Manuel Cerdán llevaba unos meses en Madrid, adonde llegó desde Alicante para estudiar Periodismo, cuando el 20 de diciembre de 1973 una potente bomba estalló en la calle Claudio Coello de Madrid al paso del coche del presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, matándole a él, a su conductor, José Luis Pérez Mogena, y a su escolta, Juan Antonio Bueno Fernández. La acción, reivindicada por ETA, sacudió los cimientos del franquismo, pero nunca se investigó adecuadamente y sus responsables nunca fueron juzgados. La amnistía de 1977 condenó el caso a la impunidad.

Pero con el tiempo, los muchos interrogantes de aquella acción, minuciosamente planificada a pocos metros de la embajada norteamericana, cautivaron la atención de Manuel Cerdán. Este puntal del periodismo de investigación español de las últimas décadas lleva 30 años indagando en el asesinato de Carrero Blanco. En 2003, escribió una serie de reportajes para el diario El Mundo, coincidiendo con el treinta aniversario del magnicidio, germen de un libro que vio la luz en 2013. Ahora lo ha revisado y ampliado, y el resultado, Carrero, 50 años de un magnicidio maldito (Plaza&Janés), aparece en vísperas de que se cumpla medio siglo de aquel atentado que probablemente cambió el curso de la historia de España.

El periodista Manuel Cerdán, autor de 'Carrero, 50 años de un magnicidio maldito'.
El periodista Manuel Cerdán, autor de 'Carrero, 50 años de un magnicidio maldito'.

Un caso "maldito"

"Para mí la muerte de Carrero es el inicio de la Transición", explica en conversación con El Independiente. "Nadie quiso esclarecer adecuadamente el atentado porque interesó a todos. Alguien dejó hacer y alguien tapó lo que dejaron hacer. Nadie investigó, ni siquiera los propios colaboradores de Carrero Blanco en su servicio secreto, el SECED, y no digamos su sucesor, Arias Navarro. Y después, con la amnistía, se olvidó todo. Por eso lo llamo el caso maldito". 

Cerdán establece las semejanzas del quinto magnicidio cometido en España con el primero, igualmente maldito: el de Juan Prim en 1870. "Ocurrió lo mismo: una conspiración antes, para hacerle una encerrona y acribillarle a trabucazos en la calle del Turco, y después: a nadie le interesó la investigación, y menos cuando llegó la Restauración. Lo taparon todo".

"Alguien dejó hacer y alguien tapó lo que dejaron hacer. Nadie investigó. Y después, con la amnistía del 77, se olvidó todo" 

MANUEL CERDÁN

Pregunta.- ¿Qué hay de nuevo en este libro?

R.- Además de ampliar las dudas sobre el magnicidio, descubro la participación de un personaje clave en el preparativo de lo que primero iba a ser el secuestro, abortado porque ETA no se encontró en condiciones de llevarlo a cabo, y luego el asesinato de Carrero Blanco. Se trata de Iñaki Ugalde Aguirresarobe, alias Kaskagorri [pelirrojo]. El es el tercer hombre que hace de puente entre Wilson y Argala, los emisarios de ETA que llegan a Madrid a finales de 1972 con la intención hacer algo gordo, y el sustrato crítico y radical del Partido Comunista representado por el matrimonio formado por el dramaturgo Alfonso Sastre y Eva Forest. Kaskagorri es quien organiza el encuentro en el Hotel Mindanao de Argala con ese personaje al que yo llamo La sombra.

Ese hombre sería la garganta profunda que señaló a Carrero Blanco como víctima propicia y accesible; quien facilitó a los etarras su rutina de movimientos. Entre ellos, el cumplimiento diario y matinal con sus obligaciones de buen cristiano en la iglesia de San Francisco de Borja, en cuyo patio acabó reventado el Dodge Dart del presidente del Gobierno. "Un personaje siniestro que no estaría muy lejos de las cloacas del Estado. Sería probablemente alguien elegido ad hoc, conectado con el poder, o un miembro de la oposición relacionado con el franquismo. He intentado encontrar a La sombra, es una frustración periodística. Lo cierto es que ETA pone la bomba, pero alguien pone las miguitas para que atente contra Carrero". 

