La óptica del presente es engañosa, nos hace creer que la manera en que percibimos la realidad, la sociedad, la actualidad y la historia en nuestro presente será cómo se percibirá en el futuro. Pero la verdad es que nuestra mirada cambia más rápido de lo que pensamos. Sobre mirar al pasado sabemos mucho en España, porque lo hacemos mucho y pocas veces bien. El trauma de la Guerra Civil y los cuarenta años de dictadura nos persigue y sigue dividiendo. 

Qué mirábamos en la historia de la dictadura de Franco al poco de terminar no tiene nada que ver sobre cómo la aborda un historiador que nació cuando el autoproclamado caudillo ya estaba muerto y enterrado. Nicolás Sesma (1977) es historiador y profesor de Historia y civilización españolas en la Universidad Grenoble Alpes y eso es lo que ha hecho en Ni una, ni grande, ni libre (Crítica). Un libro que desvela en su título todas sus intenciones, abordar los bulos de la historia que engrandecen la figura del golpista y dictador que encerró a España en un régimen que alejó al país de Europa durante décadas.

Pregunta: ¿Por qué es que necesitaba una mirada sobre el franquismo de una generación que realmente no la ha vivido?

Respuesta:  Los que nacimos en un sistema democrático teníamos que aportar también nuestra interpretación, porque cada generación trae preguntas nuevas para los mismos fenómenos históricos. La generación de nuestros maestros fue la primera que planteó una serie de preguntas sobre la dictadura. Nosotros, en nuestra generación, nos estamos planteando hasta qué punto se trató de un régimen personalista o de algo más amplio. Es un poco lo que yo trato de contestar en el libro, planteando la dictadura como proyecto más colectivo y no sólo como una obra personal. La siguiente generación son capaces de plantearse preguntas que nosotros no hemos pensado, pues se me pregunta sobre historia social, sobre el papel de las minorías, sobre el proceso de descolonización. Es como una continuidad natural en la profesión de historiadores

P: Las nuevas generaciones, las que más lejos les queda el franquismo, son las que están siendo las víctimas de la desinformación y la manipulación histórica de lo que fue el periodo. ¿Cómo puede evolucionar esta situación?

R: Esto nos transmiten los profesores de secundaria con los que siempre hay que tratar de estar en contacto, porque son ellos un poco los que van viendo la actitud de las nuevas generaciones. En la universidad noto que hay una serie de mitos, sobre la dictadura, que la verdad es que son pura desinformación. Está instalada esa imagen de que durante la dictadura franquista se respetaba mucho al Ejército, por ejemplo. En realidad, las condiciones materiales del Ejército eran muy malas. En esa época los salarios eran muy bajos, el material estaba muy obsoleto. Hay que conseguir transmitir que la democracia española ha tratado mucho mejor al Ejército y mucho mejor a las fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de lo que les trató nunca la dictadura. También se ha instalado la idea de que fue la dictadura la que trajo el desarrollo económico a España. Pues esto no es cierto, porque el desarrollo económico se enmarca dentro de un proceso general de expansión económica que corresponde a la Europa occidental. He escuchado que se dice bueno, nos convertimos en la  novena potencia industrial para España, pero es que antes de la Guerra Civil era la séptima potencia. Además de que el desarrollo económico no puede venir a cualquier precio.

Pregunta: ¿Cómo ves tú la gestión de la memoria histórica en España?

Respuesta: Los procesos de gestión de la memoria son complicados en todos los países, los problemas que tenemos  en España no nos hacen diferentes, son los mismos problemas que hay en Estados Unidos con la gestión de la memoria de la Guerra Civil americana, son muy parecidos a los problemas de gestión de la memoria que puede haber incluso en países democráticos, como la gestión de la Francia de Vichy, de su historia, de la memoria, de la resistencia, que también que está mal comunicada. 

_Hay un proceso de revisionismo de la memoria por parte de la derecha democrática que no se corresponde en nada con lo que está diciendo el mundo profesional y académico.

Dicho esto, en España faltan unos cuantos años para poder abordar estas temáticas, parecía que se había alcanzado un cierto consenso a final de los años 90, con aquel primer Aznar que hablaba en términos elogiosos de Azaña o Luis Cernuda, pero desde la mayoría absoluta del año 2000 hay un proceso de revisionismo de la memoria por parte de la derecha democrática que no se corresponde en nada con lo que está diciendo el mundo profesional de la historia o el mundo académico. La Ley de Memoria Histórica del año 2006 y después la Ley de Memoria Democrática me parecen leyes bastante equilibradas, bastante moderadas y que de alguna manera van en el mismo sentido que en el resto de países democráticos europeos de nuestro entorno. Acaba de derogarse la Ley de Memoria Democrática de mi comunidad [Aragón] y pienso que muchas de las personas que están diciendo que era una ley de la memoria es sectaria o mala  pues simple y llanamente no se la han leído, porque era una ley muy equilibrada que hablaba también de las víctimas de la represión revolucionaria y que establecía, pues, una cierta voluntad de memoria democrática bastante consensual, bastante equilibrada. 

P: Hemos visto cómo en Alemania se habla de reparación —incluso económica— de las empresas que ganaron dinero con el nazismo. ¿Se ha planteado algo así en España?

R: Terminará también por llegar. Las grandes empresas económicas alemanas lo que hicieron fue establecer una serie de fondos de compensación para lo que fue el trabajo esclavo y para lo que fue el aprovechamiento, digamos, del esfuerzo de guerra alemán. Hay también muchas empresas en España que se beneficiaron de la redención de penas con el trabajo y que tuvieron toda una serie de beneficios en el coste por mano de obra. Si surgiera de ellos sería, desde luego, un paso muy positivo. En algún momento se planteará, aunque sea complejo desde el punto de vista jurídico. 

