Cuando se divorciaron, Napoleón Bonaparte se pasó días llorando y deprimido. La dejó porque no le daba un heredero después de 13 años de amor absoluto y entró en una nube negra de la que dicen que sólo salió durante alguna racha de entusiasmo político (y sexual). Ella había sido difícil al principio. Infiel, tremendamente independiente para la época, divorciada, con dos hijos... tardó años en comprender que el hombre con el que se había casado en segundas nupcias era más que un marido de cara a la galería. Tardó años en sentir que era el amor de su vida.

La historia de Josefina es peculiar, tanto por la época como por la persona a la que enamoró tan perdidamente que juró abandonar la batalla si ella no acudía a verle. Ahora, parte de su romance lo cuenta Ridley Scott en la película Napoleón, o por lo menos eso nos deja intuir un trailer del filme que se estrena el próximo 22 de noviembre, en el que a la emperatriz es interpretada por Vanessa Kirby (conocida por su papel de la princesa Margarita en The Crown o el protagonista de Fragmentos de una mujer) y que ya ha movilizado a muchos fanáticos del francés.

Un 23 de junio de 1763 nació como Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie, en una familia que había hecho dinero gracias a una plantación de azúcar en Les Trois Ilets. Ella fue la mayor de los cuatro hijos del matrimonio La Pagerie y desde muy pequeña su intención fue la de abandonar aquel lugar y acudir a ese París ruidoso y divertido del que tanto oía hablar. Pensó que quizás el dinero de sus padres le permitiría una salida a través de un buen matrimonio pero un huracán acabó con todo lo que tenían y también con el sueño de un marido urbanita que la llevará a los salones y a los cafés.

O casi. Porque la familia decidió mantener las apariencias, fingir que vivían con un lujo del que carecían y consiguieron que el vizconde Alexandre de Beauharnais se comprometiera con su hija mayor, que acabó perdidamente enamorada de él y a la que él detestó en público y en privado desde el primer día.

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La hija de Josefina, Hortense de Beauharnais. 

Pese a esa falta de atracción, los historiadores dicen que él era un joven apuesto y ella no era muy agraciada, y a esa diferencia de modales ya que Josephine era vista como una aldeana; tuvieron dos hijos (que se convertirían años más tarde en Eugenio, duque de Leuchtenberg, y Hortensia, reina de Holanda) y estuvieron juntos hasta que Alexandre, tras el nacimiento de su hija pequeña de manera prematura, la denunció por infidelidades y le pidió el divorcio. Ella no se achantó y comenzó una querella contra su exmarido mientras se refugiaba en el convento de Panthemont y mejoraba sus modales.

Al final ganó y consiguió salir de allí con una renta de 5.000 francos y con el nombre algo más limpio de lo esperado, aunque con ansias de hombres más jóvenes y más apasionados que tardó poco en calmar. Su relación pasó por varias fases después de aquello y todas relacionadas con los cambios políticos que vivía el país. Primero la Caída de la Bastilla, luego la Convención Nacional que llevó a Luis XVI a la guillotina y la posterior caída de la popularidad de Alexandre como jefe del Ejército del Rin que le llevó a él y a su exmujer, por la ley de Sospechosos, a compartir cárcel. Josephine consiguió salir viva, a él le cortaron la cabeza en 1794.

Fue al año de quedarse viuda, y a través de su nuevo amante Paul Barras, cuando conoció a Napoleón. "Si bien en agosto de 1975 Bonaparte la conoce en el salón de madame Tallien, su relación con ella empezaría a partir de octubre. Josefina era una criolla de treinta y cinco años, viuda de un general, madre de dos hijos, estuvo encarcelada y luego liberada tras la caída de Robespierre y para Bonaparte el embrujo fue inmediato", cuenta Ernest Bendriss en su libro Eso no estaba en mi libro de Napoleón (Almuzara), que acaba de publicarse.

