El pesimismo era real. No era una impostura. En el PSOE se temían lo peor en los últimos días, en las últimas horas. El líder no emitía señales, no pedía papeles, no lanzaba mensajes de tranquilidad a los suyos. Por eso en su núcleo de confianza corría la angustia, la desesperanza, la sensación cierta de que su jefe, Pedro Sánchez, iba a dimitir. Pero él se reivindicó de nuevo como un dirigente capaz de sorprender y de apostar por la salida menos obvia. Se queda, sí, se queda como presidente del Gobierno, anunció en su comparecencia ante los medios este lunes en la Moncloa. Continúa en el cargo "con más fuerza si cabe", aunque consciente de que ahora abre nueva página, de que lo ocurrido es un "punto y aparte", no un mero "punto y seguido".

Pero, precisamente para reforzar ese relato, Sánchez necesitaba un nutriente que siempre le preocupa: la discreción. El hermetismo. El silencio. Y esta vez lo explotó al máximo, para desesperación de su partido. Mantuvo el secreto hasta prácticamente el final, hasta pocos minutos antes de dirigirse a los ciudadanos a través de los medios, en una declaración institucional (otra más) sin preguntas de los periodistas. Con muy poco margen confió su decisión a su equipo íntimo: a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, al ministro Félix Bolaños y al responsable de Organización del PSOE, Santos Cerdán.

Sánchez convocó a su núcleo duro por WhatsApp en la noche del domingo, y la reunión se produjo en la Moncloa a las 10 horas, tras ver al Rey

El presidente se enclaustró en la Moncloa el pasado miércoles a la vuelta del Congreso. Escribió en solitario su carta a la ciudadanía, en la que plasmaba su decisión de "parar y reflexionar" y en la que confesaba que valoraba dimitir, se la entregó al secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallès, y a su director de Gabinete, Óscar López, y a partir de ahí se recluyó. No mantuvo contacto con el exterior, más allá de responder protocolariamente a mensajes de ánimo y de despachar los asuntos ordinarios del Gobierno con López. Pero no reaccionaba. Y eso alimentó el temor de su círculo, un vértigo que fue indisimulable en la reunión del sábado del comité federal, en el que cúpula y bases gritaron ese "¡Pedro, quédate!" que resultó definitivo para persuadirle de que tenía que seguir.

El domingo por la noche, según confirmaban a este diario fuentes de Ferraz, Sánchez convocó por WhatsApp a la vicepresidenta primera, al ministro de Presidencia y Justicia y al secretario de Organización del PSOE. Les dijo que acudieran a la mañana siguiente a la Moncloa, a las 10 horas, pero no les adelantó su decisión. Ya por la mañana, a las 8.41, la Secretaría de Estado de Comunicación anunció la comparecencia del jefe del Ejecutivo para las 12 horas, aunque posteriormente la anticipó 60 minutos, para que comenzase a las 11.

El presidente se desplazó hasta la Zarzuela para comunicarle su decisión al Rey. Y fue después cuando se reunió con Montero, Bolaños y Cerdán en la Moncloa. También con López y Vallès. "Ninguno sabía nada" hasta ese momento. Él les hizo partícipes de la reflexión de los últimos días, de su determinación de seguir al frente del Gobierno para liderar el combate contra el "fango", para evitar que los "bulos dirijan el debate político", para regenerar la vida democrática. Otro miembro del núcleo duro, el titular de Transportes, Óscar Puente, también lo supo "cinco minutos antes" de la alocución televisada.

Varios ministros consultados se enteraron de la noticia al tiempo que él la explicaba en directo. Sánchez telefoneó después de su comparecencia a Zapatero y se vio con Díaz

Los cinco dirigentes del máximo nivel, por tanto, tuvieron conocimiento de la decisión de Sánchez poco antes de que la conocieran los medios y los ciudadanos. Varios ministros consultados, sin embargo, admitían que se enteraron de la noticia al tiempo que él la explicaba en directo. No antes. Un texto, por cierto, que de nuevo escribió de su puño y letra, como la carta del miércoles, sin asesores, como precisaban en su equipo directo.

Después de la comparecencia, el líder socialista telefoneó al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los dirigentes fundamentales en su trayectoria vital, y en la del partido, en este último año, el que ha ejercido de coach espiritual de cuadros y bases y el que espoleó a la militancia el pasado jueves para que mostrase su afecto a su secretario general movilizándose en las calles. Él estaba convencido de que si el PSOE se reagrupaba en torno a su jefe habría un viraje, cambiaría su opinión. Y así ha sido. La exhibición de apoyo de la dirigencia y los simpatizantes socialistas y también del electorado progresista influyó "decisivamente" en su ánimo, según narró el propio Sánchez en su intervención desde las escalinatas de la Moncloa. También después de su discurso el jefe del Ejecutivo se citó con su vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, que le emplazó a ir "más allá" del pacto de investidura que ambos suscribieron en octubre ahora que está resuelto a plantar cara a la derecha y la ultraderecha.

