“Es un primer ministro preparado para el riesgo y desesperado que lucha por preservar no sólo su reputación política sino también su libertad”. Así, sin medias tintas, le describe en conversación con El Independiente Aaron David Miller, un ex alto funcionario del Departamento de Estado estadounidense que sirvió durante décadas como negociador estadounidense en Oriente Próximo. Miller conoce bien al hombre que ha monopolizado la escena política israelí durante más de tres lustros y que ahora, con la resiliencia de quien ha sido dado por muerto y resucitado en varias ocasiones, se aferra al cargo para tratar de salvar algo del legado político arruinado tras el ataque de Hamás.

Seis meses del atentado más sangriento de la Historia de Israel, Netanyahu se resiste a abandonar el poder a pesar de que las voces que exigen su definitivo mutis por el foro se multiplican, desde los familiares de los rehenes de Hamás que siguen en Gaza hasta los ultraortodoxos que se niegan a perder el privilegio de haber permanecido hasta ahora exentos de cumplir con el servicio militar obligatorio. El primer ministro del Ejecutivo más ultraderechista que ha conocido el Estado judío está acorralado por los tribunales de su país y ha perdido el crédito internacional tras unas operaciones militares que han transfigurado la Franja de Gaza en una carnicería, con más de 33.000 civiles muertos y una destrucción que llevará décadas reparar. Hasta su tradicional aliado, Estados Unidos y su presidente y viejo amigo Joe Biden -entablaron relación en la década de 1980, cuando Netanyahu trabajó en la embajada en Washington-, le ha lanzado un ultimátum tras el ataque del ejército israelí que esta semana asesinó a siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen, fundada por el chef español José Andrés, afincado en EE.UU.

Y, en mitad de un panorama apocalíptico, Netanyahu libra la batalla de su existencia, una resistencia numantina entre denuncias de genocidio y limpieza étnica que algunos consideran un ejercicio de inmolación que pone en riesgo incluso el futuro de Israel. “Tiene un gobierno muy extremista, de derechas, fanático y mesiánico que vive en una burbuja totalmente alejada de la realidad. Para salvar su pellejo y evitar la cárcel, dado que hay tres cargos muy graves de corrupción contra él, eligió aliarse con gente que está muy a la derecha de donde él se encuentra. El juicio se halla en suspenso a causa de la guerra. Y eso explica en gran medida todas sus políticas”, apunta a este diario Nomi Bar-Yaacov, negociadora internacional y miembro del think tank Chatham House.

Presión de Washington

La noche del pasado jueves, en una tensa conversación telefónica de 30 minutos, Biden amenazó a Netanyahu con condicionar su hasta ahora incondicional respaldo, que ha supuesto una multimillonaria lluvia de dólares en concepto de armamento desde el ataque de octubre. La última transferencia de material de Defensa, con más de 2.000 bombas de pequeño y mediano diámetro, se aprobó el pasado lunes, el mismo día que se produjo el ataque que se cobró la vida de siete voluntarios de World Central Kitchen. Desde octubre hasta 195 trabajadores humanitarios han muerto en la Franja. Biden tildó de “inaceptables” los ataques contra personal humanitario y la situación de Gaza, donde se han propagado la hambruna y las enfermedades e instó a Netanyahu a adoptar medidas para aliviar “el sufrimiento humanitario y asegurar la seguridad de los trabajadores humanitarios”. “Dejó claro que la política de EEUU con respecto a Gaza vendrá determinada por nuestra evaluación de la actuación inmediata de Israel en relación con estas medidas”, señalaron desde la Casa Blanca. El viernes Tel Aviv se comprometió a abrir dos rutas terrestres para la entrada de ayuda humanitaria pero Washington busca más compromisos.

