El 11 de septiembre de 2015 Miquel Iceta se desató en un baile al puro estilo Belushi en el mitin de apertura de la campaña electoral del 27-S. Al ritmo de Don't stop me now, de Queen, revolucionó las redes sociales y se volvió la estrella más deseada de todas las teles. Más allá de la anécdota, ese baile representa a Iceta en su estado puro, un político sin complejos que vive su vida y vocación política con espontaneidad, valentía y coherencia. Nacido en Barcelona en 1960, lleva toda la vida afiliado en el PSC. Fue concejal del Ayuntamiento de Cornellá de Llobregat en las elecciones municipales de 1987 y después director del Departamento de Análisis del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, con el ahora investigado Narcís Serra. En las elecciones generales de 1996 fue elegido diputado del PSOE por la provincia de Barcelona. Desde 2014 es presidente del PSC.

Miquel Iceta fue el primer diputado en el Congreso que tuvo la valentía de declarar públicamente su homosexualidad, cuando todavía nadie se había atrevido a hacerlo en España. Fue en la campaña de las autonómicas de 1999. Apasionado de los gatos y de la música de Serrat, Bruce Springsteen y Queen,  si un día decidiera abandonar la política, apunta, se dedicaría a viajar por el Tíbet y Nepal. Devora libros y disfruta de sus amigos.

Pregunta.- Lleva usted toda la vida en política. Casi comenzó con pantalones cortos.

Respuesta.- Sí, casi soy el único político profesional de España, llevo muchísimo tiempo...

P.- ¿Y en qué ha cambiado la política en todos estos años?

R.- Al menos en dos cosas. Cuando empezamos no había móviles. Recuerdo aquellas cintas de teletipo perforadas. La comunicación ha cambiado muchísimo, se ha diversificado, se ha hecho más instantánea. Las redes sociales y dispositivos móviles han revolucionado nuestro día a día. Y otra cosa, un cambio ya más de la política en sí. En los primeros años de la democracia había mayor conciencia de qué había que hacer y mayor predisposición al diálogo y a los acuerdos, más claridad en los objetivos y mejor conexión con el conjunto de la sociedad. Yo creo que eso, ahora, se ha perdido, aunque hasta cierto punto es normal. Ya no salimos de una dictadura, las urgencias son otras, se han fragmentado más las audiencias de la comunicación y también de la política.

P.- ¿Ha conseguido realizar los sueños y objetivos que le llevaron a entrar en la política?

R.- Me faltan logros, pero porque nunca hubo un objetivo. Hay gente que nace y dice: ‘Yo quiero ser presidente’, por ejemplo. Yo no. A mí me gusta la política como mecanismo de comunicación y de relación para resolver problemas. Como no se acaban los problemas, por desgracia, pues tampoco se acaban los objetivos. Yo sobre todo tengo la urgencia de sentirme útil. Eso es lo que me mueve, la vocación de servicio.

P.- Al PSC le han votado 500.000 catalanes y tiene 120 alcaldías, entre ellas las de Lleida y Tarragona. ¿Está satisfecho con el resultado de las últimas elecciones?

El PSC se ha quedado en tierra de nadie, en medio. Crecer desde esta situación va a ser difícil

R.- No. Estoy satisfecho sólo en la medida en que las expectativas eran mucho peores. Sacamos un mejor resultado del que todo el mundo nos atribuía, pero no estoy contento. El PSC representaba a un millón y medio de votantes (en elecciones generales) y a un millón en las autonómicas. Y no a medio millón. Hemos de trabajar mucho siendo conscientes de que el pasado no volverá, de que hay unos problemas de fondo de la izquierda en toda Europa que el PSC también tiene. Por otro lado, tenemos un problema entre Cataluña y el resto de España que ha polarizado mucho a la sociedad y en el que el PSC se ha quedado en tierra de nadie, en medio. Crecer desde esta situación va a ser difícil, pero ese es nuestro empeño.

P.- Usted fue el primer diputado que declaró públicamente su homosexualidad. Fue en 1999. ¿Cómo ve la situación en cuanto a respeto y tolerancia en España?

