Economía

Por qué muy pocos jóvenes pueden comprarse una casa

La brecha aumenta por la temporalidad y la precariedad en el quinto país con menor tasa de ahorro de la Unión Europea

Una joven toma el sol en el balcón de su vivienda este domingo en Pamplona. EFE/Villar López

La brecha que existe entre los ahorros de los jóvenes y el presupuesto que necesitan para adquirir una vivienda es cada vez más grande y un verdadero lastre para que puedan acceder a una casa propia. El perfil de joven mayor de 30 años que no puede comprarse una casa está muy lejano a ser una excepción y por el momento no hay en el horizonte ninguna salida a esta situación. Al tener que limitarse a acceder al alquiler, esta generación está, además, condenada a nunca tener los ahorros suficientes para comprar una casa, pues el arrendamiento requiere una mayor tasa de esfuerzo que el pago de una hipoteca. Los jóvenes viven en una espiral de la que es muy difícil salir.

El principal problema con el que se encuentran los jóvenes que quieren comprarse una vivienda es que es necesario aportar una gran parte del capital. Por lo general, los bancos suelen dar hipotecas por hasta el 80% u 85% y en raros casos pasan de ese porcentaje para evitar maximizar el riesgo como una lección aprendida de la pasada crisis financiera, aunque algunas entidades lo hacen.

En el caso de la ciudad de Madrid, a la que muchos jóvenes acuden en busca de un empleo, un inmueble de unos 40 metros cuadrados ya supondría un precio medio de unos 150.000 euros, puesto que el precio se encuentra actualmente en los 3.782 euros por metro cuadrado, de acuerdo con los datos de Idealista. Teniendo solamente en cuenta el precio de la vivienda, una adquisición así obligaría al comprador a aportar inicialmente, como mínimo, entre 20.000 y 30.000 euros, una cantidad de la que no muchos jóvenes disponen.

“Uno de los problemas de acceso a la vivienda es el ahorro. Hay gente con puestos de trabajo e ingresos solventes pero no ahorros”, explicaba Daniel del Pozo, responsable de Idealista/data, en la última edición del foro Conversaciones con El Independiente.

El problema no es solamente que no cuenten con ahorros, sino que al no poder comprar y tener que vivir de alquiler acaban destinado a la vivienda más dinero del que tendrían que dedicar a una hipoteca. Tomando el ejemplo anterior, si el joven lograra aportar ese ahorro inicial podría pagar unos 500 euros al mes durante 25 años y liquidar la hipoteca, algo que le saldría más barato que alquilar ese mismo piso durante ese plazo. Actualmente, también según datos de Idealista, el precio medio del alquiler en Madrid es de 16,6 euros por metro cuadrado, por lo que, en promedio, una casa de 40 metros cuadrados saldría por unos 664 euros al mes (de media, pues los precios varían mucho por barrios).

En opinión de Del Pozo, “no tiene sentido” que los jóvenes en esta situación estén condenados a no avanzar en su capacidad económica “porque destinan el 50% [de sus ingresos] al alquiler, cuando si compraran [una vivienda] estarían destinando menos parte de su sueldo” al pago de la hipoteca.

Ya en la Encuesta Financiera de las Familias de 2017, el Banco de España concluía que los hogares unipersonales formados por jóvenes han ido poco a poco perdiendo peso, hasta situarse en el 10,5% del total en aquel año. También lo ha hecho la renta media de los hogares, que en el caso de los jóvenes era un 18% inferior a la observada siete años antes.

¿Por qué no ahorran los jóvenes?

“Los principales problemas que condicionan el acceso a la vivienda en propiedad a los jóvenes son la inestabilidad laboral, la incapacidad de ahorro y, en última instancia, su estilo de vida, que en algunas ocasiones prima las experiencias como viajes o el tiempo de ocio ante los bienes materiales como la vivienda”, explica a este periódico Ismael Ruiz, director técnico de Instituto de Valoraciones.

Los jóvenes son protagonistas de la temporalidad y los trabajos precarios, por lo que su falta de ahorros se acaba convirtiendo en una espiral sin fin que les aleja cada día más de una vivienda en propiedad.

