Durante el fin de semana, la tormenta mediterránea Daniel azotó la región oriental de Libia, causando pérdidas materiales y cortes de electricidad, con decenas de ahogados al ser arrastrados por las inundaciones. Las autoridades libias anunciaron el estado de emergencia e impusieron toques de queda en respuesta a la tormenta. Además, el gobierno declaró zona catastrófica la ciudad de Derna, en el este de Libia.

Daniel puso de manifiesto la especial falta de preparación de los países del norte de África

El impacto devastador de Daniel y sus efectos en toda la región ofrecen una reflexión aleccionadora sobre la creciente urgencia climática a la que se enfrentan los países ribereños del mar Mediterráneo y, en particular, los situados en el norte de África. Aunque se preveía que la tormenta llegaría a Libia después de azotar Grecia, las autoridades locales y nacionales apenas aplicaron medidas previas a la tormenta ni planes de preevacuación en la región afectada, lo que pone de relieve la urgente necesidad de una preparación integral ante las catástrofes y de infraestructuras resistentes.

La catástrofe subraya además la vulnerabilidad de todas las zonas costeras ante fenómenos meteorológicos extremos exacerbados por el cambio climático. La subida del nivel del mar, los patrones meteorológicos impredecibles y las tormentas intensas amenazan vidas, propiedades e infraestructuras críticas a lo largo de estas costas.

Y Daniel puso de manifiesto la especial falta de preparación de los países del norte de África, que carecen de planes de adaptación y mitigación preparados para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos. Por último, la trayectoria de la tormenta, desde Grecia, Bulgaria y Turquía hasta Libia, ilustró cómo los fenómenos relacionados con el clima no conocen fronteras. La colaboración a escala regional e internacional será crucial para gestionar y mitigar estas crisis en el futuro.

El desastre de Derna está relacionado con el alto grado de negligencia de las autoridades, la extensión de la corrupción, la falta y casi inexistente priorización de los retos medioambientales y la escasa inversión para abordar los problemas medioambientales. También, a la escasa concienciación y medidas de precaución antes del suceso que, de haberse tomado, podrían haber salvado a muchas personas.

También es importante hacer hincapié en las estructuras de las presas y en la situación general del país en términos de debilidad y falta de mantenimiento de las presas existentes, que contribuyeron a agravar la situación. Es necesario garantizar que los proyectos de infraestructuras se prioricen; se lleven a buen término y reciban el apoyo nacional más importante; deben reevaluarse cuidadosamente y vincularse a las prioridades de desarrollo del país.

Las catastróficas consecuencias de la tormenta mediterránea Daniel en Libia y su impacto en las regiones circundantes han demostrado una vez más la realidad de que el cambio climático es una crisis global con repercusiones inmediatas y de gran alcance. Es esencial actuar con rapidez a todos los niveles -local, nacional e internacional- para hacer frente a esta emergencia medioambiental, aumentar la resiliencia y proteger a las comunidades vulnerables de las condiciones meteorológicas extremas.


Malak Altaeb es investigadora no residente de Middle East Institute y experta en política ambiental. El artículo se publicó en inglés en la página web del Middle East Institute.