Economía

Semana laboral de cuatro días: ¿genialidad o fracaso?

Una compañía neozelandesa ha demostrado que reducir el trabajo en ocho horas semanales es positivo tanto para trabajadores como para el beneficio neto de la propia compañía

Semana laboral de cuatro días: ¿genialidad o fracaso?

"En el siglo XIX, los sindicatos hicieron campaña por una jornada laboral de ocho horas. En el XX, ganamos el derecho a un fin de semana de dos días y a festivos pagados. Entonces, para el siglo XXI, levantemos nuestra ambición nuevamente". Esta fue la contundente reivindicación de la secretaria general de la Confederación de Sindicatos Británicos (TUC), Frances O'Grady durante la 150ª reunión anual de la organización en referencia a una reivindicación que cada vez cobra más fuerza entre colectivos sindicales de toda Europa: reducir la semana laboral a cuatro días.

Disponer de un 'puente' de tres días por semana es una medida, según los sindicatos británicos, positiva en todos los sentidos: aumenta el nivel de productividad, disminuye la cota de estrés y mejora la conciliación entre vida personal y laboral, al tiempo que incentiva el consumo.

Las nuevas tecnologías harían posible y "necesaria" su implantación como la flagrante reivindicación de los derechos de los trabajadores en el siglo XXI "sin que los que estén a la cabeza se los guarden para ellos mismos", sentenciaba O'Grady.

Reducir ocho horas semanales no es, ni mucho menos, una realidad lejana. De hecho, una compañía neozelandesa ha probado recientemente el experimento y ha obtenido unos resultados muy satisfactorios. Durante abril y mayo de este año, los 240 trabajadores de la empresa de seguros Perpetual Guardians han librado tres días -en lugar de los dos habituales- sin que sus sueldos se viesen mermados. Para adaptarse a este nuevo ritmo, se diseñó un plan de trabajo previo reflejado en la reducción del tiempo de reuniones (20 minutos en lugar de dos horas) o la prohibición de utilizar Internet para actividades no relacionadas con el trabajo, entre otras medidas.

Al finalizar los dos meses, se demostró que la empresa había experimentado una mayor productividad por el mejor rendimiento de los empleados. La motivación de que el jueves fuese el último día de trabajo de la semana provocó que los empleados fuesen más puntuales, trabajasen más y se redujese el absentismo, motivos de peso para que el Consejo de Administración de Perpetual Guardians quisiese adoptar este horario para siempre. La iniciativa es ya una realidad, ya que juristas de todo el país han dado luz verde al proyecto.

Del lado de los trabajadores, decreció el nivel de estrés en siete puntos (del 45% registrado antes del experimento al 38% posterior); se incrementó la sensación de conciliación entre vida laboral y personal de un 54% resultante de una encuesta realizada a la plantilla en 2017 frente al 78% que se inscribió durante el ensayo; y creció también un 5% el grado de satisfacción en la plantilla. Asimismo, cuestiones como el compromiso o la estimulación en el puesto de trabajo mejoraron hasta 10 puntos, según datos obtenidos gracias a la colaboración de investigadores de la Universidad Tecnológica de Auckland.

"Si incentivas que la gente piense: 'Dios mío, si puedo hacer mi trabajo en cuatro días tendré un día más de descanso' hay muchas más posibilidades de que aumente la productividad", asegura el director ejecutivo de la compañía de seguros, Andrew Barnes, en una entrevista para la revista Stuff. Barnes asegura que, en realidad, se trabaja lo mismo, pero concentrado en 32 horas en lugar de 40, por lo que "no hay consecuencias en el resultado neto de la compañía" porque las fechas de entrega continúan existiendo. Se trata, por tanto, de un modelo que premia -y no penaliza- a quien cumple sus objetivos en menos tiempo.

Una iniciativa ¿con futuro?

Si Perpetual Guardians ha demostrado que esta nueva forma de distribuir los tiempos de trabajo funciona, ¿por qué no se implanta (poco a poco) en el resto de compañías y se extrapola al resto de países? El éxito del experimento llamó incluso la atención del Gobierno neozelandés, y fue calificado por el ministro de Relaciones Laborales como una iniciativa "muy interesante", animando al resto de compañías a seguir el ejemplo de Barnes y perseguir modelos de trabajo alternativos que mejoren la salud mental y física de los trabajadores.

La empresa de seguros no es la primera en intentar este tipo de experimentos. Por ejemplo en Gotemburgo (Suecia), un tribunal aprobó en 2015 reducir la jornada laboral en seis horas sin que los salarios se debilitasen un ápice. Como en Nueva Zelanda, los resultados fueron muy positivos, pero la presión de empresarios y partidos políticos conservadores terminaron por ponerle punto y final. En Francia también se intentó reducir las jornadas laborales a 35 horas semanales en el año 2000 pero, de nuevo, la iniciativa quedó en nada por la posición contraria de la élite empresarial.

Y es que algunos expertos señalan que no todas las economías y sectores están preparados para un cambio tan radical, menos aún de la noche a la mañana. Por ejemplo, no es lo mismo reducir la jornada a los empleados de una fábrica de muebles que a los de una guardería. Recortar horas requiere invertir grandes sumas de dinero y tiempo -al menos iniciales- por parte de los empresarios, un riesgo que muchos no están dispuestos a asumir, según señalaba al New York Times Alex Bryson, profesor del University College.

Pero hay más riesgos relacionados no tanto con los empresarios, pero sí con la capacidad de adaptación de los trabajadores. En el propio ensayo de Nueva Zelanda, se pidió a los empleados que señalasen los aspectos que no habían sido agradables o no habían funcionado. Los encuestados respondieron que, cuando faltaba algún compañero no podían sustituirlo por no tener más tiempo o por no realizar las mismas tareas; si alguno se ponía enfermo, era muy difícil ponerse al día por la cantidad de trabajo acumulado; y, algunos de ellos señalaron que para abarcar el volumen de tareas y llegar a las fechas de entrega, finalmente tuvieron que quedarse más de ocho horas de lunes a jueves.

Sí hay, no obstante, más casos de éxito, como Treehouse o Basecamp, dos compañías estadounidenses dedicadas a la oferta de cursos de informática y al diseño de software, respectivamente, donde la semana laboral de cuatro días es todo un éxito. Habrá que esperar si el proyecto de Perpetual Guardians se convierte en una realidad en el resto del mundo o si, por el contrario, termina en saco roto.

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