P.- Las conspiraciones más complicadas de esclarecer son aquellas en las que se cruzan intereses múltiples, y es el caso del asesinato de Carrero Blanco. No se sabe a quién convenía más su muerte, si a los que deseaban desestabilizar el régimen para precipitar su fin o a la parte del búnker, la facción más reaccionaria del franquismo, que quería retomar el control de su evolución. ¿A quién beneficiaba más la muerte de Carrero?

R.- Esto es como en la novela de Agatha Christie: el muerto tenía puñaladas de todos los sospechosos. En su discurso de fin de año de 1973, Franco dijo aquello de “no hay mal que por bien no venga”. Sería interesante saber quién le escribió aquello, porque Franco ya estaba enfermo y no daba para más: aquellas palabras, de alguna manera, le pusieron el sello de veracidad a la idea de que algo había ocurrido. El atentado de Carrero beneficia a todos, pero yo creo que los que estuvieron detrás querían dar un golpe de Estado y colocar a alguien del ala más rancia del franquismo. La dictadura no era ese bloque pétreo de poder omnímodo que muchas veces se describe, había muchas divisiones y guerras familiares, incluso en el asunto de la sucesión. Carrero apoyaba al príncipe Juan Carlos, pero había un ala integrista en El Pardo que no renunciaba a colocar a Alfonso de Borbón, casado con la nieta de Franco. Sorprendentemente, tras la muerte de Carrero sale potenciado el ministro de la Gobernación, que era el responsable de proteger al presidente. El elegido era otro almirante, amigo íntimo y compañero de pesca de Franco, Nieto Antúnez. Fue presidente in péctore durante dos días, pero a última hora hay una jugada desde dentro y sale elegido Carlos Arias Navarro, que era puro búnker. En aquella época, que yo llamo los años del párkinson, Franco ya no decidía nada, decidía su familia. El Caudillo representaba la degradación del régimen franquista, que estaba en una situación de descomposición.

El exalcalde de Madrid y entonces ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, inaugura el parque que llevó su nombre en el madrileño barrio de Aluche el 26 de julio de 1973.
El exalcalde de Madrid y entonces ministro de la Gobernación, Carlos Arias Navarro, inaugura el parque que llevó su nombre en el madrileño barrio de Aluche el 26 de julio de 1973.

P.- Sigue sorprendiendo, y en el libro da muchos detalles de ello, cómo durante un año los etarras se movieron por Madrid con total impunidad. Se permitían incluso hacer prácticas de tiro en la Casa de Campo.

R.- Ese año pasan por Madrid hasta 30 miembros de ETA, lo más granado de la cúpula, todos fichados por la policía. Alquilan y compran locales, pisos, coches, van armados, convocan el comité ejecutivo de la banda en uno de los pisos francos. Se mueven por la ciudad con total libertad. Para abrir boca y no aburrirse, asaltan a un centinela en la calle Mayor y le roban un fusil cetme, asaltan una armería, una oficina del DNI y se llevan material para hacer documentos y pasaportes. Traen los explosivos desde el País Vasco, se tiran semanas haciendo un túnel a 100 metros de la embajada americana, que tiene un sistema anti vibraciones que detecta cualquier movimiento, y lo finalizan coincidiendo con la llegada a Madrid del secretario de Estado, Henry Kissinger, cuando la ciudad estaba tomada policialmente. Es algo verdaderamente impensable. 

P.- Explica que los informes reservados de los servicios secretos se han destruido, y que los tomos del proceso judicial y del sumario están mermados.

