Alivio. Aunque sea momentáneo. Aunque pueda saber a pan para hoy y hambre para mañana. Aunque a la vuelta de la esquina, el lunes, vuelva la pesadilla a primera hora. Por la declaración del extodopoderoso Santos Cerdán ante el Supremo. Pero es un pequeño respiro. Para el Gobierno y para el PSOE.

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—Realmente ha sido una casualidad. Llevábamos meses trabajando en la cumbre de la OTAN, y obviamente la fecha, 24 y 25 de junio, no la fijamos nosotros. La arena internacional y la política nacional son canales distintos. Ojalá una compensase la otra o pudiera barrer la otra. Pero sí, tal y como salimos de La Haya tenemos una bala inmensa, sobre todo para los ciudadanos, a los que les evitamos gastar 350.000 millones de aquí a 2035.

En la Moncloa no esconden la satisfacción por lo ocurrido en la última semana, igual que en Ferraz y en las federaciones el ánimo ha mejorado, las aguas bajan "algo más tranquilas y hay menos ruido". "Pero la calle no se ha calmado mucho", advierte un secretario provincial, consciente de que el resultado de la cumbre de la OTAN puede funcionar como un espejismo interno. Porque, en el fondo, el temporal por el caso Koldo / Ábalos / Cerdán está lejos de amainar. Se pudo percibir en la sesión de control del pasado miércoles, convertido el hemiciclo en escenario de una nueva tangana, y volverá a los focos el lunes cuando Cerdán declare ante el magistrado del Supremo Leopoldo Puente —sin streaming, por cierto, como era obvio, por mucho que lo demandara su defensa—, y cuando la investigación judicial vaya avanzando. Y también el próximo sábado, 5 de julio, cuando Pedro Sánchez reúna a su comité federal tras tener en vilo a su organización por los cambios que está dispuesto a acometer tras la caída de su último secretario de Organización, jefe de una presunta trama criminal cuyo radio de acción aún no está perimetrado.

Pero La Haya ha servido para que Sánchez saque músculo en un terreno de la acción política en el que siempre se ha desenvuelto cómodo: la negociación internacional. Firmó, lo hicieron los 32 miembros de la OTAN, la declaración final, en la que "los aliados" —y no "todos los aliados", como figuraba inicialmente, y aquí cada palabra es relevante— se comprometen a un gasto militar, de aquí a 2035, del 5% del PIB, dividido en dos categorías: inversión en defensa pura y dura, que será del 3,5%, y el desembolso en infraestructuras críticas o ciberseguridad, que alcanzará el 1,5%.

Pero España logró que se desligase el porcentaje de gasto de los objetivos de capacidad (capability targets): el presidente insistió en que, según los cálculos de las Fuerzas Armadas española, bastará una inversión del 2,1% del PIB para cubrir las capacidades militares comprometidas con la Alianza y cerradas por los ministros de Defensa el pasado 5 de junio. El secretario general de la organización, el holandés Mark Rutte, le aseguró por carta la "flexibilidad" a la que podría acogerse España y que el presidente aceptó en otra misiva de vuelta. Rutte ha venido recalcando en los últimos días que la OTAN cree que Madrid necesitará gastar un 3,5%, aunque el Gobierno de coalición entienda que puede cumplir con los objetivos fijados con un 2,1%. Donald Trump advirtió primero de que haría pagar a España "el doble" vía aranceles, pero este viernes simplemente se mostró convencido de que nuestro país acabará dedicando el 5% de su PIB a defensa, sin más amenazas (de momento).

El presidente calificó de "éxito" para España y para la OTAN la cumbre de La Haya. Una cita en la que se le vio inusualmente más aislado y menos hablador que de costumbre. Pero ese era el punto final de una larga negociación que había arrancado meses atrás. Porque fue en abril, cuando arrancaron las conversaciones para la preparación de la cita en Países Bajos, el momento en que España trasladó que se plantaría en el gasto del 2% del PIB, que no aceptaría el 5% impuesto por EEUU y aceptado sin pestañear por Rutte. Un no, relatan en la Moncloa, que se avanzó en los tres espacios de decisión de la Alianza, en el Consejo Atlántico —del que forman parte los embajadores de los 32 países miembros—, en las reuniones de ministros y al más alto nivel, entre líderes. "Rutte sabía por tanto nuestra posición", subrayan en el equipo del presidente.

