El debate de la toma en consideración de la ley de Amnistía este martes en el Congreso derivó en una dura andanada de Santiago Abascal contra Alberto Núñez Feijóo. Llegó a reprocharle que condenara sus palabras en el diario argentino Clarín -donde afirmó que Pedro Sánchez acabaría "colgado de los pies" como el dictador fascista Benito Mussolini- cuando él se había negado siempre a sumarse al "linchamiento" de las fotos del gallego con el narcotraficante Marcial Dorado de hace más de 25 años. También le afeó que el PP no le hubiera dejado hueco en las comisiones parlamentarias, incluso en aquellas donde populares y voxistas podrían llegar a tener mayoría.

Los populares escucharon con estupefacción a Abascal, que aprovechara "un debate de tal calado como el de la Ley de Amnistía para arremeter contra el PP. Pero cuando el adversario se equivoca, es mejor no alertarle", señalaron ayer fuentes populares parlamentarias. Y aunque en realidad no les perjudica que el líder de la ultraderecha mantenga las distancias, frente al empeño socialista de hablar de PP y Vox como un mismo actor político, "tienen que elegir a quien quieren hacer oposición. Nosotros se le hacemos a Pedro Sánchez y ellos a nosotros" comentan en las filas populares.

"Ocultar su crisis interna"

Fuentes de Génova abundan más en la estrategia del partido con el que gobiernan en coalición en cinco comunidades autónomas y decenas de ayuntamientos de toda España. Creen que responde al deseo de "ocultar su crisis interna", una crisis que lleva camino de cronificarse cuyo detonante fue la marcha de Macarena Olona y continuó con el abandono de Iván Espinosa de los Monteros y otros fundadores del partido como Víctor Sánchez del Real, excluido de las listas del 23-J. Olona escribió este lunes en X que Abascal "se ha convertido en un obstáculo inservible y marginal".

La vuelta de tuerca hacia posiciones más radicales, muy cerca de los postulados del falangismo que profesó el vicepresidente de Acción Política, Jorge Buxadé, y bajo la influencia de Kiko Méndez Monasterio, es visto por el PP como una ventana de oportunidad para recuperar parte del voto que huyó a Vox. De ahí la dureza de la oposición popular en una táctica que, por un lado, responde al sino de los tiempos, -con un gobierno de perfil muy político diseñado para confrontar-, y por otro, volver a ser el "partido refugio" de los que rechazan a Pedro Sánchez.

"Pero no olvidemos que Alberto es de centro", destaca un presidente autonómico, a sabiendas de que no pueden olvidar al votante de centro moderado. Un difícil equilibrio conseguido en otros tiempos, cuando el PP era un partido de "amplio espectro, transversal", sin competencia a su derecha, y limítrofe con el PSOE a su izquierda.

Vox "tiene que elegir a quién quiere hacer oposición", dicen en Gñenova

Vox "tiene que elegir a quién quiere hacer oposición. Los nuestros quieren que le hagamos oposición a Sánchez", dice otro dirigente popular ante la acusación de Abascal de que el PP hace política "woke" y ellos, defienden en Génova, "política útil". Los sondeos no son amables con los de Abascal. No está rentabilizando su posición contra la ley de amnistía y demás cesiones de Sánchez a los independentistas de Junts y ERC. El último barómetro de El País, correspondiente a este mes de diciembre, daba a los populares un crecimiento de 10 escaños y restaba tres a Vox con respecto a los resultados del 23-J.

El nerviosismo se ha instalado en la sede de la calle Bambú, lo que explica una estrategia confusa y errática con nulos resultados más allá de reunir a sus huestes en las proximidades de la sede federal del PSOE, en Ferraz. Ni la huelga general, ni la pretensión de anular el pleno de investidura de Sánchez, ni sus iniciativas para ilegalizar partidos como Junts, ni sus querellas en racimo o pretender que el Senado incumpla la ley y no tramite la ley de Amnistía.

Los populares creen llegado el momento para minar a Vox, como antes hicieron con Ciudadanos en una estrategia que arrancó el anterior equipo directivo popular, en manos de Pablo Casado y de Teodoro García Egea. Y aunque compartan poder territorial con ellos, recuerdan que también gobernaban en coalición con los naranjas cuando el partido que fundara Albert Rivera y luego liderara Inés Arrimadas, inició su camino hacia el precipicio y la desaparición.

Se afianzan los populares en seguir su propia estrategia contra el Gobierno de coalición sin atender, aseguran, a lo que hagan o digan Abascal y los suyos a pesar de los llamamientos que, en este sentido, han venido lanzando desde la calle Bambú hasta que hace quince días dieron por rotos unos cauces de colaboración que nunca se habían abierto.