R.- Con preocupación. Desde el punto de vista legal hemos tocado el cielo. En Cataluña, por ejemplo, tenemos una ley antihomofobia, pero no sé si hemos avanzado lo suficiente, vamos, seguro que no, en la cultura popular y cívica, en las costumbres. Veía la agresión a unos jóvenes porque se habían besado y pensaba: ¡Vaya, esto es imposible! Leía unas declaraciones de una ministra sueca que decía que en su país estaban en el top de la igualdad, pero que la violencia de género seguía muy presente. Una de las más altas del mundo. Y eso denota una contradicción: las leyes son buenas, pero, sin embargo, hay intolerancia, hay bullying en las escuelas. Algo nos falta.

P.- ¿Es la educación la que nos falla?

R.- Probablemente. Pero yo sé -y conozco a muchos profesores que han trabajado este tema en el aula- que se están haciendo enormes esfuerzos en ese sentido. Y, a pesar de eso, existe, nuestra sociedad es violenta. Se piensa que ocurre más en los pueblos, pero pasa también en las ciudades. Por eso, nosotros pusimos tanto empeño en aquella asignatura de educación para la ciudadanía, porque creemos en una escuela de valores. Una escuela para que la gente conozca la sociedad y sepa comportarse en ella. Conseguir la igualdad legal no es suficiente.

P.- ¿Cómo aguanta un catalán como usted el haber tenido durante años un president de la Generalitat, como el señor Pujol, que ha sido un símbolo de Cataluña en España y en el mundo durante años y que ahora es el supuesto Padrino de una familia de corruptos?

El hecho de que una persona se corrompa, que se aproveche del poder, no implica que todos los políticos sean corruptos o que todos los nacionalistas lo sean

R.- Con decepción y con tristeza. Yo no he votado nunca a Pujol, pero lamento mucho que quien fue el padre de la autonomía catalana, nos guste o no, nos haya estado engañando durante 23 años. Decepción, pero también lucha para que no se confunda la parte con el todo. El hecho de que una persona se corrompa, él o su familia, que se aprovechen del poder, no implica que todos los políticos sean corruptos o que todos los nacionalistas lo sean. El que es corrupto lo es, independientemente de sus ideas.

P.- Pero lo que estamos viendo traslada la sensación de una mafia organizada, casi sistémica.

R.-Han fallado los que lo han hecho, pero quizá no tenemos todavía las instituciones preparadas, no para evitar que no haya corruptos, pero sí para detectarlos en cuanto aparecen. Todos hemos de reflexionar sobre eso porque todo apunta a que había un sistema muy organizado de financiación. Las campañas son muy caras, había demasiado dinero en la política y la gente, cuando necesita dinero, lo busca.

P.- Y eso nos devuelve al problema de la financiación de los partidos porque lo que se ha vivido en Cataluña también parece haber ocurrido en Madrid y en Valencia. En los países anglosajones las cosas son muy diferentes; están regulados los lobbys, las empresas privadas colaboran en las campañas con los candidatos… ¿Qué sistema cree usted que necesitamos en España?

R.- Creo en un sistema de financiación pública, pero también hay que regular y hacer transparente la financiación privada, porque va a suceder. Y prefiero que la gente sepa que determinado partido ha podido recibir un donativo por parte de una empresa. La transparencia lo es todo.

P.- Hace pocos días se conoció la sentencia de inhabilitación de dos años contra el ex president Mas por un delito de desobediencia. ¿Cómo la valora?

