El invierno termina en Australia este lunes 31 de agosto. Con medio año de adelanto, en el hemisferio sur han vivido ya lo que en la otra cara del mundo se espera para dentro de tres meses. La coexistencia del COVID-19 con la epidemia más habitual, la de la gripe estacional. Y lo que dejan sus datos resulta esperanzador: entre enero y mitad de agosto, los laboratorios han registrado 36 muertes por gripe, menos del 10% de las 430 registradas el año anterior. Bajadas similares se han producido en otros países del hemisferio sur como Sudáfrica, Nueva Zelanda o zonas de América del Sur. ¿Es esto una buena noticia para España y Europa?
El virólogo Raúl Ortiz de Lejarazu, ex director del Centro Nacional de Gripe de Valladolid, cree que ésta es "una magnífica noticia para España", aunque se muestra cauto: "Hay que tener en cuenta que Australia ha impuesto unas medidas restrictivas muy estrictas y no sabemos hasta qué punto puede replicarse, pero hay razones para ser optimistas".
Los datos del Departamento de Salud australiano reflejan una caída drástica de las muertes y también de los casos de gripe estacional, que superan el 80% en algunos estados. Una caída que ha venido acompañada de un aumento de la vacunación de la gripe (o al menos de la intención de hacerlo) que llegó a superar el 60% según los datos de la Inmunisation Coalition publicados en marzo.
En España, el Gobierno central ha reforzado por primera vez la compra de vacunas de gripe de las comunidades autónomas con 5,2 millones de dosis, que se sumarán a las habituales de las comunidades autónomas. La campaña de vacunación se adelanta a octubre, además, y se espera aumentar las tasas al 75% de los mayores de 65 años y sanitarios y al 60% de embarazadas y personas con patologías de riesgo. Los primeros en recibir las vacunas serán los mayores que viven en residencias, según anunció el jueves el Ministerio de Sanidad.
Otra de las razones para el optimismo, destaca Lejarazu, es que el efecto de las medidas de prevención (mascarilla, distancia e higiene personal y de superficies) puede tener aún más resultado en la gripe que en el coronavirus. "El número reproductivo básico de la gripe, es decir, la media de individuos a los que un enfermo puede contagiar, es unas tres veces menor que el del COVID y, por tanto, la gripe es mucho más sensible a las medidas de prevención", explica Ortiz de Lejarazu, quien imparte esta semana un curso sobre Vacunas y vacunaciones en la era del COVID-19. "Vacunarse de la gripe, en cualquier caso, tendrá sentido, primero para evitar la sospecha de gripe y para evitar la sobrecarga de los hospitales", concluye.
Aunque la posible coinfección de gripe y COVID-19 es un asunto que preocupa a los especialistas, las evidencias aún son pocas y en algún estudio realizado en España (con apenas cuatro casos) no se reportaron graves complicaciones.
Así lo reflejaron en mayo un equipo de científicos del Hospital Clínic de Barcelona en The Lancet con el estudio de cuatro casos de coinfección de gripe y SARS-Cov2 en España. En el estudio reportaron la evolución y complicaciones de los casos y concluyeron que «no difieren de las encontradas en las infecciones previamente reportadas de COVID-19". Ortiz de Lejarazu indicó a El Independiente tras conocerse este estudio que "afortunadamente en los casos estudiados no se ha observado un agravamiento de las patologías cuando han coincido, pero son muy pocos y falta evidencia para confirmarlo".
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