Netanyahu puede seguir sobreviviendo mientras no haya un líder alternativo con un respaldo sustancial de la opinión pública

Y Netanyahu no parece precisamente el hombre idóneo para rectificar el rumbo. El lunes un ataque israelí liquidó a un alto comandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución iraní, Mohamed Reza Zahedi, y otros doce funcionarios de seguridad en el consulado iraní de Damasco. Una embestida que eleva la apuesta de Tel Aviv y su ya larga guerra contra la República Islámica cuya respuesta aún barrunta, con el peligro cada vez más plausible de hundir a la región en una contienda de consecuencias catastróficas. “Los que se unieron al Gabinete de guerra desde la oposición, como Benny Gantz y Gadi Eisenkot, lo hicieron para tratar de mantener las riendas de Netanyahu y tratar de evitar una política aún peor. Creen que tienen que permanecer allí para evitar una guerra regional total, porque con cada escalada en Gaza, el riesgo es que los aliados iraníes, los hutíes, las milicias chiíes en Irak y Siria o Hizbulá intensifiquen su acción y podría salirse de control. Por no hablar de Cisjordania, al borde de una tercera intifada”, apunta Bar-Yaacov.

Pero la paciencia de sus nuevos socios también comienza a agotarse. Gantz reclamó el miércoles la convocatoria de unas elecciones anticipadas para el próximo septiembre. “Fijar esa fecha nos permitirá continuar el esfuerzo militar al tiempo que señalamos a los ciudadanos de Israel que pronto renovaremos su confianza en nosotros”, manifestó al calor de la oleada contestataria. Miles de israelíes -furiosos por la falta de avances para liberar de los 134 rehenes que permanecen en manos de Hamás, al menos tres decenas ya fallecidos- han tomado las calles en los últimos días exigiendo la salida de Netanyahu y la celebración de comicios. La última encuesta, publicada por el diario israelí Maariv esta semana, sitúa a Gantz como favorito para liderar una posible coalición.

El ocaso de Netanyahu ha sido hasta ahora una quimera, entre otras razones, por la ausencia de un liderazgo alternativo claro y su capacidad de servir de amalgama a partidos muy heterogéneos. “Netanyahu puede seguir sobreviviendo mientras no haya un líder alternativo con un respaldo sustancial de la opinión pública”, opina Yonatan Freeman, experto en relaciones internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “Al final, Netanyahu ha adoptado en general una línea moderada o intermedia en muchas cuestiones polémicas para mantener su coalición, así como para mantenerse fiel a sus creencias en estas cuestiones”, agrega.

No hay ningún mecanismo para destituir a Netanyahu. Y mientras la guerra continúe, sospecho que su posición está asegurada

Sin rival

Una consideración que contrasta con la valoración que ha terminado calando de puertas hacia afuera. “En realidad, son los partidos de Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, que están muy a la derecha del Likud, los que llevan la voz cantante, y ése es el principal problema”, sostiene Bar-Yaacov. En medio año, Biden ha ido virando desde el apoyo cerrado inicial a Israel y la política de Netanyahu hacia una posición que permitió a finales de marzo que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una resolución que pedía “un alto el fuego inmediato” tras tres vetos previos de Washington. Paradójicamente la continuación de la guerra que se desató el 7 de octubre sirve ahora de salvavidas político para Netanyahu. “No hay ningún mecanismo para destituir a Netanyahu. Y mientras la guerra continúe, sospecho que su posición está asegurada. Puede llegar un momento en que la guerra se acabe e incluso entonces, si Gantz coge a sus 12 diputados y se va, Netanyahu seguirá teniendo un gobierno de 64 escaños”, establece Miller. “Lo que se necesita es una tormenta perfecta de acontecimientos”.

Y esa cascada de eventos podría empezar a estar dándose: manifestaciones masivas, llamada de Gantz a elecciones anticipadas y la adhesión de algún otro socio de alianza gubernamental. En su paso por la política Netanyahu se ha granjeado la enemistad de quienes fueron sus aliados, desde Avigdor Lieberman, jefe del partido Yisrael Beitenu, o Tzipi Livni, un descubrimiento político del propio Netanyahu, hasta Moshe Ya'alon, ex ministro de Defensa del Likud, convertido en un feroz crítico de Netanyahu, a quien suele llamar "el acusado", Yoav Horowitz, antiguo hombre de confianza de Netanyahu, que participó en las protestas contra la reforma judicial o Limor Livnat, ex político del Likud.

