La sanidad vasca a punto estuvo de llegar al colapso. La primera oleada obligó no sólo a reforzar el personal y recursos del sistema público de salud sino también a reordenar toda su actividad asistencial programada. La incidencia de la segunda ola ahora en fase de control también ha provocado de modo importante niveles de saturación en los centros médicos pero sin llegar, por el momento, al mismo nivel. Una de las consecuencia que la pandemia ha provocado en todo el país ha sido la necesidad de aplazar intervenciones y consultas no urgentes para priorizar la respuesta al coronavirus. En el caso de la sanidad vasca el impacto ya se ha podido medir. En los primeros ochos meses de epidemia la espera para las intervenciones se han disparado de los 47 días de media que se registraban en febrero de este año a los casi 91 que se debían esperar en septiembre pasado.

En el conjunto de especialidades el incremento supone que se dupliquen los tiempos de espera -de mes y medio a tres meses de media-. En algunos casos el incremento de la demora para ser intervenido es incluso mayor. Es el caso de la cirugía plástica, donde el incremento de espera para el cerca de medio millar de pacientes para una intervención quirúrgica se ha triplicado respecto al año pasado, al pasar de una espera de 45 días en septiembre del 2019 a 146 días en septiembre de 2020.

La situación es muy probable que sea hoy más complicada en las listas de espera quirúrgicas actuales. Los últimos datos corresponden a la fotografía de hace dos meses, cuando la incidencia de la segunda ola del Covid era aún incipiente. Recientemente la propia consejera de de Salud del Gobierno Vasco, Gotzone Sagardui, reconoció que habría que demorar algunas intervenciones no urgentes para priorizar la atención a los enfermos por el coronavirus. Hoy está previsto que el comité asesor del lehendakari vuelva a reunirse para evaluar el impacto de las medidas de confinamiento perimetral y restricción de la actividad implantadas desde el 27 de octubre pasado. Todo apunta a que el Ejecutivo vasco no relaje por el momento las limitaciones o incluso que las pueda endurecer.

No correr el riesgo "a una tercera ola"

Es cierto que los últimos datos revelan una mejoría en el impacto de la pandemia. Pero desde la consejería Sagardui no oculta la inquietud de que la confianza por los anuncios de pandemias, el relajamiento de la población ante el periodo navideño o el incremento de movilidad que supondría amenacen la evolución de la epidemia. En el País Vasco la curva de la segunda ola comienza a doblegarse poco a poco. El último informe de Salud muestra que la tasa de contagio es del 7% en la actualidad y que sólo en el día de ayer se volvieron a diagnosticar 1.050 nuevos positivos. La semana pasada fallecieron en Euskadi 83 personas, la cifra más alta de la segunda ola.

La situación en los hospitales es por ahora controlable, según los responsables sanitarios, con 485 ingresados, 137 de ellos en UCI, pero lejos de la normalidad. La tasa de contagios está en los 799 casos por cada 100.000 habitantes, con especial impacto en Guipúzcoa. En este contexto, algunas voces como el del responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Cruces, el más grande Euskadi, Fermín Labayen, han alzado la voz. Ante la posibilidad de que se puedan relajar las medidas de restricción de cara a las Navidades, Labayen ha apelado a que la situación sigue siendo delicada con una incidencia aún alta y un cansancio en la red sanitaria evidente. En declaraciones a Radio Euskadi defendía que la desescalada se haga de modo progresivo y "más lentamente" que las anteriores: "No podemos correr el riesgo de una tercera ola".

La pandemia ha incrementado de modo importante los plazos para todas las intervenciones programadas. Osakidetza ha relegado desde hace meses todas las intervenciones no urgentes. En febrero la espera para ser operado en Euskadi se situaba en los 47 días frente a los 90,8 actuales. En mayo llegó a situarse en los 112 días de media, a sólo una semana de los cuatro meses.

Cita con el especialista

Además, el número de operaciones que se han programado también ha caído, produciendo un falso adelgazamiento en el número de personas pendientes de entrar en quirófano. En muchos casos la prescripción para activar un proceso operatorio se ha relegado a consecuencia de la pandemia, produciéndose la paradoja de que se incrementaba el tiempo de espera pero se reducía el número de ciudadanos pendientes de entrar en quirófano.

Hasta la llegada del coronavirus en febrero, el incremento de pacientes a la espera de una operación subía de mes en mes. Desde los algo más de 19.000 en septiembre de 2019 a los 24.000 en marzo de este año. A partir de ahí, la necesidad de priorizar la lucha contra la pandemia rebajó progresivamente esa lista que no ha dejado de reducirse hasta caer a los 18.628 pacientes en septiembre pasado. En cuanto a las especialidades con una mayor lista de pacientes destacan Oftalmología y Traumatología, que concentran casi la mitad del total.

El efecto ha sido similar en las listas de espera para una consulta con el especialista. Aunque la demora en este caso apenas se ha resentido, he incluso se ha reducido respecto a la de hace un año, sí se han demandado operaciones en mucha menor cantidad. El volumen de pacientes que estaban esperando ser atendidos por el especialista crecía sin parar hasta febrero, cuando alcanzó el techo de casi 104.500 pacientes. A partir de ahí en Euskadi se comienzan a suspender muchas de ellas y la caída es muy pronunciada en marzo, al descender hasta las 70.000 y en abril, que se sitúa en poco más de 50.000. En septiembre de este año la lista de personas en espera ha remontado levemente hasta rozar los 56.000.