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Rusia prepara un Georgia 2.0 con la independencia de Donetsk y Lugansk

Si estas provincias son rusas, cualquier intervención para defender a su población estaría justificada para el Kremlin

Carmen Vivas

El tiempo corre en contra de una salida pacífica a la crisis entre Rusia y la OTAN por Ucrania. El líder ruso, Vladimir Putin, está preparando un casus belli para justificar una invasión de Ucrania. La Duma rusa ha allanado el terreno para que Putin tenga en su mano reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk, las dos provincias ucranianas cuyo control disputa el Kremlin a Kiev desde la guerra de 2014. Si Donetsk y Lugansk fueran reconocidas como territorios rusos, cualquier intervención del Kremlin sería para "proteger" a sus ciudadanos. Desde su óptica no sería una invasión. En 2008 después de invadir Georgia reconocería la independencia de Abjasia y Osetia del Sur para dar amparo a la población rusa.

La Duma rusa aprobará este martes la resolución sobre la independencia de Donetsk y Lugansk, una propuesta del Partido Comunista a la que se ha sumido Rusia Unida. La duda era si iban a instar directamente a Putin a tomar esta medida o pedirían al Ministerio de Exteriores que lo considere antes. En este caso el procedimiento sería más lento. Han optado por dirigirse directamente a Putin. Según los autores de la iniciativa, este reconocimiento contribuirá a "garantizar la seguridad y la protección de sus pueblos frente a las amenazas externas y la política de genocidio" por parte de Kiev, y "dará inicio al proceso de reconocimiento internacional de ambos Estados", según informa el digital ruso Sputnik.

La propuesta de los comunistas ha contado con el respaldo de Rusia Justa y el ultranacionalista Partido Liberal Democrático. Para los diputados de Rusia Unida, el mayoritario en la Cámara, ha expuesto su preocupación por la defensa de los ciudadanos rusos que viven en el Donbás. Rusia ha repartido más de 600.000 pasaportes entre ellos.

La defensa de la población rusa en lo que constituía el espacio soviético es vital en la política exterior de Putin. Si bien el líder ruso sabe que no puede reconstruir la URSS, considera su disolución una auténtica catástrofe. Defiende la doctrina Brezhnev por la que las potencias preservan sus zonas de influencia. Desde esa óptica Putin ha dado un ultimátum a la OTAN: o cierra sus puertas a Ucrania y se retira de Europa del Este y de los Bálticos, de sus fronteras, o bien rompe la baraja.

Moscú mantiene que son EEUU y sus aliados los que no respetan a Rusia al llevar sus tropas y sus misiles hasta sus puertas. EEUU y la OTAN se mantienen firmes en la defensa del derecho de Ucrania a suscribir las alianzas que desee y apoyan su integridad territorial, ya dañada por la anexión de Crimea en 2014.

Esta decisión de reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk dinamitaría los Acuerdos de Minsk y las conversaciones con el formato Normandía (con participación de ucranianos, rusos, alemanes y franceses) por las que han apostado el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz. Ucranianos y rusos se reprochan mutuamente no cumplir con los Acuerdos de Minsk, pero era buena señal que siguieran conversando.

Cuando Putin reconozca la independencia de Donetsk y Lugansk, todo saltará por los aires. Sería el preludio de una invasión con justificación previa, un movimiento que hace apenas un par de semanas ni los ucranianos se esperaban. Pero la situación va cambiando a gran velocidad y desde Washington siguen insinuando que la invasión se llevaría a cabo esta semana.

Rusia habría desplazado varias piezas de artillería y lanzaderas de misiles en posición de ataque, según funcionarios estadounidenses, citados por la CBS. Este cambio anticipa que el ataque sobre Ucrania tendría lugar a finales de semana, si bien se desconoce cómo se haría. El asesor de seguridad nacional Jake Sullivan dijo este lunes en Face the Nation que Putin podría dar la orden de invadir "en cualquier momento·.