Hay que dar una respuesta política que no puede consistir en limitarnos a decir que se cumpla la ley

R.- Las sentencias hay que respetarlas y acatarlas. Tres jueces del TSJC entienden que se ha cometido un delito y han aplicado una pena, por cierto, la menor de las posibles, porque la Fiscalía pedía mucho más. Y las leyes están para cumplirlas. Más cuando se trata de responsables políticos, que tienen que dar ejemplo, porque si no, mal podremos pedir a los ciudadanos que las cumplan. Pero sólo con cumplir la ley no arreglamos el problema. Y en Cataluña hay un problema político muy serio. Casi dos millones y medio de catalanes han llegado a la conclusión de que sólo logrando la independencia se satisfarán sus ansias de autogobierno. Frente a eso no podemos agachar la cabeza. Hay que dar una respuesta política que no puede consistir en limitarnos a decir que se cumpla la ley, porque podríamos instalarnos muchos años en un conflicto sin salida, con unos independentistas convencidos de que, tarde o temprano, acabarán por derribar el muro. Hay que pasar a la acción y llegar a un acuerdo que a muchos independentistas no les satisfará pero a una amplia mayoría de catalanes y al conjunto de los españoles sí les podría resultar aceptable.

P.- Desde su punto de vista, como político, pero también como ciudadano catalán, ¿cuál sería la esa solución?

R.- Hay dos tipos de problemas. Uno, el de las inversiones, que debe ser resuelto. El corredor mediterráneo, la conflictividad entre los gobiernos por las competencias, hay que buscar mecanismos de pacto y negociación. El otro es que en España ha llegado el momento de renovar el Pacto Constitucional de 1978. Y aquí planteamos lo que nosotros llamamos las ‘cuatro erres’. La primera, el reconocimiento. Hay que reconocer a Cataluña como lo que es… y Cataluña se siente una nación. Y ello no implica soberanía, no implica independencia. Puede haber varias naciones en un Estado y eso no debería ser problema. Cuando en la Constitución de 1978 se hablaba de nacionalidades y regiones, la derecha estuvo en contra porque decía que nacionalidad y nación eran sinónimos. No estamos diciendo una cosa tan distinta. Hay que reconocer a Cataluña como tal. Yo siempre digo a todo el mundo que, cuando miren la bandera española, miren el escudo de España. Que tiene cinco piezas fundamentales: un castillo, un león, las cadenas de Navarra, las cuatro barras de Aragón y la granada del Reino de Granada. Pues esa es nuestra historia y también cómo debemos seguir juntos, desde el respeto a la diferencia. Ese es el reconocimiento.

En España ha llegado el momento de renovar el Pacto Constitucional

En segundo lugar, ha de haber reglas. Hay que impedir lo que ocurre ahora, que unas administraciones y otras acaban en los tribunales. Qué hace una, qué hace la otra, estas competencias son de una o de otra, ambas hacen lo mismo. No puede ser. Debe haber unas reglas claras acerca de quién hace qué. La tercera erre es la de los recursos. Es verdad que en Cataluña existe la percepción de que se pagan muchos impuestos a cambio de lo que se recibe. Eso ocurre siempre, en todos los países europeos. Hay que buscar un sistema solidario, pero sin que la solidaridad se gire en contra de quien la practica. Que Cataluña no puede tener menos recursos per cápita para financiar la salud que otra comunidad que recibe recursos de la solidaridad. Esto es la ordinalidad.

La cuarta erre es la de la representación. Cómo participan las comunidades del gobierno del conjunto. Nuestra respuesta es, a través de un Senado federal, como en Alemania. No se trata de copiar modelos sino de adaptar, porque España debe encontrar su propio camino pero hay muchos: es diferente el sistema federal alemán al austríaco o al canadiense. En Alemania todos se sienten muy alemanes, hasta los bávaros se sienten más alemanes que el resto. En Canadá, en cambio, no. Quebec tiene su propia lengua y su cultura propia. Esto se parece más al caso de España. Aquí hay un problema pero, ¿qué de malo hay en que pertenezcamos a un país en el que se hablan cuatro lenguas y todos dominamos al menos una?

P.- El 1 de octubre se vivió una guerra de personalismos que acabó con Pedro Sánchez. ¿Qué ha pasado desde entonces y cómo valora la actividad de la Gestora en estos meses?