"En España existe un desprecio total por la transparencia: no se desclasifican documentos ni se facilita el trabajo a los investigadores"

R.- Aunque el sumario no se conserva íntegro, hay varios tomos. Pero de todo lo que hubiera sido elaborado y redactado por el SECED, no hay nada. En Moncloa debe de haber algo, porque Presidencia tendría documentos, pero todo eso está desaparecido o no se ha desclasificado. En España existe un desprecio total por la transparencia: no se desclasifican documentos ni se facilita el trabajo a los periodistas y los investigadores. Lo único a lo que se puede acceder es al sumario, cosa que hasta hace diez años tampoco era posible, había que recurrir a relaciones personales para ello. En cambio, a través de la FOIA [Freedom of Information Act, la ley y el servicio que regula y facilita el acceso a la documentación del Gobierno federal norteamericano], Estados Unidos te manda en un sobre todos los documentos que tú pides. También es importante investigar cómo vio ETA el atentado, y yo he tenido acceso a documentos internos y aporto alguno interesante. 

P.- Según usted, de la lectura del proceso se desprende que los interrogatorios parecían más orientados a encubrir que a descubrir. También revela las presiones al juez instructor, Luis de la Torre Arredondo, para controlar las pesquisas en torno a la participación de la CIA o el papel del búnker.

R.- El problema es que la mayoría de los protagonistas han muerto, y a la información sólo se llega por los documentos o por las personas que lo vivieron. Pero cuando hice la serie para el periódico tuve la suerte de poder hablar con personajes como José María Álvarez de Sotomayor, ministro plenipotenciario de la embajada española en París en aquella época. Me contó que un funcionario francés le había ofrecido la detención de Ezquerra y Wilson para entregarlo a España, pero que el entonces embajador y futuro ministro de Exteriores, Pedro Cortina Mauri, lo rechazó. Y no es una invención, porque Sotomayor llegó a informar por escrito a Madrid. Es un escándalo, y una prueba más de que durante años a nadie le interesó esclarecer y hacer justicia con el asesinato de Carrero. Y el sello final fue la amnistía de 1977. Y el asesinato de Argala por el Batallón Vasco Español en el sur de Francia cinco años después del atentado. 

P.- ¿Cuál cree que fue el papel real de EEUU?

R.- Estoy en contra de esas versiones que sugieren que los americanos estaban en el complot, que llegaron a entrar en el túnel y cambiaron la dinamita por una mina anticarros traída de Torrejón. Mi libro no es conspirativo. He intentado enfocar y encauzar cuáles son las dudas y descartar las que he podido. No me invento historias. Lo que sí está claro, por los testimonios que tengo yo (más de los que he trasladado al libro, porque están sin madurar), es que los agentes de la CIA en Madrid, que tenían relación y se iban de copas todas las noches con policías y agentes secretos españoles, dijeron que tenían algún que otro soplo. El PNV, que en aquella época colaboraba con la CIA, se cubre de gloria cuando dice que no ha sido ETA porque si no se habrían enterado. Yo creo que la CIA tuvo el mismo comportamiento que el resto de actores, de dejar hacer, porque no admitían a Carrero Blanco. En el libro aporto documentos desclasificados del Departamento de Estado donde se deja dicho que desde su punto de vista Carrero era una rémora. 

La bomba contra Carrero provocó un enorme socavón en la calle Claudio Coello de Madrid.
La bomba contra Carrero Blanco provocó un enorme socavón en la calle Claudio Coello de Madrid.

P.- Josu Ternera, que participó en el robo de la dinamita, es de los pocos protagonistas vivos que podrían aportar algo de luz sobre este asunto, aunque su participación fuera colateral. 

R.- Pero estuvo en Madrid, participó en el operativo, era miembro de la ejecutiva, estaba al tanto de todo. Se le cita como Josu en las investigaciones y aparece su ficha, que yo reproduzco. Ahora que en el País Vasco es considerado por muchos como un héroe de la Transición, tendría la oportunidad de colaborar con la justicia.

P.- Casi de ponerse una medalla. El atentado contra Carrero Blanco fue considerado por la izquierda antifranquista un acto heroico contra la dictadura.

