Interpretar a Junts, aventurar sus siguientes movimientos, tiene mucho de fantasía y de riesgo. Porque su mochila de amenazas (luego no cumplidas) es insoslayable, porque quien decide cada paso, cada aleteo de lo que sucede en el partido es su líder, Carles Puigdemont, porque el miedo cerval a la competencia con Aliança Catalana, la formación ultra, independentista y xenófoba de Sílvia Orriols les atenaza. Porque dos años después de la investidura de Pedro Sánchez sienten que el Gobierno ha "incumplido" el contrato firmado en Bruselas y que es "la hora del cambio". El lunes el partido dirá qué es eso, qué quiere hacer, cómo quiere conducir sus relaciones con el PSOE, qué rumbo pretende imprimir a partir de ahora. Dirá si quiere romper y cómo, y qué implica.

PUBLICIDAD

El Gobierno se mantiene a la espera. No sabe, no puede anticipar la decisión de los posconvergentes. Pero repite una y otra vez una misma idea para apuntalar su impresión de que, en el fondo, nada cambiará demasiado: que es imposible que apoyen una moción de censura con el PP de la que participe Vox. "Junts no podría regresar a Cataluña", dicen en la Moncloa. "Esa firma es muerte", abundan en la dirección socialista.

El vicepresidente de Junts ha coqueteado con la idea de una moción instrumental sin Feijóo de candidato y para convocar elecciones. Pero lo planteaba como un "escenario teórico"

Las dos formaciones entran en tiempo de descuento. Puigdemont reúne a los suyos este lunes en Perpiñán (Francia) para tomar decisiones y, después, preguntar a su militancia. La amenaza de ruptura parece más patente que nunca, aunque no es la primera vez que asoma. Hace un año, el expresident también decidió congelar las relaciones con los socialistas y exigió que se discutiera su solicitud de cuestión de confianza, una atribución que, reivindicaba la Moncloa, es exclusiva del presidente. Al final, los dos partidos lograron superar el bache, Junts acabó retirando su iniciativa —a instancias del mediador internacional— y a los pocos días ambas partes anunciaron un trabajoso pacto para la delegación de las competencias migratorias a Cataluña, que habían estado discutiendo durante más de un año y que finalmente quedó enterrado este pasado septiembre porque Podemos rechazó la proposición de ley junto a PP y Vox.

La derecha independentista catalana dice que ahora sí va en serio, que está cansada, que quiere resultados tangible, que "el chicle se ha estirado hasta el final". Y adoba su retórica con el amago de una moción de censura instrumental. Antoni Castellà, vicepresidente de Junts, coqueteaba el pasado 15 de octubre en una entrevista en Cafè d'idees (La 2 y Ràdio 4) con esa posibilidad: si su partido retira el apoyo a Sánchez, lo lógico es que este convoque nuevas generales, dijo, y si no lo hace, entonces tendría sentido plantear una moción de censura instrumental. Pero no con Alberto Núñez Feijóo —"sería de locos"—, "nunca" sería "con un candidato que aspira a ser presidente", sino con alguien que "se ofrezca como si fuese un tecnócrata, en un proceso de este tipo para convocar elecciones". "Pero ahora no estamos aquí", precisó, ese solo es un "escenario teórico".

Gobierno y Ferraz no se lo creen. Eso afirman. Entienden que es un escenario irreal. Que lo que ocurre, explican, es que Junts sangra por la herida, asustada, "jodida", por el auge de Aliança Catalana. Pero, a la vez, el presidente lanza señales distintas a las de otras ocasiones. El jueves, a su llegada al Consejo Europeo, Sánchez pidió "tiempo" a los posconvergentes y les advirtió de que un "cambio", con lo que ellos amagan ahora, puede significar también una "involución", ir "50 años atrás", porque sus compañeros de viaje necesarios serían PP y Vox. Y es que para que prospere una moción de censura capaz de echarle de la Moncloa, y que requiere de una mayoría absoluta de votos (el de 176 diputados), la ultraderecha de Santiago Abascal tiene que entrar forzosamente en la ecuación, y de la mano de Feijóo. No hay otra combinación posible.

Después de que trascendiera que Junts someterá su decisión a la consulta de las bases, el líder socialista manifestó su respeto al proceso interno y reiteró que no está desatendiendo los compromisos que su partido contrajo en Bruselas hace casi dos años para recibir esos capitales siete votos en la investidura: "Estamos cumpliendo con lo que está en nuestra mano y lo que no está en nuestra mano, estamos trabajando para que se cumpla".