La Gestora ha hecho cosas bien. Estoy muy contento de cómo hemos resuelto las diferencias entre PSC y PSOE

P.- La Gestora ha hecho cosas bien. Yo estoy muy contento de cómo hemos resuelto la diferencia política entre el PSC y el PSOE. Lo importante es ponerse de acuerdo. Los términos concretos luego siempre son discutibles, pero lo importante es alcanzarlo, con voluntad por las dos partes. Y gracias a Javier Fernández ganamos tiempo. Aquello fue bueno para enfriar un problema muy serio que tuvimos y que no podíamos resolver en caliente. La Gestora ha hecho otras cosas de forma más discutible; ganar tiempo podía ser bueno para los problemas del PSOE. Pero, a lo mejor en este caso, ha sido demasiado tiempo. El Congreso será en junio, se ha tomado demasiado tiempo. Y hay problemas que no se resuelven si no hay una votación. Yo ahí hubiera intentado plazos más cortos. El problema en el PSOE fue muy grande. Hubo un problema de liderazgos, de personas, pero también de orientación política. Había en el PSOE gente más favorable a buscar un diálogo con Podemos y un entendimiento incluso con los independentistas, y otra gente que era más reacia a esa posibilidad. Como había gente más dispuesta a aceptar un Gobierno del PP y otra que prefería dejarse la piel buscando otra alternativa. Es una diferencia política que sólo el Congreso podrá resolver. A mí me gustaría que, fuera cual fuera el resultado del Congreso, al día siguiente podamos seguir trabajando todos juntos. Seguir juntos. ¡No será fácil, lo veo muy complicado!

P.- Parece complejo, según quién gane...

R.- Yo soy más pesimista. Creo que es complejo gane quien gane. Pero es posible. También en el PSC tuvimos un Congreso en noviembre y éramos dos candidatos. Ambos queríamos ganar. Y se votó. Pero teníamos claro que, al día siguiente, pasara lo que pasara, íbamos a seguir juntos. Nadie lo dudó. Tiene que haber reglas y respeto y esto en PSOE yo ahora no lo veo. Me asomo a las redes sociales y me da tristeza porque veo compañeros que se dicen cosas entre ellos que nunca le habían dicho ni a sus adversarios. Es cuando uno tiene dudas de si vamos a tener la capacidad de unir. Yo veo en las noticias: 'Iceta habla con todos'… ¡Claro! La noticia sería lo contrario, no hablar con todos.

P.- Usted ha comentado en público que quiere mantener esta neutralidad en las primarias porque la mayoría de los dirigentes se han mojado mucho, quizá de una forma demasiado descarada.

Las primarias son para los militantes, no para que los dirigentes del partido digan a quién hay que apoyar

R.- Las primarias son para los militantes, no para que los dirigentes del partido digan a quién hay que apoyar. Para que los militantes puedan conocer las ofertas y decidir. Veo excesos y eso puede ser contraproducente porque puede haber gente que piense: 'Si éste dice que hay que votar por éste, yo voy a votar por el contrario…' Hay que ir con cuidado. Nosotros siempre lo hemos hecho así. Además, el PSC dentro del PSOE es una pieza muy específica. No queremos ser moneda de cambio en una pelea dentro del PSOE. Hemos de demostrar que somos capaces de trabajar, gane quien gane, porque lo que queremos es que al PSOE le vaya bien. Y una vez se haya tomado la decisión, sea quien sea el secretario o la secretaria general, yo estaré con él o con ella y hasta el final. Los partidos divididos, con falta de cohesión interna, acaban perdiendo.

P.- De hecho, en las anteriores primarias, usted no fue partidario de Pedro Sánchez, sin embargo, acabó apoyándole hasta el último suspiro el 1 de octubre.