Cierre de filas en público, opiniones más matizadas en privado

Los gritos de euforia que se colaron en la emisión en directo por televisión, y que procedían de algunos de los trabajadores del complejo presidencial, representaban el sentimiento de alivio que, de inmediato, recorrió el partido. El PSOE había vivido con intensa preocupación los últimos días. Si Sánchez se iba, sobrevendría el caos, porque no estaba —ni está— preparada la sucesión, porque la "rendición" de su líder daría combustible a la derecha, porque sería un mal mensaje para la democracia. Y arriesgar la estabilidad del Gobierno, en un momento de debilidad parlamentaria, a las puertas de dos citas electorales, las catalanas del 12 de mayo y las europeas del 9 de junio, podía resultar peligroso.

Algunos responsables señalan que esta era la salida "menos mala", que ha logrado "poner a los progresistas como motos". Ha pesado "la coherencia consigo mismo", dice un ministro

Esa sensación tan cercana de caer en el abismo, ese vértigo, explica que varios responsables socialistas, de la dirección federal y de los territorios, pongan más en valor la buena noticia que es para ellos que Sánchez se quede. Todos los mandos contactados celebran la decisión. Hasta lo hizo el crítico entre los críticos, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. En X celebró que el líder socialista y su mujer hayan concluido que "pueden con las mentiras que les puedan dirigir". En público, se impuso el cierre de filas y las manifestaciones de apoyo de los barones autonómicos.

"Pedro es así, imprevisible. ¿Que la derecha le va a masacrar? Pues sí, pero que digan lo que quieran. Ha puesto a los progresistas como motos. Vamos como aviones a las europeas. Yo no subestimaría a Pedro, y en el PP eso sí lo saben", sentencia una dirigente regional. "Nos alegra. Lo que más ha pesado, creo, es la coherencia consigo mismo", apunta un ministro. "El personaje es así. Ganar las catalanas y permanecer vivo no me parece poco", completa otro responsable territorial. "Esta era la salida menos mala", opina un barón autonómico. Para otra máxima responsable regional, lo que existe es "mucha ilusión por seguir defendiendo al presidente y su proyecto". De la depresión del sábado a la euforia del lunes. Otra muestra más del estado anímico pendular, ciclotímico, del PSOE.

En el partido ha sentado mal que el presidente metiera a su partido en "un lío" sin contar con él y con una salida final "difícil de explicar"

En el partido se han escuchado, en sordina, ciertas dudas respecto a la gestión de la crisis, al hecho de que Sánchez se tomara cinco días para anunciar su decisión, manteniendo con el alma encogida a su partido, al Ejecutivo y al país. Un estrés brutal y un tensionamiento insólito en sus propias filas. "Fue meternos en un lío del copón aún empatizando al 100% con Pedro", avisa un mando territorial. Un secretario provincial diagnostica que el "problema" ha sido que el PSOE es una organización que no está acostumbrada a que "no sepa nada nadie", que no está habituada al secretismo absoluto. Y es que Sánchez no dijo nada a nadie de su círculo político hasta una hora antes de hablar ante las cámaras.

Para otra dirigente que ha trabajado codo con codo con el jefe del Ejecutivo, la solución final es "difícil de explicar": "Hemos de aprender de esto que ha pasado. El partido tiene que pintar algo, es el que se quedará siempre. Todo por los militantes pero sin los militantes, sin el Gobierno, sin nadie. Y esto no es normal. En absoluto. Esto no era una crisis personal. Abarca un país". "La carta ya no tiene remedio y el debate sobre su acierto, a estas alturas, resulta estéril. Es evidente que no pudo obedecer a un cálculo político. Ahora hay que armar el punto y aparte. En todo caso, prevalece la convicción de que una dimisión hubiera sido una catástrofe segura y aún mayor", glosa un cuadro con mucho conocimiento de las tripas del PSOE.

"Se rompió, se le cruzaron los cables"

También se palpa cierto malestar con la dirección por cómo organizó el comité federal del pasado sábado, por primera vez en su historia en abierto, retransmitido por la tele. No gustó a algunos que Cerdán parara la cita de buenas a primeras para que la cúpula se uniera a las bases en la calle, y que por tanto no pudieran tomar la palabra los barones territoriales. Solo intervinieron Montero, los candidatos de Euskadi y Cataluña, Eneko Andueza y Salvador Illa, la número uno de las europeas, Teresa Ribera, y los tres presidentes autonómicos socialistas. "¿No debió hablar por ejemplo Juan Espadas, el líder de la federación más potente que tenemos, Andalucía?", se preguntan en una cúpula regional.