Sánchez logra un acuerdo con Alemania en plena presión de los posconvergentes: pacta con el canciller Merz "abrir el diálogo" para que se pueda reconocer el catalán en la UE

Esa aseveración del presidente cobraba más sentido apenas unas horas después, cuando los gobiernos de España y Alemania publicaban una declaración conjunta con la que anunciaban su acuerdo para "abrir un diálogo con el objetivo de encontrar una respuesta a la solicitud española de que sus lenguas oficiales distintas del español sean reconocidas como oficiales en la Unión Europea de forma que sea aceptable para todos los Estados miembros". Algo se había movido. Sánchez sabía lo que se decía el jueves por la noche ante la prensa: la interlocución con Alemania, fundamental, había dado sus frutos. En un momento absolutamente clave para la estabilidad de su coalición.

En su comunicado, Madrid y Berlín subrayaron que la incorporación del catalán, el euskera y el gallego "constituye una parte esencial de la identidad nacional plurilingüe de España". Y por ese motivo los dos ejecutivos deciden "conjuntamente iniciar conversaciones bilaterales a partir de las cuales España presentará un texto para debate y decisión de los 27 Estados miembros en una futura reunión del Consejo de Asuntos Generales". El diálogo comenzará "a la mayor brevedad" entre los respectivos ministerios de Asuntos Exteriores. El jefe de la diplomacia española, José Manuel Albares, aseguró después que el Gobierno intensificará "aún más" las negociaciones con Alemania, uno de los países que se ha mostrado más reticente a la demanda española. El cálculo del Ejecutivo es que, si logra convencer al canciller germano, Friedrich Merz, la resistencia de otros Estados miembros —Finlandia, Suecia, Italia o los países bálticos— acabará desmoronándose.

Sánchez conseguía así reactivar uno de los compromisos de legislatura con Junts. Con un golpe en la mesa nada anecdótico: con un comunicado con Merz, que apenas un mes antes, durante su encuentro en la Moncloa, se había mostrado más que frío a la petición de que permitiera el reconocimiento del catalán, el euskera y el gallego como las lenguas número 25, 26 y 27 de la Unión. El presidente tenía un texto suscrito con Berlín con el que intentar aplacar a los posconvergentes. Estos no dijeron palabra. Ni mediante declaraciones ni en redes sociales. El PP trasladó después que la CDU, el partido del canciller, no ha cambiado de posición y mantiene su rechazo al upgrade del catalán en la UE.

En absoluto cree lo mismo el Gobierno. "Es un paso importante", señala a este diario un dirigente socialista perfectamente conocedor de la difícil interlocución con Junts. "Un Ejecutivo", prosigue, "no firma alegremente cualquier cosa. Y un comunicado es más solemne que una declaración en términos diplomáticos, tiene más valor, y aún más si es de los presidentes". La duda es si ese gesto bastará. Si será suficiente para convencer a Puigdemont. Para aliviar su angustia e ira. La previsión, pese a que nada esté claro, es que no habrá un giro radical. "A ver qué dicen el lunes, pero todo seguirá parecido como hasta ahora", continuaba este responsable de primer nivel.

La previsión, pese a que nada esté claro, es que no habrá un giro radical. "A ver qué dicen el lunes, pero todo seguirá parecido como hasta ahora", analiza un dirigente conocedor de los contactos con Junts

En la Moncloa, remarcan que "una cosa son las declaraciones en los medios y otra cosa es la realidad". Es decir, que no tiene perfecta correspondencia lo que Junts proyecta hacia fuera con el estado real de sus relaciones con los socialistas. Ese diálogo de los últimos dos años les hace mostrarse totalmente convencidos de que Puigdemont no se atreverá a participar de una moción de censura con el PP en la que a la fuerza esté Vox. Igual que restan relevancia a la pregunta a la militancia. "Es que es todo un déjà vu. Ya hemos pasado por varias consultas convocadas por ERC, por Podemos... ¿Nos imaginamos de verdad que Junts suscriba una moción con el PP en la que entre Vox? Igual no puede regresar a Cataluña en la vida. A lo mejor Puigdemont, en lugar de estar aislado en Bruselas se tiene que asilar en China", indican fuentes gubernamentales.

Desde el Ejecutivo piden pensar no desde Madrid, sino con la perspectiva de Cataluña, donde la mirada a la formación de Santiago Abascal, un partido ultranacionalista español, es totalmente distinta. "Mientras esté Vox en la ecuación, hay Gobierno de Sánchez", resuelven, "las cosas son mucho más sencillas de lo que se puedan ver". Dicho de otro modo: "Han dicho muchas veces que viene el lobo. Nunca llegó. Mientras exista Vox, ese lobo no vendrá".