"Todo el mundo brindó. Entonces ETA no era considerado un grupo terrorista, eran demócratas que formaban parte de la internacional de movimientos de liberación"

R.- Todo el mundo brindó. Entonces ETA no era considerado un grupo terrorista, eran demócratas que formaban parte de la internacional de movimientos de liberación y de bandas que entonces estaban de moda en Europa, como Acción Directa, la Baader Meinhof o las Brigadas Rojas. En España, algún político lo ha verbalizado, se ha hablado de la aportación de ETA a la transición política.

El pasado no se puede juzgar con criterios del presente, pero para los abogados que les defendieron en el proceso de Burgos de 1970 –Miguel Castells, Juan María Bandrés y Fernando Múgica Herzog, asesinado por ETA en 1996– eran luchadores antifranquistas. ETA se valió de la publicidad del proceso de Burgos, un error del Régimen, como los fusilamientos del 75, para lanzar su imagen antifranquista incluso cuando empezaron a matar indiscriminadamente con acciones como el atentado de la calle Correo de septiembre del 74.

P.- En este medio siglo ha especulado mucho con la propia materialidad del atentado. Siempre ha llamado la atención la potencia tan localizada de la explosión bajo el vehículo, capaz de alzarlo verticalmente más de 20 metros para mandarlo al patio de los jesuitas de Serrano.

R.- He leído todos los informes de los peritos, he hablado con expertos, con ingenieros, y la conclusión es que con la cantidad de explosivos que tenían y con la obra adecuada era perfectamente posible. Hicieron un túnel muy estrecho, colocaron los 70 kilos de dinamita en medio de la calle, y un coche aparcado para que el vehículo de Carrero se viera obligado a pasar exactamente por encima de ese punto. Con los explosivos acumulados y tapados con sacos de tierra, hicieron tapón para que la expansión fuera hacia arriba. No deja de sorprender, pero les salió todo redondo, incluido todo el operativo previo. Pese al ruido y el fuerte olor a gas de los que se quejaban los vecinos, pese a que el portero de la finca era policía... Llega el secretario de Estado norteamericano a Madrid y te están haciendo un túnel al lado de la embajada. Es un despropósito. 

El coche de Carrero Blanco, achatarrado en el patio de los Jesuitas de Serrano.
El coche de Carrero Blanco, achatarrado en el patio de los Jesuitas de Serrano.

P.- Usted ha vivido la edad de oro del periodismo en España, y del periodismo de investigación en particular. Hoy, el poder político encaja las revelaciones casi sin dar explicaciones ni depurar responsabilidades. ¿Cómo ve la situación de la profesión? ¿Ha quedado el periodismo de investigación reducido, como critican muchos, a periodismo de filtración?

R.- Cuando en El Mundo publicamos las escuchas del CESID tuvieron que dimitir el vicepresidente del Gobierno, el jefe de los servicios secretos y el ministro de Defensa. Hoy se publican historias tanto o más importantes y no tienen el mismo impacto. Los periodistas tenemos que hacer autocrítica, tenemos parte de responsabilidad, pero no somos culpables. Yo no estoy en contra de las filtraciones. El problema es cuando son espurias, falsas o están contaminadas. La responsabilidad del periodista es contrastar, verificar y situar la información. Creo que estamos en una situación delicada, pero no es culpa de las nuevas generaciones, entre las que hay gente muy preparada y con ansias de trabajar. El poder político tiene más poder que nunca, lo ha contaminado todo, y hay menos margen de libertad a la hora de publicar porque las empresas están más presionadas. Y en la búsqueda de tráfico se publican cosas que no son periodismo. Estamos perjudicando la atracción que el lector y la opinión pública sentía hacia nuestro trabajo. La formación es buena, aunque hay másteres de algunos periódicos que son como madrasas, diseñados para crear profesionales alineados con los intereses del periódico de turno. Los profesionales no están bien pagados. Y no hay reflexión en el seno de la profesión para ver cómo lo estamos haciendo y qué futuro nos espera. Existe una apatía total.