A tan sólo 48 horas para que concluya el plazo legal para presentar coaliciones electorales de cara al 21-D todavía no se sabe como van a acudir a la trascendental cita los principales partidos soberanistas.

Aunque no se puede descartar nada, en un panorama político dominado por los sobresaltos, no parece probable que pueda llegarse a concretar el gran bloque independentista por el que clamaba el sábado Marta Rovira: la suma de ERC, PDCat, la CUP y la facción podemita liderada por Dante Fachín.

Cada grupo por su lado, todos llaman a la unidad el 21-D "contra el 155 y por la libertad de los presos políticos", en unos comicios que el independentismo plantea como plebiscitarios y en los que se trata de confirmar su mayoría y, por tanto, que se puede dar por buena la declaración unilateral de independencia. Pero una cosa son las palabras y otra los intereses.

El director de elnacional.cat José Antich abogaba ayer por una candidatura unitaria que "deje en segundo plano los egoísmos partidistas" en función de la relevancia de lo que está en juego, algo así como la recuperación de la democracia y las instituciones catalanas, violentadas desde Madrid.

Pero pedirle a un partido político que no haga cálculos electorales es como exigirle a la afición culé que aplauda a Sergio Ramos cuando el Madrid sale a jugar al Camp Nou.

Este fin de semana se han publicado dos sondeos en La Vanguardia y La Razón que recogen el impacto de la aplicación del 155 y de la detención de Oriol Junqueras y los consellers no huidos del gobierno de la Generalitat.

Las dos reflejan una situación similar: los independentistas (ERC, PDeCat y la CUP) se quedan al borde de la mayoría absoluta (logran entre 66 y 69 escaños y un 46% del voto, según La Vanguardia; no pasan de 65 escaños y 43,3% de los votos, según La Razón); mientras que los partidos constitucionalistas suben pero no logran desbancar al soberanismo (obtienen entre 56 y 60 escaños y un 43,9% de los votos, según La Vanguardia; y 57 escaños y el 43,7% del voto, según La Razón).

En ambas encuestas, el partido que decidiría la mayoría absoluta es Catalunya en Comú, que estará liderado por Xavier Domènech y que sumará los votos del partido de Ada Colau y de En Comú Podem (la facción podemita de Pablo Iglesias). Según las encuestas mencionadas, Catalunya en Comú lograría entre 9 y 13 escaños (el sondeo de La Razón es bastante más favorable que el de La Vanguardia a los "comunes"). Ayer Domènech rechazó de plano una coalición con el soberanismo. Lógico: sus votos van a valer su precio en oro.

Es un panorama, por tanto, muy complejo en el que un partido o coalición (los 'comunes') que no defiende la DUI, pero que es partidario del 'derecho a decidir', tendrá que optar por dar el gobierno a los que piden la independencia o a los que defienden la Constitución y han avalado el 155.

A Junqueras no le interesa una gran coalición. ERC es el favorito para ganar y, además, quiere tener las manos libres para pactar después del 21-D

Así las cosas, el partido que aparece en los sondeos como el más votado, ERC, es el que tiene más interés en ir en solitario a las elecciones. Las coaliciones vendrán después, cuando cada grupo pueda poner sobre la mesa sus apoyos reales. Junqueras ha quedado harto de Junts Pel Sí, donde claramente los republicanos fueron la parte perdedora a la hora de repartirse los escaños.

Junqueras no sólo desea concretar en escaños ese poder que le dan las encuestas, sino que quiere tener las manos libres para formar gobierno tras el 21-D, si puede ser, claro, con él como presidente. Porque otra cosa que muestran las encuestas es que una alianza ERC-Catalunya en Comú-PSC sumaría suficientes escaños como para conformar una mayoría absoluta.

La decisión adoptada ayer por la dirección del PDeCAT de proponer al fugado Carles Puigdemont como cabeza de lista es toda la demostración de que da por sentado que tendrá que ir en solitario al 21-D. La única forma de no quedar definitivamente hundido como partido fuera de una gran coalición es colocar como candidato al president de la Generalitat que se ha atrevido a declarar la independencia.

El PDeCAT,  por tanto, va a competir por el mismo electorado que ERC. La forma en la que se ha decapitado a Santi Vila (al que el llamado Comité de Ética del partido estudia sancionar por haber dimitido antes de la declaración de independencia) es la prueba más evidente. La burguesía catalana, la que representan las más de 2.000 empresas que se han marchado de Cataluña, la que se agrupa en la patronal Foment, organización  que ha pedido que se declare ilegal la huelga general del próximo jueves, ya no confiará más en el partido heredero de Convergència. Vila tiene que darse prisa si quiere rentabilizar su portazo al independentismo. Desde luego, su posición es incompatible con su continuidad en el PDeCAT.

La CUP ha dejado la decisión sobre una hipotética coalición en manos de la asamblea de militantes que se celebrará el próximo fin de semana. Por tanto, el partido antisistema se ha quedado voluntariamente fuera del bloque soberanista por el que todos abogan pero que parece imposible de concretar.

Todo abierto pues, pero con la hipótesis de la gran coalición soberanista casi descartada por completo. Y con un PSOE que empieza ya a dar señales de agotamiento en su apoyo al gobierno. Pero esa es otra historia.