Mientras Vox esté en la ecuación, hay Gobierno de Sánchez, las cosas son mucho más sencillas de lo que se puedan ver", señalan en el Ejecutivo, donde piden mirar las cosas desde la óptica de Cataluña

No es la primera vez que se ha vislumbrado el final abrupto de la legislatura, recuerdan en el equipo del presidente. Sin ir más lejos, a principios de mes se veía como factible la caída del decreto ley de embargo de armas a Israel y el proyecto de movilidad sostenible. En ambos casos, por Podemos. Ambos textos salieron adelante. Los morados, socios rebeldes del bloque de investidura —aunque algo más previsibles que los posconvergentes—, hicieron sufrir al Gobierno, pero no lo dejaron caer. "Y es que solo hace falta ver al presidente", abundan en la Moncloa, "que está tranquilo". Sánchez bromeaba el jueves con la prensa y, tras mostrar cierta desgana con la pregunta recurrente de cuándo se verá con Puigdemont, porque eso sí depende de él, se aprestó a "dar el corte", el titular: se entrevistará con él "cuando toque". Sigue sin haber fecha ni está en agenda ese encuentro. Este viernes, la vicepresidenta primera y número dos del PSOE, María Jesús Montero, admitía desde Sevilla que se debe "intensificar el diálogo" con los neoconvergentes. "Nuestra preocupación no es más que la de tratar de concitar los apoyos de Junts y de otros partidos para hacer que el país siga avanzando".

El interrogante que tendrá que contestar Puigdemont el lunes es su definición de ruptura. Porque, ¿qué es romper con el PSOE? La dirección recuerda que los posconvergentes no le han dado precisamente buena vida en estos dos años. Nunca hubo acuerdo de legislatura, y las dos partes han tenido que negociar ley a ley, iniciativa a iniciativa, con el correspondiente desgaste para el Ejecutivo. Las reuniones mensuales fuera de España, con mediador internacional, han sido testigo de la tensión creciente entre los dos partidos. Encuentros, por cierto, que tuvieron a Santos Cerdán al frente de la delegación socialista hasta su caída por presunta corrupción el pasado junio. El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero le sucedió como interlocutor principal. A su lado, y antes también con Cerdán, el dirigente federal y diputado por Jaén Juanfran Serrano.

"Lo que busca Junts es presencia mediática, un fin de semana entero acaparando titulares, y unos cuantos días más hasta que se celebre la consulta —reflexionan fuentes de la Moncloa—. Puigdemont ha perdido protagonismo y cada vez que lo pierde, amenaza. Ya lo hizo hace casi un año y lo ha vuelto a hacer ahora. Y su partido se encuentra cada vez más amenazado por Aliança Catalana. En cambio, nosotros hemos logrado recuperar la iniciativa desde la vuelta del verano, y el PP no levanta cabeza ni a nivel nacional ni en las comunidades que gobierna. Ahí está la gestión de Alfonso Fernández Mañueco en los incendios, la de Juanma Moreno con los cribados del cáncer de mama... ¿Con ese ambiente Junts va a facilitar una moción de censura? ¿De verdad? ¿Qué va a hacer Puigdemont, contentar a la derecha mediática madrileña o a sus votantes en Cataluña?".

Para los socialistas, Puigdemont está nervioso porque ha perdido protagonismo y porque se siente amenazado por Aliança Catalana. Pero por eso mismo no le interesa aliarse, creen, con PP y Vox

Con ese análisis, mandos del Ejecutivo auguran que Junts, el lunes, pocos pasos reales va a dar, más allá de su retórica incendiaria: "Ni siquiera se cerrarán puertas al diálogo con nosotros". O, como dice un dirigente al corriente de las negociaciones con los independentistas, "probablemente ni digan que dejan de apoyar a Pedro ni se lanzarán a una moción con PP y Vox". "No creo que vayan a romper", sentencia un ministro de peso del Gabinete. Otro mando de la Moncloa, no obstante, pide prudencia tirando de refranero: "Tanto va el cántaro a la fuente que alguna vez se rompe".

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale del hemiciclo durante la sesión de control al Ejecutivo del pasado 22 de octubre de 2025 en el Congreso. | EFE / J. J. GUILLÉN

El Gobierno, hasta ahora, no podía dar por descontado el respaldo de Junts a sus iniciativas. "Es que rotos con ellos llevamos ya un tiempo", ironizan en la sala de máquinas. En septiembre, por acudir a un ejemplo reciente, los de Puigdemont no tuvieron empacho a la hora de tumbar el proyecto de ley de reducción de la jornada laboral, la norma estrella de Yolanda Díaz. También tiraron la senda de estabilidad presentada por Montero en julio de 2024 y no se avino a acordar una nueva. Y Hacienda ya contaba en las últimas semanas que los objetivos de déficit y deuda que está ultimando y que presentará probablemente a primeros de noviembre no tendrían su respaldo. En lo que va de legislatura no se han aprobado ningunos Presupuestos y Sánchez ya dejaba ver que los de 2026 muy probablemente no verían la luz tampoco, pero agregaba que no sería óbice para continuar camino hasta el término natural de la legislatura, en 2027. Pendiente también está el nuevo modelo de financiación autonómica. Hacienda está a punto de presentar el rediseño, en principio sin acuerdo con ERC, por lo que más complicado aún sería persuadir a Puigdemont.