No hay una figura en el Likud que pueda unir a todas sus filas. Es el problema

En tal escenario, cada vez más adverso a sus ambiciones de perpetuarse en el cargo, una de las bazas de Netanyahu sigue siendo el Likud. La coyuntura bélica ha acallado las críticas internas que escenificaron veteranos como Yuli Edelstein, David Bitan o Eli Dellal. Este diario ha tratado sin éxito de recabar el testimonio de alguno de ellos. Bajo Netanyahu, la formación ha pasado de ser un partido orgulloso de su democracia interna a convertirse en una organización monolítica sin debate ni disidencia tolerada. “El Likud es el partido político más grande y más cohesionado y bien organizado de Israel; no tiene un historial de devorar a los suyos”, apostilla Miller.

“No hay una figura en el Likud que pueda unir a todas sus filas. Es el problema”, admite a este diario Victor Harel, ex embajador de Israel en España hace dos décadas y uno de los portavoces de Israel en la Conferencia de Paz de Madrid en 1991. “Si Netanyahu siguiera al frente mucho más tiempo, demostraría que realmente estamos mal y no hemos aprendido del pasado”, lamenta.

Estamos llegando a una situación insostenible. Debemos reconocer que no es posible terminar con Hamás. Lo supieron los americanos en Vietnam

Sin el fin de la guerra en el horizonte

La contienda parece lejos de extinguirse a pesar de que su continuación daña a Biden en plena cuenta atrás para las presidenciales de noviembre y que los objetivos iniciales se antojan cada vez menos realizables. “Los israelíes, francamente, ahora mismo están bajo más presión para llegar a un acuerdo que Hamás. Las familias de los rehenes ejercen una gran presión. Hay un aumento de las bajas israelíes. Las Fuerzas de Defensa israelíes se han dado cuenta de que no van a poder alcanzar sus objetivos máximos. Y una vez que Hamás libere a los rehenes, ahí va su póliza de seguro. Los israelíes nunca aceptarán lo que quiere Hamás, y creo que tampoco los estadounidenses, que es un alto el fuego permanente. Eso dejaría a Hamás todavía en control de Gaza. Sería una gran derrota para todos”, opina el ex negociador estadounidense.

Es un maestro de la supervivencia. Tiene todo tipo de trucos en la manga

La guerra que arrancó en otoño y desfila ya por primavera se ha cobrado ya la vida de más de 600 soldados israelíes. “Estamos llegando a una situación insostenible. Debemos reconocer que no es posible terminar con Hamás. Lo supieron los americanos en Vietnam”, desliza Harel. “El número de soldados israelíes que caen en Gaza aumenta a diario. siguen en poder de Hamás más de un centenar de rehenes, y las víctimas palestinas alcanzan números incomprensibles. No es posible que un primer ministro continúe manejando el gobierno así”, agrega con la certeza de que “habrá de rendir cuentas ante la Justicia cuando termine su fase de primer ministro”. “Dejará su huella en medio del lodo”, aventura.

Y pese a todas las argucias que han permitido su hegemonía política, el porvenir de Netanyahu es oscuro. “Si es condenado, puede ir a la cárcel. Ehud Olmert cumplió 16 meses entre rejas por abuso de confianza. Netanyahu está siendo juzgado por soborno, que es el cargo más grave, y fraude. Las encuestas reflejan la realidad de que su imagen entre el público israelí, e incluso entre gran parte de la derecha, ha disminuido como consecuencia no sólo del fracaso de la reforma judicial, sino también del hecho de que el peor atentado terrorista de la historia de Israel, el día más sangriento para los judíos desde el Holocausto nazi, se produjo durante su mandato. Y como resultado, en parte, no del todo, de sus políticas con respecto a Hamás”, concluye Miller. La pregunta del millón es cuándo el tiempo de descuento en el que se halla instalado ofrecerá su último tictac. “No está claro cuánto tiempo sobrevivirá Netanyahu. Es un maestro de la supervivencia. Tiene todo tipo de trucos en la manga. Llega a todo tipo de acuerdos astutos con diferentes partidos, pero no va a sobrevivir mucho tiempo”, replica Bar-Yaacov.