Además, la crisis del Covid-19 no ha hecho más que ahondar en esta problemática. “Con la crisis sanitaria esta situación se ha acentuado, incidiendo, además de en las condiciones económicas, en las preferencias de las características de la vivienda, dando como resultado el aumento de la brecha entre los ahorros y el presupuesto necesario para la adquisición de la vivienda”, explica Ruiz.

Y no parece que las cosas vayan a cambiar en unos años. En la actualidad, los jóvenes son el colectivo mayoritario de los trabajadores de los sectores más golpeados por esta crisis (comercio minorista, hostelería, educación, actividades artísticas y recreativas y otros servicios personales), que son, además, los que menos ahorros tienen, pues la mitad de los empleados de estas actividades vive al día.

En general, la tasa de ahorro (parte del PIB que destinan al ahorro las familias) en España no es muy alta. A cierre de 2019 era del 8,4%, muy por debajo de la media de la zona euro (13,1%) y de países como Alemania (18,96%), Países Bajos (15,87%) y Francia (14,65%), de acuerdo con los datos de Eurostat. España, de hecho, es el quinto país con menor tasa de ahorro de las familias.

Ayudas a la compra

Con el objetivo de poner fin a esta problemática, el Gobierno puso en marcha hace un par de años un Plan Estatal de Vivienda, que contemplaba ayudas directas de hasta 10.800 euros con el límite del 20% del precio de la vivienda, que, eso sí, en todo caso debía ser inferior a 100.000 euros. La ayuda solamente se concedía, además, para la compra de inmuebles localizados en municipios de menos de 5.000 habitantes, que, a pesar de ser mayoría en el país, son aquellos con menor población. La ayuda es útil para repoblar lugares que pierden habitantes, pero no para los jóvenes que deben instalarse en las ciudades por trabajo y no pueden hacerlo en estos municipios.

Botín propuso dar hipotecas al 95% con un aval del Estado, a imagen del programa de ayudas de Reino Unido

Recientemente, se ha puesto sobre la mesa otra propuesta para aliviar la carga que supone para los jóvenes aportar el 20% del precio de una vivienda.

Hace unas semanas, la presidenta de Santander, Ana Botín, proponía la puesta en marcha de un mecanismo conjunto con el Instituto de Crédito Oficial (ICO), por el que los bancos darían hipotecas de hasta el 95% a clientes jóvenes a cambio de que el Estado avalara un 20%, salvando así el mayor obstáculo de acceso a la compra: el pago de la entrada.

Esta medida, que se mira en el espejo del programa Help to buy que rige desde hace años en Reino Unido, un mecanismo de ayuda a la compra de vivienda con aval del Estado, se dio de bruces con el rechazo de la directora general del Instituto de la Juventud, María Teresa Pérez, que pidió a Botín no fomentar la “cultura del ladrillo”.

El Consejo de la Juventud, por su parte, propone para poner fin a esta problemática poner en marcha ayudas al alquiler para que la tasa de esfuerzo no sea tan grande, pero también garantizar en el Plan de Vivienda que los jóvenes no inviertan más del 30% de su salario en costes de vivienda y reforzar los parques de vivienda pública, así como incluir la emancipación juvenil como eje de ejecución del Fondo Social Europeo Plus en España.

Ni siquiera emancipados

Jóvenes e independencia económica siempre han sido conceptos difíciles de casar. El problema no es solamente que no puedan comprarse una vivienda, es que en muchos casos ni siquiera tienen capacidad económica para emanciparse.

De acuerdo con los datos del último Observatorio de Emancipación Juvenil que realiza periódicamente el Consejo de la Juventud de España, hace un año solamente el 18,5% de las personas entre 16 y 29 años se habían podido independizar y dejar la casa de sus padres, de forma que, por primera vez en diecisiete años, ocho de cada diez jóvenes continuaba viviendo en el domicilio familiar.

Esta crisis, además de retrasar, como todas las crisis, la emancipación de los jóvenes, se ha llevado por delante a algunos que habían conseguido independizarse pero que han tenido que volver al domicilio familiar al perder su trabajo o estar sometidos a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE).

La dificultad de acceso de los jóvenes a la vivienda podría terminar condenando a toda una generación a nunca tener su propia casa ni, prácticamente, sus propios ahorros, con las consecuencias que acarrea para las cuentas públicas. Dicen que toda crisis representa una oportunidad, así que habrá que ver si esta es la de los jóvenes.

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