Rotos ya llevamos con ellos un buen tiempo", recuerdan en la Moncloa, porque sufren para sacar adelante cada iniciativa. Junts pide por su parte que se aprueben leyes que les demandan sus alcaldes, contra los multirreincidentes y los okupas

Pero la negativa de Junts también explica que otras normas ni hayan avanzado en su tramitación, como la ley de acceso a la carrera judicial y fiscal —la llamada ley Bolaños—. Los posconvergentes, a su vez, se quejan de que siguen paralizadas en el Congreso iniciativas que son claves para ellos y que les demandan sus alcaldes, los primeros que teóricamente se enfrentarán a las urnas en Cataluña (en las municipales de mayo de 2027), como las que persiguen aplicar castigos más duros a los delincuentes multirreincidentes o a los okupas. Proposiciones que difícilmente apoyaría la izquierda del bloque de investidura. Especialmente Podemos, que ya hizo caer la delegación de las competencias de inmigración a la Generalitat. No obstante, si los independentistas retiraran definitivamente su respaldo a Sánchez, la impresión de debilidad de la coalición sería más evidente que nunca. Una imagen quizá ya poco salvable. Este jueves, el PNV, que suele interpretar el papel de canario en la mina, apuntó que ve "muy difícil" que la legislatura aguante hasta 2027 sin nuevos Presupuestos, por lo que cabe que el presidente adelante las generales a 2026. Palabra de Aitor Esteban, el líder jeltzale.

Los socialistas ven a Junts en un callejón sin mucha salida, frustrados porque su líder, Puigdemont, sigue en Bruselas al no habérsele aplicado la ley de amnistía por el rechazo del Supremo, y muy acogotados por Aliança, "nerviosos porque ven que listas enteras de pueblos enteros se pasan a los de Sílvia Orriols". Pero mantienen que no tendría lógica política, por eso mismo, que suscribiesen una moción con PP y Vox. "Esa firma es muerte", redondea un alto mando de la cúpula de Sánchez. "De verdad, que la firmen. Porque si hay elecciones y bajan de siete a tres diputados no sabes la alegría que me daría. Si hacen eso, a ERC le hacen la campaña y se hincha. Es que no hay una moción de censura posible, ni siquiera sin Feijóo de candidato, porque para buscar uno alternativo tendrían que hablar con el PP y eso es imposible ahora mismo", completa esta última fuente. Tampoco cuadra que Feijóo renunciara a liderar una moción, porque supondría "rebajarse", un escenario "surrealista", un "ridículo histórico". "Un juego de florete o de salón", analiza un mando monclovita.

Que firmen la moción. Si hay elecciones y bajan de siete a tres diputados nos alegraremos. ERC se hincharía. Es que no hay moción de censura posible, porque para buscar alternativa a Feijóo tendrían que hablar con el PP", aseguran en Ferraz

Ni siquiera creen en Ferraz que Junts persiguiera un Ejecutivo de derecha y ultraderecha en Madrid para así engordar el movimiento independentista, porque eso "ya pasó". "A la gente la movilizas una vez, no 20. Esto no nace de la noche a la mañana y los catalanes ya tuvieron bastante. A nadie le gusta vivir tensionado. Ya lo vivimos en Cataluña. La gente dio todo lo que pudo y no se consiguió, así que a pasar página. Tendría que nacer otra generación con ese mismo espíritu", analizan en la cúpula.

El presidente de Junts, Carles Puigdemont, durante una conferencia en el Liceu Renouvier, el 19 de agosto de 2025 en Prada de Conflent (Francia). | EUROPA PRESS / GLÒRIA SÁNCHEZ

Sánchez reúne el lunes a su dirección federal, una cita que ya estaba prevista y que no es consecuencia del encuentro de Puigdemont con los suyos. La cumbre en Perpiñán se anticipa larga y trascendente. Puede suponer un punto de inflexión en la legislatura (¿y precipitar su final?) o puede ocurrir que de nuevo la montaña para un ratón. En el Gobierno, por ahora, apuestan a que sucederá lo segundo. Junts, eso creen y eso trasladan, no se atreverá a firmar su sentencia de muerte, por muy descontenta que se sienta con los socialistas. En 48 horas el expresident desvelará sus cartas. Dirá qué "cosas" pasarán este otoño. Si es que pasan.

PUBLICIDAD