Amanda Rodríguez-Urrutia es psiquiatra e investigadora en el Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona, donde estudia los mecanismos cerebro-intestinales en patologías como el síndrome del intestino irritable o la depresión. Su interés por este campo empezó a raíz de The second brain (El segundo cerebro), un libro publicado en 1998 por el médico estadounidense Michael Gershon que "descifró que el sistema digestivo funciona realmente como un segundo cerebro. Ahí empezó la investigación en esta interrelación bidireccional, porque ambos cerebros comparten transmisores, receptores y la salud global depende de cómo estén ambos".
La científica acaba de publicar Siente lo que comes. Emociones, alimentación y la extraordinaria conexión mente-intestino, en la que habla ampliamente sobre la microbiota, un término del que cada vez se habla más aunque Rodríguez Urrutia subraya que aún se conoce muy poco: "La microbiota se descubre hace 20 años y ese tiempo en ciencia no es nada".
La microbiota, explica, "es el conjunto de microorganismos que colonizan nuestro cuerpo, cuando nos hablan de ella pensamos en la microbiota intestinal aunque también está la oral, la de la piel o la vaginal en las mujeres. Aunque la intestinal es la más voluminosa porque ahí está el 95% de los microorganismos".
Rodríguez Urrutia explica que "tener una microbiota sana es fundamental para que el cerebro se desarrolle de forma adecuada, sabemos que ratones sin bacterias, desarrollados sin gérmenes o germ free, no se desarrollan adecuadamente. Por eso son tan importantes los primeros dos años de vida, en los que influye tanto si el nacimiento ha sido natural, porque el pequeño recibe en el canal del parto las bacterias de la madre a la leche materna, que es el probiótico por excelencia". Una importancia que no decrece conforme avanzan los años, "de adultos sirve para tener un buen sistema inmunitario, un buen sistema hormonal y un estado emocional sano. La microbiota alterada puede generar estados emocionales alterados e incluso depresivos".
Sobre la microbiota se conoce mucho de para qué sirve pero poco de los mecanismos que subyacen esa relación. "Todo va muy lento porque estudiar la microbiota es súper complejo, porque saber lo que come la gente es muy difícil y aún no tenemos mecanismos para estudiarlo bien, tenemos conocimientos grosso modo, pero necesitamos nuevas técnicas biológicas mucho más finas y ajustadas que aún no tenemos para entender bien los mecanismos de esos microorganismos a tiempo real". La científica compara este retraso con el del campo cerebral, "vamos igualmente lentos porque es imposible acceder a él, non se pueden hacer biopsias como del hígado o del cuello uterino. En muchas enfermedades son diagnósticos clínicos pero no hay pruebas biológicas que las confirmen".
Por ello, a Rodríguez-Urrutia le da "rabia" que muchos se hayan intentado aprovechar de este nuevo campo de conocimiento y en la venta de probióticos, organismos vivos que se pueden tomar y que pueden cambiar la microbiota del individuo. "Se trata como una moda y no es así. Estamos todavía en pañales pero nos espera una revolución en los próximos 10 o 15 años. Es la medicina del futuro en la que al médico tendrán que unirse equipos de ingenieros biomédicos, bioestadísticos, microbiólogos... Es el gran cambio de la medicina que vendrá de la mano del big data y en el que el microbioma [el conjunto de organismos en un entorno particular] tendrá mucho que decir".
Muchas páginas web o profesionales tratan de vender probióticos para tratar enfermedades en las que hay evidencias de microbiota alterada, como el autismo o el TDAH, algo que la autora considera actualmente un error. "No tenemos evidencias que permitan recomendarlos para enfermedades salvo para la depresión, en la que sí hay diversos estudios que ya apoyan su administración, pero hay que ser muy prudentes y siempre prescrito por profesionales sanitarios. De hecho hay literatura que dice que si estás sano, mejor no tomarlos".
Sin embargo, aunque no haya suficientes evidencias sobre los probióticos como tratamiento, la psiquiatra defiende la gran importancia del cuidado de la microbiota a través del estilo de vida: "Lo que sí sabemos es que si te cuidas, si comes y duermes bien, haces ejercicio y evitas el estrés, eso va a impactar en tu microbiota y tu estado emocional".
En su libro recoge hasta qué punto es posible cuidar la microbiota con el estilo de vida y estudios que especifican además qué alimentos son mejores para combatir la depresión. "Hay un estudio muy serio que habla de los alimentos con un índice antidepresivo en los que destacan los berros, las espinacas o las ostras", afirma Rodríguez-Urrutia.
La investigadora es una de las científicas que trabajan en profundizar sobre la causalidad entre enfermedades y microbiota. "Sabemos que en distintas enfermedades mentales está alterada y en el Vall d'Hebrón, para saber si es la alteración de la microbiota la que produce la enfermedad o al revés". Sobre hasta qué punto cambiarán estos conocimientos el abordaje de las enfermedades mentales, la autora de Siente lo que comes cree que "el mero hecho de pensar para un psiquiatra en salir del cerebro, me parece brutal", concluye.
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