Podemos vuelve a la carga esta semana contra la ondas del wifi. La diputada del partido en Aragón Marta Prades ha presentado una petición a la Comisión de Sanidad de la comunidad para reducir la exposición del alumnado a ciertos campos electromagnéticos. Hace dos años lograron la creación de zonas libres de wifi para la infancia en Vitoria. ¿Qué sustento científico tiene esta lucha? Hasta donde la ciencia ha podido comprobar, y con la actual regulación en la mano, el wifi al que nos exponemos en casa o en los colegios no afecta a la salud humana. Son ondas  que están muy lejos de alterar la salud como los rayos X o la radiactividad.

Comparamos la radiación de un router wifi con la de una bombilla y explicamos cómo llega internet a los dispositivos inalámbricos

 

Tal y como se explica en el vídeo, si nos dan miedo las ondas del wifi de casa, deberían dar miedo las de una bombilla encendida. Son de la misma naturaleza (perturbaciones cíclicas de los campos eléctricos y magnéticos). Pero se distinguen por su longitud y energía. Cuanto más largas, menos energéticas. Pues bien, el wifi está del lado de las poco energéticas (2,5GHz a 5GHz). Son largas y pueden llegar relativamente lejos en el hogar y atravesar paredes. La luz es 'más corta', y tiene mucha más energía (749.000 GHz). Con todo, la exposición normal a ésta no nos hace daño a nivel celular.

Ni el wifi, ni la radio, ni las microondas, ni la luz son tan potentes y están por todas partes

De las radiaciones que no vemos, la radiación ultravioleta, más allá del color morado visible, los rayos X o los de un elemento radiactivo sí que son tan tan energéticos que pueden romper las cadenas de ADN de nuestras células o afectar a los tejidos, provocando que éstas se reproduzcan con defectos y sin control, dando lugar a tumores. Es una cuestión probabilística.

Ni el wifi, ni la radio, ni las microondas, ni la luz son tan potentes. Y los organismos internacionales son bastante restrictivos a la hora de regular la cantidad de radiación a la que nos sometemos. La OMS, que es extremadamente cauta, considera que, en tanto es una tecnología reciente y hay estudios en desarrollo, es una radiación tipo 2B desde el punto de vista cancerígeno. Es decir, causante poco probable del cáncer.