Abrir un libro es abrir las puertas de par en par a un mundo de fantasía, adentrarse en territorios nuevos e inexplorados, conocer personajes de toda condición y dejar volar la imaginación hasta límites insospechados. 

Así ocurre cuando lees La historia interminable de Michael Ende, publicada en 1979. Ya en aquel entonces, llamaba la atención que la grafía estuviera a dos colores. Lo comprendes cuando ves que hay dos mundos, el supuestamente real y la ficción. La tesitura del libro es que ambos se acabarán uniendo en su trama y en sus personajes. 

Pero, creo que, todos o casi todos, conocemos el argumento de esta historia sin final, aunque al final acabe. No me extenderé en sus versiones cinematográficas, si bien, el análisis que hoy nos ocupa está en su iconografía, que con el musical que nos presentan, no desmerecen en nada de sus efectos en el cine. 

En este espectáculo de música en directo, con un elenco de 35 actores, de una escenografía impresionante, de unas voces espléndidas, y de un guion perfectamente adaptado,  todo responde a las expectativas. 

Y no nos quedamos solamente con la historia, entendemos, y admiramos, los símbolos, las metáforas, el poder de la imaginación, los miedos infantiles y las convenciones de adultos, el acoso, los sueños y los deseos, la capacidad de ayuda, la metaliteratura o metahistoria, si es que se puede llamar así a lo que ocurre sobre un libro dentro de otro libro, o unos personajes ficticios con otros, supuestamente, reales. La capacidad de cambiar el destino, la libertad, “haz lo que quieras”, la fuerza de voluntad, el poder de las palabras, la necesidad de que nos cuenten historias. 

Y nos emociona comprobar que no debemos perder la capacidad de asombro. Tanto por este espectacular montaje, como por los personajes creados. “La Nada”, el reino de “Fantasia”, la realidad cruenta en forma de enfermedad, el miedo a los otros y a uno mismo, pero todo con un alarde de medios, fosos, luces, tramoya, coreografías, vestuario, efectos especiales, y los propios personajes como el caballo, la montaña, la tortuga, el dragón Fujur. Se completa la visita a este mágico espectáculo con una pequeña exposición del proceso creativo, fotografías, maquetas, ambientación. 

Un nombre, algo tan sencillo como buscarle un nombre a una princesa aquejada de falta de imaginación que puede acabar contagiando a todo un universo de puertas que se abren. Parece simple, pero cuando esas puertas no se quieren traspasar nos perderemos todo un bagaje de sentimientos, de emociones, de profesionalidad vocal e interpretativa, de buena letra.

«The NeverEnding Story», es una historia que empieza siempre, que no pasa de moda, que crea puentes, que hace soñar despiertos, y que, esperemos, la realidad no supere a la ficción, y todos podamos ser, algún día, “Hijos de la Luna”. 

FICHA ARTÍSTICA

Autoría: Michael Ende

Dramaturgia y Músicas: Félix Amador, Iván Macías

Dirección: Federico Barrios

Producción: Beon

Interpretación: Alex Abad, Briel González, Elena González, Ernesto Pigueiras, Ernesto Santos, Gerard Mínguez, José Guélez, Kristina Alonso, Marta Castro, Nil Carbonell, Noelia Marlo, Pablo Badillo, Ricardo Soler, Rocío Martín, Ruth Ge, Sheila Paz, Tamara Suárez, Zoe Buccolini. 

Espacio: Teatro Calderón