y buques de la Armada

Las pruebas fueron conocidas como Able y Baker. Sus responsables eligieron aquel arrecife de coral en forma de anillo en el Pacífico central, que pertenece a las Islas Marshall, para investigar qué efectos tendrían las explosiones nucleares en los barcos y buques de la Armada. Para ello, detonaron una de las bombas a 27 metros de profundidad.

Tal y como explicó la científica y analista política Jennifer Knox a la revista Newsweek, "algunos animales se usaron no sólo para estudiar los efectos de la radiación en un individuo, sino también las consecuencias a largo plazo para la salud de las generaciones posteriores". Por ello, «los animales se colocaron a diferentes distancias de la explosión nuclear o se protegieron con diferentes tipos de materiales, cambiando la dosis de radiación que recibieron y su exposición a la misma».

Quisieron tener también constancia fotográfica de todo lo que ocurría, por lo que se instalaron cámaras con detectores de radiación y recolectores de muestras de aire en distintos mecanismos para no poner en peligro a los pilotos de los aviones. Además, las fotografías de todo el proceso de detonación se tomaron por control remoto desde otras islas del atolón, en total más de 50.000.

Con toda esta información Estados Unidos ya tenía plena constancia de que su Armada se vería diezmada por un ataque nuclear, pero quisieron investigar un poco más. Para ello, uno de los barcos que se habían utilizado, el USS Independence, fue remolcado a San Francisco para analizar los efectos que las bombas habían tenido en él. Como publicó El País, tras el hallazgo de este buque por el arqueólogo marino James Delgado en el lugar donde años más tarde lo habían hundido para evitar su radiación, la primera bomba que detonó a 600 metros de distancia provocó la destrucción de los aviones que se encontraban en él, de todos los animales que llevaba y de su cubierta; además de que provocó la detonación de los torpedos que llevaban en la popa. La segunda terminó por arrasarlo casi por completo, dejando sólo su esqueleto de hierro.