No es un movimiento migratorio más. Tiene tintes de éxodo, desde África hasta Europa, con las costas españolas como puerta de entrada. La llegada de inmigrantes ilegales a España a bordo de buques de rescate como el Aquarius o el Open Arms, embarcaciones hinchables o pateras desborda hasta agosto los registros de todo 2017, año en el que ya se produjo un importante aumento, y anticipa cifras récord para el conjunto del año que superarán las 40.000 personas, según las estimaciones oficiales.

Porque las causas de esta masiva migración vuelven a ser las mismas -el buen tiempo, el conflicto en el Rif o la pobreza que asola a los países subsaharianos-, pero la afluencia de personas en situación ilegal es cada vez mayor.

El número de refugiados (no confundir con los inmigrantes económicos movidos, por ejemplo, por una oferta de empleo) que han llegado a España por mar o accediendo a Ceuta o Melilla oscila entre las 26.260 y las 27.614 personas, según se tome como fuente el Ministerio de Interior o la potente herramienta de seguimiento que maneja ACNUR y que sirve de referencia también para instancias como la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

Sin embargo, al margen de estas diferencias, todas las mediciones evidencian que, pese a las recientes imágenes del asalto de más de 700 personas a la valla de Ceuta, la verdadera oleada se está produciendo en las costas.

La comparativa que ofrece el Ministerio del Interior muestra entre el 1 de enero y el pasado 31 de julio llegaron a las costas españolas un total de 960 embarcaciones, más del doble que en 2017 (454) y, además, con mayor capacidad. Salvamento Marítimo ya lleva muchos meses detectando la llegada de embarcaciones cada vez más grandes y a motor.

Los puntos calientes de la inmigración

En total, los refugiados llegados por vía marítima superan ya los 22.300, un 157% más que en el mismo periodo del año anterior, según las cifras de Interior. La información de Acnur eleva la cifra por encima de los 23.700 . Y todo ello sin contabilizar la peripecia de otras embarcaciones localizadas entre los días 6,7 y 8 de agosto, con decenas de personas bordo frente a Lanzarote o Benidorm.

No obstante, los principales puntos de desembarco son las costas peninsulares (especialmente localidades de Cádiz y el Mar de Alborán, en Andalucía) y Baleares. Estos enclaves han recibido hasta la fecha más de 21.100 inmigrantes, unas 8.300 más que un año antes. Sin embargo, proporcionalmente, el mayor incremento se registra en Canarias, donde las llegadas se han multiplicado por cuatro, hasta las 454 personas.

Además de estos desembarcos, la entrada por tierra a territorio español a través de Ceuta y Melilla también ha aumentado, pero solo un 16,2%, pasando de las 3.407 a los 3.959 personas.

Sumando las vías marítimas y terrestres, el resultado es que en lo que va de año, un total de 26.260 personas han llegado de forma ilegal a España, más del doble que las algo más de 12.000 que siguieron el mismo camino en el mismo periodo del pasado año, según Interior.

Avistando un récord histórico

De mantenerse este ritmo, fuentes de la Delegación del Gobierno en Andalucía ya se preparan para una llegada histórica de inmigrantes ilegales a España por vía marítima en el conjunto del año. Hablan de más de 40.000 personas.

Se trataría de un récord histórico que superaría incluso los registros de 2006, poco después del proceso de regularización puesto en marcha por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero un año antes.

Entonces, se produjo un repunte sin precedentes de las llegadas de inmigrantes a las playas españolas hasta las 39.180 personas, casi cuatro veces más que un año antes. La principal causa fue la llegada a España de 39.000 inmigrantes desde las costas de Mauritania (Nuadibú) y Senegal, que provocaron toda una crisis humanitaria en Canarias (más de 31.000 llegadas a las costas). Desde entonces, la política de cooperación ha reducido drásticamente estas cifras.

Un verano caliente

En el caso de las cifras que aporta Acnur (hasta el 30 de julio), los datos desagregados por meses muestran con más detalle aún qué es lo que está ocurriendo en las costas españolas. La realidad es que, aunque los registros de llegada de inmigrantes han ido en aumento desde el inicio del año, ya desde la antesala del verano se desató una auténtica oleada.

Solo en los meses de mayo, junio y julio, el número de inmigrantes ilegales llegados por vía marítima alcanzó las 19.158 personas, más del triple que en los mismos meses de 2017 (5.347 inmigrantes). Basta tomar como referencia solo el mes de julio para comprobar que la afluencia por mar ha aumentado más de un 300%.

La consecuencia última es que España es a día de hoy la primera puerta de entrada de inmigrantes a Europa. Frente a los más de 27.600 inmigrantes llegados a España, un total de 18.860 han utilizado como ruta de entrada la que tiene como acceso Italia. Recordar que la nueva política de control de fronteras en este último país ha ocasionado la deriva de los 87 inmigrantes del Open Arms a Algeciras.

La tercera de estas rutas de entrada en Europa, la que corresponde a Grecia, suma hasta el momento 16.528 inmigrantes ilegales en los primeros siete meses del año.

También se multiplican las muertes

Entre tantos datos, la información que ofrece Acnur habla de personas. Se conocen sus países de origen y se sabe que un 17,3% procede de Guinea; un 14,4%, del África Subsahariana; y otro 14,4%, de Marruecos.

Además, el perfil de este tipo de inmigración muestra que, en su mayoría, los que se embarcan a lomos del éxodo son hombres (74,6%) y, en menor medida, niños (15%) y mujeres (9,6%).

Finalmente, de lo que también hablan las estadísticas es de los que no llegan a puerto. Porque igual que se multiplican las embarcaciones y el número de inmigrantes, también aumentan las estadísticas de muertes. Los datos de Acnur no recogen en este caso el balance de 2018, pero muestran que, en tanto que se trata de una tendencia que viene de atrás y que ha eclosionado en los últimos meses, las cifras de fallecidos no han dejado de crecer desde 2014 (primer dato disponible). Solo en 2017, las muertes pasaron de 77 a 212 personas.