"La España democrática". Es, para el rey Felipe VI, una "idea hermosa que encarna lo mejor de lo que somos". Una idea que refleja "aquello a lo que aspiramos, la suma de nuestros sueños, anhelos e ilusiones, una idea a la que merece la pena entregar todos y cada uno de los días de la propia vida". Es también la invocación de una "España plural, integradora, solidaria, orgullosa, dinámica", de "un país que es de todos y para todos". Y la Corona "siempre" estará al servicio de ella, de la democracia.
Era el segundo discurso del día del Rey, esta vez en el segundo acto institucional de conmemoración de los 50 años de la reinstauración de la monarquía, en el Congreso. Antes, en el Palacio Real, en la ceremonia de imposición del toisón de oro a la reina Sofía, a los ponentes constitucionales Miquel Roca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y al expresidente del Gobierno Felipe González, Felipe VI había invocado el método de la Transición "en tiempos en los que el desacuerdo se expresa con crispación". "Mirar hacia ese periodo puede servirnos", había asegurado, "no para idealizarlo", sino para recordar su fórmula: la "palabra frente al grito, el respeto frente al desprecio, la búsqueda del acuerdo frente a la imposición". Democracia por tanto como "búsqueda leal y conjunta de aquello que sirva mejor al bien común".
El carácter de la jornada en el Congreso de este viernes era muy distinto. Menos institucional. Los Reyes querían que sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, asistieran a una lección de historia de primer nivel. Porque el corazón del acto era un coloquio entre la catedrática de Ética Adela Cortina; el catedrático de Historia Juan Pablo Fusi; el expresidente del Senado Juan José Laborda y la directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Rosario García Mahamut, coloquio moderado por los periodistas Iñaki Gabilondo y Fernando Ónega. Una "sesión académica", glosó Felipe VI, sobre la Corona y el tránsito a la democracia celebrada, además, en la Cámara baja, "donde se encarna la idea de una España reunida".
El Congreso, señaló el monarca, da "forma" a los derechos y libertades, al Estado de derecho, a la "idea misma de ciudadanía". Con la "pluralidad", con el "contraste de ideas", con el "debate, a veces bronco y acalorado", se ha construido, insistió, el "gran edificio de la democracia española".
Felipe VI quería honrar el Parlamento, ese palacio de la carrera de San Jerónimo, tan icónico que, como recordó, mantiene aún las heridas del intento de golpe de Estado del 23-F, las "marcas visibles de los que intentaron descarrilar" el proyecto de la democracia. El Congreso "forma parte de nuestra vida", pero "la sensación de afecto, de pertenencia" es aún "más intensa" para quien es el titular de la Corona, subrayó.
Porque España es constitucionalmente una monarquía parlamentaria. Y a esa forma política del Estado dedicó Felipe VI varios minutos, apoyándose en las definiciones que los niños que participan en el concurso Qué es un rey para ti, porque "encierran una visión intuitiva, también valiosa, de la institución y su papel". El hilo conductor de esas definiciones de monarquía son términos como "puentes, equilibrio, continuidad, conciliación". Y a ellos hay que añadir el adjetivo clave, parlamentaria. La Corona, incidió el Rey, es "indisociable del lugar en que radica la razón primera y última de nuestro régimen de libertades".
"Porque fue en este Congreso donde —mañana hará medio siglo— tuvo lugar la proclamación del rey Juan Carlos I, que abría una nueva etapa en nuestra historia; donde, al alcanzar la mayoría de edad, juré yo mismo guardar y hacer guardar la Constitución. Donde me comprometí a entregar mi vida y mis mejores esfuerzos a España y a los españoles, el día de mi propia proclamación como Rey, y hablé de una monarquía renovada para un tiempo nuevo, y donde, al cumplir 18 años, prestó la princesa Leonor el juramento constitucional como princesa heredera, asegurando la continuidad de la Corona, en el marco de nuestra convivencia democrática". Ese fue el pasaje que Felipe VI dedicó a su padre. Muy de pasada, como había hecho en el Palacio Real, otra prueba más del distanciamiento con el emérito, como bien han dejado claro las memorias de este, condensadas en su libro Reconciliación, publicado en Francia este mes y en diciembre en España.
Para Felipe VI, lo "curioso" de los recuerdos que enunciaba —la proclamación del rey Juan Carlos el 22 de noviembre de 1975, su juramento de la Constitución al alcanzar la mayoría de edad, en 1986, su propria proclamación como Rey en 2014 y el juramento de la Princesa en 2023— hablan de "presente y futuro". "Explican el hoy y el mañana de una España plural, integradora, solidaria, orgullosa, dinámica; de un país que es de todos y para todos; una nación de historia antigua y espíritu joven que trabaja cada día por abrirse al mundo, por caminar al paso de los tiempos, por ofrecer la mejor versión de sí misma".
De todas las "enseñanzas" que contiene el Congreso, la "más importante", concluyó Felipe VI, es que la "España democrática, antes incluso que un país, un pueblo o un territorio, es una idea". "Una idea hermosa que encarna lo mejor de lo que somos; aquello a lo que aspiramos; la suma de nuestros sueños, anhelos e ilusiones; una idea a la que merece la pena entregar todos y cada uno de los días de la propia vida. Y la Corona —remachó—, ténganlo por seguro, estará siempre a su servicio, porque en ese servicio radica su propia razón de ser". La monarquía, venía a expresar, siempre estará al servicio del país, ahora con él como titular y mañana con Leonor. En definitiva, como había recogido minutos antes Gabilondo, la monarquía solo servirá si sirve a los ciudadanos". "Estamos seguros de que lo hará", señaló el periodista.
El acto de este viernes fue abierto por la presidenta del Congreso, Francina Armengol, que llamó a las instituciones públicas a proteger la democracia, a explicarla más, sobre todo entre los que "nacieron teniéndola", a enfatizar que la libertad con la que se expresan hoy "fue ganada por los y las demócratas de este país, no sin dolor ni sufrimiento". En el lugar de honor, en la presidencia de la sala —la Constitucional, la de mayor rango de la Cámara, la que suele acoger reuniones de comisión—, Gabilondo y Ónega y los participantes del coloquio. Enfrente, en primera fila, atendiendo a lo que simulaba ser una clase magistral de historia, los Reyes y sus hijas.
Y detrás, los miembros de las Mesas de Congreso y Senado, los portavoces parlamentarios, los miembros del Gobierno —la vicepresidenta primera, María Jesús Montero; el titular de la Presidencia, Félix Bolaños y el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres—; el jefe de la oposición y líder del PP, Alberto Núñez Feijóo; los presidentes del Poder Judicial y el Supremo, Isabel Perelló, y del Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. Todos los políticos, de PSOE y PP. Bipartidismo puro y duro, porque decidieron no acudir los representantes de Sumar y Podemos, de Vox o de las formaciones nacionalistas e independentistas. Quien tampoco estaba, porque no fue invitado, fue el rey Juan Carlos I. Tampoco había estado presente, por la misma razón, en la ceremonia en el Palacio Real.
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