El miércoles 18 de julio, en el Consejo Atlántico, el secretario general hace llegar el último borrador de la declaración final, en la que recoge el 5% de obligado cumplimiento para todos los países. Y somete ese texto al llamado procedimiento de silencio. Es decir, que si ninguno de los aliados se opone y manifiesta su discrepancia, se convertirá en definitivo. Por eso el jueves 19 el presidente remite a Rutte una carta en la que expresa su disconformidad: el 5% no es "razonable" y hasta podría ser contraproducente. A partir de ahí comienzan horas de intensas conversaciones en las que se implica el propio jefe del Ejecutivo. El sábado por la noche, ya la Moncloa percibe "buenas sensaciones" y avanza que el acuerdo puede estar próximo.

El domingo 22, Rutte certifica por carta que permitirá la "flexibilidad" y Sánchez le devuelve su OK. El secretario general remite la nueva declaración final, más ambigua, a todos los aliados, y la somete de nuevo al procedimiento de silencio. Esa ventana para levantar la mano acaba a las 17.30. Nadie se opone. El texto queda aprobado por el asentimiento de todos. Sánchez comparece en la Moncloa algo más de media hora más tarde. "Con Trump todo puede suceder, pero teníamos la certeza de que el texto ya no se iba a cambiar. La declaración final estaba blindada. Pero hay que tener en cuenta —avisan los colaboradores directos del líder socialista— que este tipo de textos de la OTAN no tienen implicaciones legales. Son declaraciones políticas, como las cartas de Rutte y el presidente. No son como las conclusiones de los Consejos Europeos, que son vinculantes para los Veintisiete".

La cumbre, que se redujo al mínimo por deseo del mandatario norteamericano —una cena de gala con los reyes de Países Bajos el 24 por la noche y la sesión de trabajo de la mañana siguiente—, discurrió sin sobresaltos. "Con un tono más constructivo y tranquilo que lo que pensábamos", precisan en la Moncloa. Ninguno de los aliados, señalan, reprochó nada a España y la única mención específica vino de Letonia, que agradeció la presencia de las tropas españolas en la frontera. Trump no se encaró con Sánchez. "La mayoría de los aliados se han comprometido a alcanzar el 5%. No todos ellos. No entiendo por qué", apuntó, sin añadir nada más, según el relato de la delegación española. El presidente de EEUU se centró sobre todo en vender al resto de países el bombardeo sobre Irán y también las bondades de la industria militar norteamericana, preparada para absorber, incidió, la demanda europea. "No se tapó nada —prosiguen las mismas fuentes—. Pero el grueso de la cumbre no fue el 5%. En el centro estuvo lo importante, el desarrollo de las capacidades. En lo que ponemos el acento: las compras conjuntas, la coproducción, la interoperabilidad de nuestras Fuerzas Armadas...".

En la rueda de prensa posterior, Sánchez se mantuvo en el 2,1%. Y nada más. Remarcó que no era él quien colocaba ese umbral, sino el Ejército español. En la Moncloa cuentan que aunque el pacto sobre las capacidades militares se sella el 5 de junio, fue antes, en marzo, cuando cada país sabe qué objetivos tiene marcados para los siguientes años por la Alianza. "El procedimiento es que cada aliado lleva ese pacto a sus Fuerzas Armadas nacionales para que estimen el coste. No lo hace la OTAN, porque no tiene capacidad humana ni técnica para hacerlo. Ellos no tienen los datos de qué pensiones cobran tus soldados, qué edad media tienen, por ejemplo. Y esos números se remiten a la Alianza a título informativo, porque la organización no tiene capacidad para cuestionarlo. No es como la Comisión Europea, que sí cuenta con la estructura suficiente para hacer sus cálculos propios y rebatir los que haga cada país. La OTAN no tiene papeles propios", explican. Son semanas en las que España se faja con Rutte, en una negociación de la que no solo participa la ministra de Defensa, Margarita Robles, sino también el director de Gabinete del presidente, Diego Rubio. "No deja de ser casualidad que Rutte hable del 3,5%, y que sea el mismo porcentaje que necesitan países como Luxemburgo o Estados Unidos para cubrir sus objetivos, cuando por ejemplo no es lo mismo el salario de un soldado finlandés que el de uno búlgaro", añaden.

En el corazón del Gobierno apuntan a estudios de think tanks prestigiosos como el estadounidense Center for Strategic and International Studies (CSIS) que cuestionan el gasto militar del 5% y que ya avanzan que "pocos países planean cumplirlo", ya que solo lo han firmado para "apaciguar" a Trump. El porcentaje de inversión tan elevado sería "políticamente inviable", señala su último estudio, porque obligaría a recortes del Estado del bienestar de los países miembros.