Tras una noche de supuesta pasión, él le escribe: "Siete de la mañana. Me despierto lleno de ti. Tu retrato y el recuerdo de la embriagadora velada de anoche no han permitido que mis sentidos descansen. ¡Dulce e incomparable Josefina, qué extraño efecto causáis en mi corazón! (...) Entretanto, mio dolce amor, recibe mil besos, pero no me des ninguno, pues queman mi sangre".

El amor fue a más y más hasta que él le pidió que se casaran y la ceremonia civil se celebró el 9 de marzo de 1796, dos días antes de que Bonaparte tuviera que partir a Italia y de que ella empezase a pasar las noches con un joven teniente de húsares, Hippolyte Charles, del que se enamoró más que de su reciente marido.

"¿Cómo quieres, vida mía, que no esté triste? No hay cartas tuyas; solo recibo una cada cuatro días, y si me amaras, me escribirías dos veces al día"

NAPOLEÓN A JOSEFINA, EN ABRIL DE 1796

Napoleón no dejó de enviarle cartas en su ausencia, algunas eróticas, otras desesperadas. "¿Cómo quieres, vida mía, que no esté triste? No hay cartas tuyas; solo recibo una cada cuatro días, y si me amaras, me escribirías dos veces al día. Un beso en la boca, o en tu corazón. No hay nadie más que yo, ¿no es cierto? Y otro en tu seno", le dice en abril de 1796 y ella se mantuvo parca en palabras y no acudió a verle a Milán, y obligada por Barras, hasta julio.

Parece que tras aquella visita fugaz las cosas mejoraron aunque a su vuelta a París ella siguió fría en sus respuestas. El 21 de noviembre, Bonaparte le escribió: "Sabes muy bien que no olvido mis preciosas visitas; ya sabes, tu bosquecillo negro. Le doy mil besos y espero con impaciencia el momento de encontrarme ahí, todo tuyo. La vida, la felicidad y el placer solo son los que tu me das".

Pero volvió a no contestar y aquella paciencia que parecía inagotable se rompió. Napoleón estalló contra su mujer y le insinuó un posible divorcio. Aquella reacción provocó un miedo terrible en Josefina que decidió ponerse las pilas para no volver a quedarse sola y empezó a querer a ese hombre que en 1804 se convirtió en emperador y que la encumbró a ella como la mujer más poderosa de Francia.

Pero cuando eso ocurrió, cuando ella asentó el corazón y el trono, él ya llevaba años en el candelero del país y los mismos acostándose con actrices, condesas, cantantes... De Giuseppina Grassani a Leonor Denuelle o Marie Waleska, con la que tuvo un hijo, hasta que tras ver que Josefina no le daba un heredero, se divorció de ella en diciembre de 1809 en busca de un "vientre real".

Dicen que lloró perdidamente, que pese a sus ajetreos sexuales la amaba todavía y que jamás perdieron el contacto. Pero a los pocos meses se casó con María Luisa, sobrina nieta de María Antonieta e hija del emperador de Austria, y aunque él propuso mantener a las dos en su casa, su familia se lo impidió y la distancia se hizo cada vez más grande. Como cuenta Bendriss, "el nuevo matrimonio pasa junto dos años completos, lo cual es del todo excepcional en la vida del emperador. El 20 de marzo de 1811, un gran acontecimiento los acerca aún más: el nacimiento del rey de Roma, el heredero tan esperado. Napoleón está exultante. Pero ¿no es esta la felicidad burguesa a la que aspira? Espejismo. En 1814, cuando Napoleón se ve obligado a abdicar, debiendo partir hacia la isla de Elba, el padre de María Luisa le impide reunirse con él. Nunca más se reencontraron".

Con lo que sí se encuentra en aquella isla es con una carta de Josefina. "Sire, aunque ya no comparto vuestras alegrías, vuestra congoja siempre será mía también […]. No puedo resistir la necesidad de deciros esto, así como no podría dejar de amaros con todo mi corazón", le escribió y murió a los pocos meses de tuberculosis. Al volver a París, el médico que la acompañó durante su enfermedad le dijo a Napoleón: "Creo que murió de pena".