Este va a ser un otoño políticamente muy cargado. A la tradicional negociación presupuestaria de esas fechas, la reunión de la mesa bilateral Gobierno-Generalitat y la reanudación de negociaciones complicadas entre los socios del Ejecutivo sobre el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y la Ley de Vivienda, se unen dos grandes actos con los que PSOE y PP quieren arrancar ya la larguísima precampaña de las elecciones generales de 2023, precedidas, si se agota la legislatura, por las locales y autonómicas de mayo de ese mismo año.

Lo más llamativo es que ambos partidos han emplazado a sus cuadros y militancia a sendas citas en el mes de octubre y en el mismo lugar, Valencia. El PSOE celebra su 40 congreso federal los días 15, 16 y 17 de octubre. El PP, su convención nacional dos semanas antes, el 2 y el 3. La capital del Turia se convierte así en el epicentro del arranque del curso político con la intención de ambos partidos de poner en marcha su ingente maquinaria orgánica.

La presencia de Ábalos en el 40 congreso sigue siendo una incógnita

Pedro Sánchez acude al territorio de su fiel Ximo Puig, convertido en el azote de Isabel Díaz Ayuso, en concreto, y de la Comunidad de Madrid, en general, aún a riesgo de condenar a los socialistas madrileños a no gobernar en este territorio en varios lustros. Es también la región del ex ministro y ex secretario de Organización José Luis Ábalos, cuya presencia en esta cita, aunque sea en calidad de diputado nacional, sigue siendo una incógnita.

En principio Ferraz apostaba por un congreso en la que lo orgánico no iba a tener mucho peso más allá de la incorporación de nuevos nombres en responsabilidades menores de una ejecutiva socialista muy adormecida -y muy inflada- al igual que el Comité Federal. Hasta hace bien poco se consideraba que el líder del PSOE no iba a tocar a su “núcleo duro”, esto es, Ábalos, Carmen Calvo, Adriana Lastra y Santos Cerdán. Ahora nadie se atreve a hacer apuestas de lo que puede pasar en Ferraz.

Porque Sánchez, tras la conmoción de la remodelación ministerial del 10 de julio, ha demostrado que su intención es darle la vuelta también a la dirección federal, a los Grupos Parlamentarios y a las organizaciones territoriales con la intención de poner a punto las estructuras para una larguísima precampaña en la que se juega su continuidad.

Y es que Moncloa comienza a estar muy preocupada por los sondeos y, sobre todo, por esos cualitativos que apuntan al desgaste del presidente, que no consigue exorcizar ni siquiera con un cambio de caras en el Consejo de Ministros. Creen, sin embargo, que todavía hay tiempo para enderezar el rumbo una vez culmine el proceso de vacunación -con España a la cabeza de los países de nuestro entorno- y se consoliden los signos de recuperación económica.

Casado pretende escenificar en su convención el proceso de reunificación del centro-derecha

Por su parte, los populares desean poner a punto su propuesta de Gobierno, aupados por unos sondeos que llevan desde el 4 de mayo poniéndoles en el primer lugar de las preferencias electorales en el primer cambio de ciclo político desde 2018. Es también la cita en la que se pretende escenificar el proceso de reunificación del centro-derecha, con unos cuadros dirigentes de Ciudadanos que, salvo los resilientes, han llamado a las puertas del PP.

Otra cosa es Vox. No pasan las relaciones por el mejor de los momentos. Los de Santiago Abascal presionan en Andalucía y Madrid, pero Génova cree que su margen de maniobra es limitado salvo que se les visualice al lado de PSOE y Podemos. Pero ante todo, lo que quiere Pablo Casado es conseguir que parte del voto que emigró a ese partido, regrese a casa. Génova se aferrará al “potente mensaje” -dixit Pablo Montesinos- de que la única forma de desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa es centralizando la papeleta en torno al PP, sobre todo en las circunscripciones pequeñas. Considera la dirección popular que, a diferencia de 2019, esta vez el electorado de centro-derecha será sensible a este relato vista la experiencia del gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos.

Tal y como explicó el vicesecretario de Comunicación del PP a El Independiente, la estrategia pasa por diseñar un partido de amplio espectro, esto es, que sea capaz de servir de refugio “al votante socialista moderado crítico con Sánchez”, pero también a parte de la base electoral de Vox, una empresa que se antoja complicada.  

Y de fondo subyace un tema no menor, esto es, cierta recomposición del bipartidismo. PSOE y PP ven como algunas de las formaciones que competían por la misma tarta electoral se van batiendo en retirada. Podemos puntúa a la baja, con una ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, que intenta parar la sangría de votos. Ciudadanos está en un proceso de descomposición interna indisimulable, aunque, para disgusto del PP, Vox todavía aguanta. En definitiva, socialistas y populares creen que este es el momento de comenzar a recuperar el terreno perdido. Ya no hay amenazas de sorpasso, aunque los mayoritarios seguirán necesitando de pactos, algo menos el PP a tenor de lo que dicen las encuestas.

Dos años de pelea electoral

En definitiva, dos citas políticas fundamentales -que se pretenden presenciales, con permiso del Covid-, para arrancar un larguísimo proceso preelectoral en el que Sánchez debe forzar el pulso a los sondeos mientras que Casado se ve obligado a luchar por mantener y ampliar durante dos largos años la ventaja que le dan esos mismos trabajos demoscópicos. Serán los comicios locales y autonómicos del cuarto domingo de mayo de 2023 los que den la medida de la salud electoral de socialistas y populares.