R.- Sí. Recuerdo que tardé casi un año en decir a quién había votado porque como primer secretario del PSC, tengo algunas obligaciones. La responsabilidad conlleva perder una parte de la propia libertad, voluntariamente. Hay que tener prudencia porque los militantes tienen a veces la sensación de que no se les respeta lo suficiente. Y si uno pretende decirles lo que hay que hacer pueden tender a hacer lo contrario. Hay que ir con mucho cuidado. En muchos países estamos viendo como hay una rebelión de las bases, por ejemplo, en Estados Unidos. Poca gente dudaba de que Hillary Clinton estaba más preparada que Trump. Pero ésa no era la cuestión sino quién representaba mejor el malestar norteamericano. Y Trump supo representar ese malestar, aunque sea lo contrario de muchos de los que le votaron. Hay que ir con cuidado. En Francia ha pasado en las primarias y en Italia le ocurrió a Renzi con el referéndum.

P.- No le voy a pedir que rompa su neutralidad y me diga a quién va a apoyar en las primarias, pero sí le voy a pedir algunos defectos y virtudes de cada uno de los candidatos.

R.- Soy de una cultura antigua de partido y no voy a mencionar defectos. Un viejo compañero, cuando me hice militante hace años, me dijo una frase que nunca he olvidado: 'Antes de hablar mal de un compañero que se me caiga la lengua'. En cuanto a virtudes, Pedro Sánchez tiene una personalidad muy seductora. Es un hombre joven, muy alto… demasiado para mi gusto porque siempre que le tengo que dar un beso mi cuello se ha resentido (risas). Tiene la fuerza de la juventud y el empuje y la capacidad de conectar con las generaciones más jóvenes y por eso yo le llamo, con cariño y con respeto, un seductor. Patxi López es la solidez. El socialismo vasco, por lo mucho que ha sufrido, por tener unas raíces muy metidas en la metalurgia y en la clase trabajadora vasca. Muy competente, sobrio. Y muy característico. Y Susana Díaz es una fuerza de la naturaleza, es arrolladora. No diré que es ambiciosa porque parece que la ambición tiene mala prensa, pero es la verdad. Creo que el político que no es ambicioso no va a hacer bien su labor. Es muy lista, muy intuitiva y muy rápida. Pero como hay que elegir entre varios yo pienso: '¡Ojalá pudiéramos tenerlos a los tres o mezclar sus mejores cualidades!' Pero a los tres, lo único que les pido es que, les vaya como les vaya, al día siguiente sepan que los necesitamos a los tres. Bueno, necesitamos a todos, a los cientos de miles de militantes.

P.- Pero Sánchez ha dicho que si pierde al día siguiente dejará el partido...

No puede ser eso de 'si pierdo me voy; sólo me sirve el proyecto si yo lo encabezo'

R.- No me parece bien. La política es una acción colectiva en la que debe haber liderazgos incluso con elementos carismáticos, pero en la que nos debemos todos a un proyecto. De hecho, siempre he pensado que por encima de los aciertos que podamos tener individualmente, por más que uno se esfuerce, siempre serán superiores los aciertos que tengamos entre todos. Por eso, esto de 'Si pierdo me voy, sólo me sirve el proyecto si yo lo encabezo'… Eso no puede ser.

P.- ¿Cómo valora la labor de oposición del PSOE en el Parlamento?

R.- Creo que es muy meritoria. Hoy me enseñaban una encuesta en la que se decía que el PSOE estaba empezando a recuperar parte de su espacio. La pena es que un partido sin cabeza no puede capitalizar su labor. Por eso yo era crítico con que este interregno durara demasiado. Se está haciendo una labor muy razonable pero lamentablemente el PSOE no la puede capitalizar porque está descabezado.

P.- Señor Iceta, ¿le gustaría bailar con todos los aspirantes a líderes del PSOE?

R.- A mí me gustaría bailar con todos, pero es verdad que a veces les cuesta. Sólo tengo la experiencia de bailar al lado de Pedro Sánchez y al principio se me quedó mirando como a un bicho raro… Salió bien y luego se acostumbró. Vio que era parte del juego y de las peticiones del público. Hay que bailar con todos, hay que sonreír más, hay que tocarse más, hablar más y escucharse más. La política ha de recuperar una dimensión más humana, más personal. Los políticos no somos gente rara, sino como los demás. Aunque también hay quien no baila, claro, y hay que respetarle.