—Es que esa es la clave —rubrican en la Moncloa—. Nos hemos opuesto a gastar tres puntos de PIB, 350.000 millones de aquí a 2035. Para que nos hagamos una idea: la mayor inyección de recursos que ha recibido España son los fondos europeos, y son 160.000 millones, menos de la mitad de esos 350.000 millones que nos costaría llegar al 5%. Es que la gente ha perdido la escala. Por eso el presidente alertó de que alcanzar ese 5% supondría una subida de impuestos media a cada trabajador de 3.000 euros anuales. Porque está claro que para llegar a ese listón o subes impuestos o haces recortes. No hay más.

Sánchez, el domingo, aseguró que el 5%, además de ser un gasto "desproporcionado" e "innecesario", sería "incompatible" con el sostenimiento del Estado del bienestar, con el modelo social. El jueves, ya en Bruselas, y después de las amenazas arancelarias de Trump, insistió en que España es "soberana". Tras el Consejo Europeo, repitió que España es una nación "abierta, conciliadora", que quiere "tender puentes" y no "romperlos" con EEUU. "Pero ser europeísta y ser atlantista no implica un seguidismo ciego que otros en nuestro país proponen", advirtió, en un claro reproche a Alberto Núñez Feijóo que, tras varios giros discursivos, acabó asegurando el jueves que sí aceptaría el 5%. "Entonces, de lo que habla el PP es de un recorte de los servicios públicos de más de tres puntos del PIB, dado que lo que plantea es bajar impuestos. Eso supone, por ejemplo, recortar las pensiones un 50%", refutan en la Moncloa, donde agregan que la cláusula de escape diseñada por la Comisión Europea, en caso de activarse, "tiene implicaciones", porque aunque se relajen las reglas fiscales subiría la deuda pública [ahora está en el 103,5%] y, con ella, también la prima de riesgo, así que también pagaríamos más intereses".

En el Gabinete del presidente indican que, obviamente, la negociación con la OTAN no se ha desplegado para aliviar el mazazo sufrido por el Gobierno y el PSOE por el estallido del caso Cerdán. "Pero es verdad que la corrupción genera vergüenza y esto es una inyección de orgullo". Y aunque la posición de Sánchez ha servido para mantener sujetos a los socios —la excepción es Podemos—, en su equipo de máxima confianza niegan que la gesticulación obedezca a la precariedad parlamentaria del Ejecutivo: "Nuestros aliados del bloque de investidura están aquí a por uvas. Ellos no tienen información, no participan en nada. No saben mucho del tema más allá de que no quieren más gasto militar. Su argumento no es muy sofisticado". Lo cierto es que si el líder socialista se hubiera comprometido a un 5%, la legislatura habría implosionado, porque los socios no habrían validado recortes sociales masivos. El compromiso del presidente era no tocar "ni un céntimo" de gasto social ni medioambiental. Los equilibrios con los partidos que sustentan al Ejecutivo, aunque más erosionados porque "se resienten" de los escándalos de corrupción de los socialistas, siguen funcionando, ya que ninguno quiere hacer caer a la coalición. "Continuamos estando voto a voto", admiten desde el Gobierno.

En el PSOE, tanto en la cúpula como en los territorios, en federaciones afines y en las menos alineadas, se reconoce que la cumbre de la OTAN ha funcionado como un balón de oxígeno interno en un momento muy difícil. "Todo es muy cuesta arriba, pero el partido está mejor", resume una integrante de la dirección que sondea las direcciones regionales. Ya se sabe que el PSOE es una "noria de emociones", un partido ciclotímico, que pasa de la depresión a la euforia casi sin solución de continuidad. "Poco a poco se van pasando las distintas etapas del duelo. Hemos pasado por la tristeza, luego por la indignación, ahora vamos por la aceptación", ilustra un alto mando del Ejecutivo. "Todo está más tranquilo. El contexto internacional nos ha dado oxígeno, sin duda. Veremos si sale más mierda. De eso dependemos. Pero de momento se respira más tranquilidad. El problema que seguimos teniendo es la gobernabilidad, pero no veo a Pedro convocando elecciones por ahora", afirma un barón que guarda distancias con Ferraz. "Atmósfera tranquila, a la espera del comité federal", señala otro líder territorial más próximo a la cúpula. "Brotes verdes con la OTAN hasta el siguiente informe de la UCO", sintetiza un mando territorial con mucho conocimiento del aparato. En la formación también sientan bien los choques con el mandatario norteamericano, ya que Sánchez ha jugado la baza de ser su némesis desde el principio, y eso, creen los suyos, puede ayudar a amalgamar al votante progresista y a reanimarlo frente a la amenaza de PP-Vox. "Cuanto más nos ataqueTrump, mejor para Pedro", verbaliza un dirigente con contacto con la Moncloa.