La guerra exprés en Georgia

Los movimientos de Putin en años recientes se estudian estos días en busca de pistas sobre cuáles pueden ser sus intenciones en Ucrania. En agosto de 2008 se celebraba los Juegos Olímpicos de Pekín. Estaba en la capital china el entonces presidente, Dimitri Medvedev. Era primer ministro Vladimir Putin.

En la madrugada del 8 de agosto, el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, emprendió una operación militar para recuperar el control de Osetia del Sur, que desde los 90 se había declarado independiente pero vinculado a Moscú. Respondía a continuas provocaciones de Moscú, pero la reacción de Saakashivili sorprendió en principio a los rusos.

La respuesta del Kremlin fue implacable: en cinco días dominaron la contienda y llegaron hasta Tiflis, capital de Georgia. Murieron unos 200 civiles. Finalmente, Rusia retiró sus tropas pero mantuvo el control sobre Abjasia y Osetia del Sur. Acabó reconociendo su independencia.

Aquello se permitió, aunque se considerara una violación del derecho internacional. Al igual que se miró a otro lado con la anexión de Crimea, en 2014. El Kremlin siempre actúa en defensa de la población rusa en estos territorios.

En Ucrania, con una población cuatro veces mayor a Georgia, los rusos se enfrentarían a un ejército mejor preparado que ya aprendió la lección de 2014. Si bien esta invasión no implicaría la intervención de la OTAN, el apoyo a Ucrania está viéndose ya, de ahí que Rusia se queje de que la OTAN sí está en Ucrania. Difícilmente terminaría la invasión de Ucrania en unos días.

Hay quienes creen que el primer error fue dejar fuera de la OTAN a Georgia y Ucrania en la cumbre de ampliación de 2008. Apenas unos meses después se libró la guerra de Georgia y en 2014 Rusia se hizo con Crimea y con el control de gran parte del Donbás. Fruto de esa agresión rusa han muerto 14.000 personas y cientos de miles se han visto obligados a desplazarse, según la ONU.

Más conversaciones de momento

Mientras se prepara esta salida en la Duma, el ministro ruso de Exteriores, y unas 130.000 tropas rusas rodean Ucrania, Serguei Lavrov, asegura que aún es posible un acuerdo entre EEUU y la OTAN, "si las propuestas de Rusia son escuchadas". Según ha expuesto Lavrov en una conversación con Putin, "nuestras capacidades no están agotadas... No podemos continuar de forma indefinida, pero en esta etapa propongo que las conversaciones continúen y vayan a más".

En el arranque de la semana le corresponde el protagonismo al canciller alemán, Olaf Scholz. El jefe del gobierno alemán ha mostrado este lunes su apoyo al gobierno ucraniano en su defensa de la integridad territorial del país. Scholz ha insistido en que el ingreso de Ucrania no está en la agenda. El canciller asegura que espera "una desescalada". De lo contrario, "habrá importantes sanciones".

Berlín concederá un nuevo crédito de 150 millones de euros a Kiev, si bien se resiste al apoyo con armamento. Este martes se verá con Putin, a quien quiere dejar claro que habrá represalias severas, de marcado carácter económico, si hay invasión.

Alemania tiene en su mano la carta de la energía. Está pendiente que se ponga en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 2, que conecta directamente Rusia y Alemania. Estados Unidos ha presionado al canciller Scholz en su reciente visita para que ponga sobre la mesa el gasoducto, pero hay resistencias.

La dependencia del gas ruso de Alemania les ha vinculado desde hace años. Enturbia el vínculo el hecho de que el es canciller socialdemócrata, como Scholz, Gerhard Schröder, sea directivo de la compañía gasística Gazprom y aliado de Putin.

También Merkel solía separar los intereses comerciales en la relación con Moscú de la relación geopolítica. De hecho, Putin habría aprovechado la debilidad de EEUU, puesta de manifiesto tras la salida de Afganistán, de Alemania por la salida de Merkel del poder y la incertidumbre electoral en Francia para lanzara el órdago sobre Ucrania.

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