Sería un buen gesto que se abrieran los archivos de las de las grandes empresas y que se pudiera investigar en qué medida accedieron al Patronato de Redención de Penas por Trabajo [institución que reducía penas a los presos de la guerra a cambio de ser mano de obra] y a partir de ahí establecer un fondo de compensación para las familias.

P: Después de estudiar en profundidad el franquismo, qué sabemos que lo que no sabemos, o sea, cuánta información de la guerra se ha perdido o no se tiene.

R: Todavía hay muchas dificultades en el acceso a determinados archivos. Los compañeros que trabajamos en archivos militares o en archivos de la jurisdicción donde mandan los tribunales militares siguen dando problemas de problemas al acceso. Luego todo está el tema de la Ley de secretos oficiales, que sigue impidiendo el acceso a determinados archivos. Por ejemplo, en el proceso judicial que se le hizo a Miguel Hernández, pues se ha malinterpretado el derecho al honor como para borrar los nombres de las personas que participaron en el proceso.

La decisión de sacar a Francisco Franco del Valle de los Caídos y llevarlo a Mingorrubio fue un acierto total

En este sentido sí que hay un intento, un poco de de volver a clasificar toda una serie de documentación que tiene que ser de acceso público y, además, porque hay una cosa muy importante, si no conseguimos tener acceso a las fuentes de los archivos españoles, pues será una historia que se hará desde fuera, se hará con los fondos de los archivos de Estados Unidos, se hará con los fondos de los consulados de Francia o Gran Bretaña. No dejará de ser una historia hecha con fuentes que representan una visión exterior al país. Es mucho mejor poder acceder a un panorama completo, pero sigue habiendo problemas en el acceso. 

Durante la dictadura se confundió mucho lo que era propiedad privada por las instituciones públicas, muchos ministros franquistas, cuando terminaba su mandato, recogían absolutamente toda la documentación que se había generado en el Ministerio durante su mandato y directamente se la llevaban a su casa. Y había una confusión allí, entre la persona que ocupaba el cargo y la propia institución de todos esos archivos privados. En muchas ocasiones no hay acceso a ellos. Tendría que haber una política de Estado coherente e integrada que pusiera al servicio de los ciudadanos todo ese material documental.

P: ¿Fue acertado mover el cuerpo de Franco?

R: Sí, era una anomalía que tuviera una tumba tan monumental. La gestión de los cuerpos de los dictadores no es sencilla en ningún país. El historiador José Manuel Muñoz Seixas tiene un libro que se llama Guaridas del lobo, que compara la gestión de los dictadores y generalmente se suele ir a tumbas más discretas o que pertenecen al ámbito privado de la familia privada. Yo creo que la decisión de sacar a Francisco Franco del Valle de los Caídos y llevarlo a Mingorrubio fue un acierto total que permite una cierta normalización de lo que es la gestión de la memoria de una dictadura.

P: Cómo te imaginas el Valle de los Caídos desde el punto de vista de interés para la para la historia.

R: Pienso que los pasos que se están dando van en la buena dirección, en la conversión del Valle en una forma de centro de interpretación sobre la guerra civil, no sobre la dictadura. Desde luego, lo que tiene que suceder es que las familias que tienen allí a personas enterradas en contra de su voluntad puedan proceder a la exhumación y recuperar los restos de sus familiares. Esto me parece que es el punto de partida de cualquier discusión.

P: Si Franco levantara la cabeza, qué le que le impactaría más de la España actual.

R: Lo que más le lo que más le impactaría sería el avance de derechos ciudadanos que ha habido en España, que ha sido muy grande, superior a otros países europeos, le resultaría sorprendente. Y luego la idea de una España más plural, que es, afortunadamente, bastante diferente a la que él había imaginado.

P: Durante años hemos dicho sobre España que llevamos el reloj histórico atrasado por culpa de los 40 años ¿Seguimos con ese retraso?

R: Siempre se pueden hacer mejor las cosas, pero me parece que la balanza de la democracia española es muy bueno en el avance de derechos civiles, derechos de minorías. El matrimonio homosexual, por ejemplo, llegó diez años antes que en Francia. También muchas de mis alumnas se sorprenden de la legislación contra la violencia de género. Las ciudades se han transformado, se ve de alguna manera. No existen esos barrios de chabolas que podían existir hasta los años 80. Siempre se puede mejorar, desde luego. La fuga de cerebros o el poco aprecio que hay a la ciencia pueden ser factores que se pueden mejorar, pero yo creo que hay que estar razonablemente satisfecho en el balance.

P: Los historiadores que habéis estudiado en profundidad los totalitarismo que arrasaron  Europa el siglo pasado ¿Cómo veis el momento actual? 
R: Si vemos las cosas que han pasado los últimos años con el país, con la pandemia, las crisis económicas, hay una generación que ha vivido prácticamente toda su vida en crisis económica, la crisis de 2008, luego la inflación y la guerra de Ucrania. Es difícil que vuelvan a reproducirse situaciones pasadas, sobre todo porque la solidez de las instituciones es mucho mayor.

Hay elementos para la inquietud, pero hay elementos, también, para la esperanza. Nadie quiere embarcarse en una espiral que sería muy autodestructiva, lo que pasa es que sí, que hay que atender a unas nuevas generaciones que se lo están poniendo muy difícil en términos laborales, en términos salariales, para poder emanciparse, para poder desarrollar un poco su su vida. Hay una deuda pendiente con que las nuevas generaciones puedan encontrar un poco su camino, porque de lo contrario acabarán no confiando en el sistema democrático y entonces buscarán alternativas.