—El ambiente es mejor. De resistencia. El humor sigue siendo de pesimismo, de indignación, de decepción —describe un jefe de un aparato autonómico—. Pero existe la convicción de que no se puede ceder a la presión de la derecha y que hay que resistir. Lo de la OTAN, los ataques de Feijóo, los barullos del Congreso cohesionan.

Y también Felipe. Felipe González. El expresidente del Gobierno, que el jueves avanzó en Onda Cero que no votará al PSOE, el partido que lideró de 1974 a 1997, por haber participación en la "barrabasada" de la ley de amnistía, avalada finalmente por el Tribunal Constitucional. Un respaldo que no ha satisfecho en absoluto a la vieja guardia socialista y que el Gobierno y Ferraz (y el PSC) han celebrado como un éxito claro y el triunfo de su apuesta por la "convivencia" en Cataluña. El último salto del patriarca socialista ha revuelto el patio interno, y ha recrecido el malestar contra él, incluso de muchos de los que le acompañaron en su ascenso al timón del partido, como el exeurodiputado Luis Yáñez-Barnuevo. "Muchos afiliados de base están cabreadísimos con él, sobre todo los mayores", cuenta un responsable de Organización autonómico. El ambiente, indica un veterano, lo describía el exministro Jesús Caldera en una tribuna en El País este jueves: asquea la corrupción, pero se cree que hay razones para luchar por el Gobierno, a diferencia de lo que ocurría en 1996 y 2011, en el ocaso de las etapas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero: la gestión económica, el balance de estos siete años de gestión. "El PSOE no es propiedad de sus militantes, sino patrimonio de la sociedad española, del que unos cuantos corruptos (pues lo han reconocido) no pueden privar", concluye el extitular de Trabajo, hoy fuera de todo cargo orgánico e institucional.

El siguiente sobresalto que espera al PSOE es la declaración de Cerdán el lunes. Hay expectación, pero en la Moncloa dicen no sentir "ningún temor", porque calculan que el exsecretario de Organización emulará a su antecesor, José Luis Ábalos: "Lo negará todo". Los dos buscan, prosiguen, un peritaje, aferrándose a su tesis de que el informe de la UCO es un "montaje", que no se reconocen en las grabaciones, que se ha empleado inteligencia artificial. Teoría que nadie cree en el partido. ¿Hasta cuándo puede durar esa ficción? "Hasta que lo diga el juez", resuelven en el equipo del presidente. En el círculo del líder subrayan que no han vuelto a hablar con Cerdán, que han cortado todo lazo, que siguen sorprendidos del engaño, porque en estos últimos meses de runrún él jamás flaqueó en su versión de que no había "nada", ni tan siquiera dejó caer la idea de que quería abandonar la Secretaría de Organización. "Es que no hemos notado nada. Tampoco en su vida personal". Porque al exdirigente navarro se le presumía una vida austera, sin lujos.

La pantalla con la que se cerrará la próxima semana es el comité federal del 5 de julio. Sánchez podría avanzar los cambios de su ejecutiva antes o reservarse todas las cartas para el sábado. Aún no ha trasladado sus planes. En el partido es un clamor que quien debe ocupar la Secretaría de Organización ha de ser ahora una mujer, todavía más justificado tras las citas de Ábalos y su exasesor Koldo García con prostitutas, revelaciones que resultan vomitivas para los socialistas. "Siempre es mejor que se piense en mujeres para cargos de relevancia, pero lo importante en este caso es que quien resulte elegido sea eficaz, que conozca el partido, que tenga autoridad interna", precisa una persona de la máxima confianza de Sánchez. Podría ser Montse Mínguez, que se ha hecho cargo, de manera interina, de las riendas del aparato, junto a Cristina Narbona y Borja Cabezón, aunque para algunos puede ser un obstáculo que milite en el PSC, formalmente otro partido —"y un responsable de Organización ha de tener autoridad no solo en Madrid, sino también de cara a un cuadro de Huelva o de Pontevedra", advierte un buen conocedor de la fontanería del PSOE—. Podría ser el monclovita Paco Salazar, o el ministro Óscar Puente, o Pilar Bernabé o Milagros Tolón, delegadas del Gobierno en la Comunitat Valenciana y en Castilla-La Mancha. Nadie sabe aún. Es Sánchez el que decide. Y tiene margen. Una semana. Días tras el respiro momentáneo concedido por la OTAN.

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