Sánchez salió un solo día abatido, con su maquillaje de cisne muerto dentro de su tutú de plumas. El jueves todos hacíamos bromas cadavéricas con el presidente cadavérico y con el PSOE cadavérico, cuyos últimos dos secretarios de organización, Ábalos y Cerdán (Cerdán ratificado por Sánchez cuando Koldo y Ábalos ya habían caído como percherones tiroteados), las dos manos derechas de Sánchez desde la aventura del Peugeot, en fin, tenían montado un putiferio de mordidas, enchufes y enculadas. El lunes, sin embargo, el maquillaje de electroduende electrocutado se le había convertido a Sánchez en pintura de guerra. En realidad no ha pasado nada, ha sido un error limitado a dos personas (a Koldo parece haberlo echado del Peugeot), no es como en el PP, cuya corrupción es sistémica; se ha actuado con contundencia, él es una víctima y, sobre todo, millones de ciudadanos lo siguen necesitando, aquí y en toda Europa, para no perder sus derechos y combatir a la ultraderecha. La verdad, a este hombre al que le rompen el corazón de enamorado o de amigo con tanta frecuencia y crueldad, yo le veo poco luto para lo que exigirían la sinceridad y la decencia.
Cuanto más reflexiona Sánchez, por ahí en sus fincas con lechuzas o en sus palacios como de dentista, más le dicen que no se puede ir, que lo necesitamos como el velero de Perales al viento
Ya dije yo aquí ayer que Sánchez volvería a ser un héroe, claro que uno esperaba que tardara un poco más en curarse de la decepción, de la pena o de la vergüenza, como en curarse de su ala rota o de su tiña facial, las dos cosas un poco hachazo y un poco purpurina. Yo creo que cuanto más reflexiona Sánchez, por ahí en sus fincas con lechuzas o en sus palacios como de dentista, más le recuerdan las voces, las águilas y los espejos su gran misión, más le dicen que no se puede ir, que lo necesitamos como el velero de Perales al viento. O que, al menos, eso todavía puede colar. Este fin de semana, en el que él se ha visto como el caminante de Friedrich, solo pero poderoso, amenazado pero libre, sin duda se ha dado cuenta de que, en realidad, no ha cambiado nada porque no importa nada salvo que él sigue ahí. Lo demás es accidente, escenario, atrezo, ambientación. Yo creo que sólo él y Yolanda pueden tener este diálogo con ellos mismos, así como en barca, ante sus trenzas reflejadas en el lago o en el cielo, sin percatarse de la ridiculez o del cinismo de la propuesta. Por eso se van a reunir, que enseguida se entenderán y seguirán haciéndose trenzas en el columpio, el uno al otro.
Sánchez no puede dejar de ser Sánchez, así que uno de lo que se sorprende es de que el personal, a estas alturas, se sorprenda. Nuestro presidente no tiene memoria, ni palabra, ni pudor, ni principios, ni moral, ni siquiera tiene sentido del ridículo. Y esto lo podemos decir ahora, lo podíamos decir cuando su investidura o cuando la amnistía, y lo podremos seguir diciendo hasta que se le caigan todas las plumas de cisne tiñoso. Sánchez no tiene vergüenza, qué sorpresa. Así que un día sale con el ala rota y el pico manchado de barro y al día siguiente vuelve a ponerse la flor en el ojal o en el ojete y a decir que aquí no ha pasado nada y que lo importante es que ahí sigue el campeón de la socialdemocracia y el progreso. Lleva siete años así, flotando como un pomposo nenúfar entre las mentiras y los escándalos, sin importar el cariz ni el tamaño de las mentiras y los escándalos. Y, la verdad, uno lo entiende.
Sánchez ya no puede sorprendernos, o nos sorprende sólo un momento, al verlo vestido de viuda putrefacta o de calabaza viviente, esos personajes de Tim Burton que son esqueletos o ramajos, hasta que vuelve a aparecer como el travoltín perverso de la política. Pero ya digo que uno lo entiende, no ya por el diagnóstico político o clínico del narcisista, sino por la efectividad de su propuesta. Decía yo que Sánchez no se da cuenta de la ridiculez o del cinismo de lo suyo, pero en realidad sí que se da cuenta, se da cuenta de que funciona. Hasta el jueves, recuerden, el bulo, el fango, el lawfare, la ultraderecha con sus pajarracos, sus jueces y su caza del presidente como la caza del zorro, lo explicaban todo en las ruedas de prensa de los ministros, en las declaraciones de los carguitos y entrecarguitos del PSOE, y en los artículos, editoriales, bostezos agrutados, pingaletas atléticas y atragantadas espasmódicas de los periodistas de la cuerda. Es más, todo lo del fiscal general, el hermano y la señora sigue aún ahí, como siguen la amnistía por el bien común y la reforma del poder judicial por el bien de la justicia. Yo, si fuera Sánchez y viera a la sanchosfera dilatarse y deglutir, también seguiría.
Sánchez ya hace mucho que no puede analizarse ni política ni lógicamente. No es ingenuo o estúpido sino inútil querer cogerle ahora, en las frases y contorsiones de su última comparecencia, una contradicción o un renuncio que no se haya cogido ya él, que se persigue por la hemeroteca como en triciclo. Aunque quizá podríamos destacar alguna sinvergonzonería especialmente espectacular. Cuando algunos periodistas (de ésos que ahora parece que acaban de despertarse con un callo satirón después de una gozosa borrachera, entre el asco y la amnesia); cuando algunos periodistas, de los desengañados y los sorprendidos, en fin, le preguntaban por qué ratificó a Cerdán cuando ya se sabía lo de Ábalos y Koldo y sonaban las aguas, nuestro presidente argumentó que no podía juzgar a nadie por rumores, que era justo lo que estaban haciendo con él. Había escapado de una acusación casi sin defensa posible apareciendo no sólo como inocente sino como víctima. Y hasta se atrevió a decir, con sus garras en el atril como un cuervo cementerial, que él no se aferra al poder.
Sánchez es un virtuoso de la desvergüenza, qué sorpresa, aunque no lo sea del maquillaje. Y quién no lo sería viendo que le compran una y otra vez la desvergüenza como a Gwyneth Paltrow le compran velas con olor a su vagina. Vendrán muchos más escándalos, habrá más máscaras mortuorias y más alas falsamente rotas, pero no sé si un día la realidad será tan dura que ni la cara de Sánchez la aguante. Eso sí, mientras unos se sorprenden de su contouring, otros de sus cabriolas y otros de su luto con zapatillas de ballet, Sánchez sin duda sabe que mientras tenga el poder no debe temer a la verdad.
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1 Comentarios
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hace 5 segundos
No se puede decir mejor.
Espero vivir para verle fuera del gobierno, el daño que está haciendo será duro arreglarlo, el que venga debe tenerlos bien puestos.