No hay riesgos. Aquí hay un ganador, que es el PSOE. Nos impulsará en catalanas y europeas. Ha servido para mover el tablero, cohesionar a nuestros votantes", dice un dirigente cercano

Por el momento, no obstante, no reina la preocupación por lo que ocurra a partir de ahora, por la hipótesis de que se le pueda volver en contra su opción de permanecer al frente del Gobierno. Él decía ayer en TVE que no hubo "teatro" ninguno, y altos cargos de su partido le creen: insisten en que no hubo "farol" ni "paripé" por su parte, que no ha "engañado" a la ciudadanía, como sostiene el PP, sino que verdaderamente "se rompió, se le cruzaron los cables" la semana pasada por la "campaña de descrédito" de las últimas semanas contra él y su mujer —y que el presidente asume que seguirá, según admitió—, pero que tras ver las muestras de afecto de los suyos reconsideró su postura. Algunos añaden que faltan "piezas por encajar en el puzle", que todavía no se conocen, pero que el bien mayor es que él no se va. "Para nada ha sido una sobreactuación. Ha sido algo muy serio y muy personal. No creo que se nos pueda volver en contra", tercia un barón autonómico.

Y Sánchez, asumen en el PSOE, es el principal galvanizador del electorado de izquierdas. "Aquí no hay riesgos. Aquí hay un ganador, que es el PSOE. Y esto nos impulsará más en las catalanas y nos hará mejorar en las europeas, sin duda alguna. Es decir, que ha servido para mover el tablero, cohesionar a nuestros votantes y motivarles, sin duda alguna", asevera un dirigente muy experimentado y cercano al presidente. Para una líder territorial socialista, lo positivo es que Sánchez "ha hecho pensar un poco a los artistas, que se han manifestado y se han hecho oír y se ven reforzados", que se ha abierto el debate sobre los bulos y la desinformación y la necesidad de "huir de la basura y el barro".

Las cifras del polémico CIS

"Y todo esto no hubiera sido posible si no paramos y nos vamos al rincón de pensar", añade esta misma responsable. Lo mismo opina otro conocido dirigente, con asiento en la Cámara alta: "No se trata de hacer mella en la derecha (aunque alguno habrá), sino de que esa ciudadanía progresista pero desencantada por todo el ruido sea consciente y tome partido, que no desentienda de la defensa de la democracia y del Gobierno que eligió". El principal reto, continúa, sería "canalizar" todo el flujo favorable al Ejecutivo que este parón del presidente ha despertado. Otros cuadros entienden que el discurso de este lunes debe complementarse con medidas, porque si no quedará en nada. "Medidas para combatir los discursos de odio y la desinformación. Aquí entran en juego partidos políticos, medios de comunicación y la cuestión del Consejo del Poder Judicial", expone una baronesa autonómica. Sánchez no anunció ninguna iniciativa concreta en TVE.

Las heridas de este capítulo tardarán en sedimentar, pero hay mandos que avisan de que empieza el 'postsanchismo'. Y hay inquietud porque no se sabe la digestión de la no renuncia

El CIS de José Félix Tezanos apuntaría a que la maniobra de Sánchez le resultaría rentable electoralmente. La encuesta flash publicada este lunes y realizada tras su carta del miércoles coloca al PSOE 9,4 puntos por delante del PP, con un 38,6%. Pero también descubre que hasta el 44,5% de los ciudadanos estaba a favor de que dimitiera o convocara elecciones anticipadas, porcentaje que crece hasta el 56,2% si se contempla la opción de que se hubiera sometido a una cuestión de confianza. El 36,7% sí se mostraba a favor de que explicara lo sucedido y siguiera gobernando, el camino por el que el presidente optó.

Las consecuencias de lo ocurrido en estos últimos cinco días, la desembocadura que nadie esperaba, las heridas que deja este capítulo, se irán comprobando en las próximas semanas, meses. Para empezar, en las dos convocatorias electorales por delante, en las catalanas y las europeas. Sánchez ha dado un paso crucial en su carrera política, y no pasará en balde. Las aguas no volverán al mismo punto. Lo dice una responsable de un aparato autonómico: "Esto es un antes y un después. Se terminó el callar en el PSOE. Comienza el postsanchismo y lo pilota el partido". "Por lo pronto", complementa un secretario provincial, "esto humaniza un poco la política. Es la primera vez que su Manual de resistencia se resiente", la primera vez que el líder muestra sus debilidades. "La gente extrae al menos de este episodio una lección positiva —observa un dirigente con muchos años de militancia—: el alzamiento de la ciudadanía progresista frente al envilecimiento de la vida política. Con todo, hay preocupación. Más allá de la efervescencia del sábado, nadie sabe cómo será la digestión de la post-carta". Si el 12-M y el 9-J se resuelven en positivo para los socialistas, el presidente habrá ganado una partida muy audaz, pero de altísimo riesgo. Si no es así, el cuestionamiento interno puede crecer.