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Innovar en la España rural: el ejemplo de Calcetines Mingo

Desde el pequeño pueblo burgalés de Pradoluengo, esta empresa ha pasado en veinte años de dos a 25 trabajadores, y exporta el 80 por ciento del medio millón de pares que produce anualmente

José Manuel Mingo, gerente de Calcetines Mingo.

Pradoluengo es la capital española del calcetín. Este pueblo de Burgos, cercano a La Rioja y de apenas 1.200 habitantes, fabrica uno de cada cuatro pares que se consumen en nuestro país. Pero la competencia internacional y la crisis de la industria textil han mermado el esplendor alcanzado por el sector hace décadas en la localidad. De hecho, en los últimos 15 años, Pradoluengo ha perdido la mitad de su población. Pese a todo, un puñado de pequeños empresarios convencidos de la calidad de su producto y comprometidos con su pueblo ha optado por invertir e innovar para desafiar una decadencia aparentemente inexorable e insuflar nueva vitalidad a su tierra. Es el caso de Calcetines Mingo.

Fundada en 1914 por Avelino de Miguel, en 1999 su bisnieto, José Manuel Mingo, tomó las riendas de la empresa. Él, como tantos vecinos del pueblo, ha crecido jugando «entre sacos de calcetines», un producto que representaba el quehacer de la mayoría de sus habitantes. Pero para finales de siglo sobrevivían pocos de los numerosos negocios textiles que habían florecido en Pradoluengo desde finales del siglo XIX, cuando el acceso a materias primas como la lana merina o la energía proporcionada por la corriente del río Oropesa se conjugaron para crear un próspero polo industrial en torno a la fabricación de boinas y calcetines. «Con 15 años terminabas el colegio y venían a buscarte a casa» para trabajar, recuerda Ángel, empleado de Calcetines Mingo recién jubilado.

Especialización y calidad

Cuando José Manuel, cuarta generación de su familia en el negocio, se hizo cargo de la empresa, esta contaba con apenas dos trabajadores. Hoy tiene 25, el 90 por ciento de los cuales reside en el entorno del pueblo. El secreto de su crecimiento ha sido la especialización en un producto de alta calidad. Durante años probaron a fabricar un abanico variado de prendas, pero terminaron centrándose en la producción de calcetines técnicos de altas prestaciones para todo tipo de deportes, un nicho de mercado que no está cubierto por los grandes fabricantes asiáticos.

Vista general de Pradoluengo, 'capital' española del calcetín y sede de Calcetines Mingo.

Uno de los productos estrella de Mingo son los calcetines que limpian océanos. No es una broma: la compra de cada par de la colección FreeWaves de Mingo equivale a la retirada de una bolsa de plástico del mar. Y es que estas prendas están fabricadas con hilo reciclado realizado a base de plásticos recogidos en el Cantábrico y el Mediterráneo. FreeWaves es un ejemplo de la apuesta por la innovación y la sostenibilidad que está detrás del éxito de Calcetines Mingo. A día de hoy, fabrican medio millón de pares, de los cuales destinan el 80 por ciento a la exportación.

Rural y global

El caso de Calcetines Mingo demuestra que las mejores empresas de la España rural pueden plantar cara a competidores de todo el mundo. Gracias a su excelencia, esta compañía de Pradoluengo ha sido elegida Pyme del Año de la provincia de Burgos en la última edición de los premios que otorgan Banco Santander y la Cámara de Comercio para reconocer el trabajo de las pequeñas y medianas empresas del país. Este galardón es un ejemplo del apoyo constante de la entidad financiera a las pymes, que conforman el 99,8 por ciento del tejido empresarial español y son la principal fuente de creación de empleo. Santander cuenta con numerosos programas específicos de financiación y asesoramiento e impulso a la digitalización y la internacionalización destinados a este colectivo.

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