El informe de los letrados del Parlamento catalán ha dejado las cosas meridianamente claras por lo que se refiere a las delirantes pretensiones de Puigdemont de hacerse investir presidente de la Generalitat como sea, incluyendo en ese como sea las fórmulas más lamentablemente ridículas y las más  disparatadas para cualquiera que no haya perdido la chaveta. Pero los letrados han venido a confirmar lo que ya sabíamos todos y lo que ERC necesitaba escuchar para sacar fuerzas de flaqueza y oponerse a las pretensiones del Fugitivo de Flandes.

Es más, aunque no han sido tan rotundos como en el asunto de la investidura en ausencia, han puesto pegas indiscutibles incluso a la posibilidad de que los encarcelados Junqueras, Forn y Sánchez puedan delegar su voto, que era la opción que al juez Llarena se le había ocurrido para que éstos cumplieran con su deber de representar la voluntad de sus electores sin por ello otorgarles el privilegio de salir de la cárcel para acudir a votar.

Pero digamos que éste es el aspecto que podría tener una solución razonable a tiempo si su señoría estuviera dispuesto a ello porque lo que los letrados han dejado claro es que por la vía del reglamento no hay delegación de voto que valga. Pero lo que no la tiene, nunca la tuvo, es que el señor Puigdemont cumpla su pretensión de ser elegido presidente, porque tiene que presentarse aquí y en el mismo momento en que lo haga va a ser detenido y enviado a la cárcel.

Lo que más le importa al señor Puigdemont de toda esta historia es evitar pasarse entre rejas los próximos meses o años

Lo que el estrafalario ex presidente de la Generalitat podría estar rumiando es protagonizar una historia de aquí te pillo, aquí te mato, de modo que él se presentara en carne mortal, acompañado por los otros cuatro de Bélgica, y los diputados se apresuraran a votarle antes de que la Guardia Civil o los Mossos le echaran el guante. A él y a los acompañantes en la aventura bruselense. Esa hipótesis sería muy del gusto de Puigdemont porque él cree que con esa jugarreta España se vería obligada a explicar a las democracias occidentales cómo se atreve a meter en la cárcel a un presidente de la Generalitat recién elegido por la cámara.

Pues si hay que hacerlo así, no le quepa ninguna duda de que se haría. Pero mucho me temo que lo que más le importa al señor Puigdemont de toda esta historia es evitar pasarse entre rejas los próximos meses o años. De manera que no va a venir, que se va a quedar en Bruselas y va a intentar presionar a ERC para que ignore el informe de los letrados y, tirando por la calle de en medio,  lo invista en espíritu o en una sesión de ouija si hace falta.

Pero ERC tiene ahora la oportunidad de sacarse la espina del engaño a que fue sometido este partido cuando el ya ex presidente de la Generalitat escapó de España con nocturnidad camino de Bruselas y dejó a Junqueras aquí con cara de tonto y camino de Estremera. Es muy improbable que el partido republicano esté dispuesto a arrodillarse ante Puigdemont, se salte, otra vez, las normas y de nuevo sean los suyos quienes paguen los platos que está dispuesto a romper, pero no a pagar, el Fugitivo de Flandes. El informe de los letrados, entre los cuales se encuentra quien fuera secretario general de ERC, Joan Ridao, se lo ha puesto en bandeja.

Ahora se le plantea a las dos formaciones independentistas el dilema de qué hacer con los votos que, de momento, no van a poder emitir ni los fugados ni tampoco los encarcelados. Porque todos ellos suman ocho y esos ocho votos que faltan les dejan en una situación de debilidad manifiesta, aun contando con la CUP,  y en manos de los comunes a la hora de decidir la presidencia de la Mesa (claro que los constitucionalistas también podían intentar, por improbable que esto resulte, que los de Domènech los dieran una oportunidad).

El espectáculo sigue siendo, tras las elecciones, tan lamentable como siempre: están atrapados en su propio laberinto

Por no hablar de la búsqueda urgente de un diputado que pueda ser votado como presidente de la Generalitat cuando se cumplan los plazos estipulados por la ley. Pero es que a estas altura ni siquiera está claro que el hombre que se daba como seguro para sustituir a Forcadell al frente del parlamento catalán haya aceptado el embolado que le tenían preparado. "No entra en mis planes", ha dicho Ernest Maragall, la anunciada víctima propiciatoria a propósito de la idea de que él fuera a presidir el Parlament.

Al final, el panorama es el que corresponde a la peripecia independentista, plagada de  irregularidades, ilegalidades, retos a la razón y el fracaso sistemático de sus pretensiones remendado, eso sí, en el último instante con soluciones de pega. El hecho es que faltan 24 horas para la constitución de la cámara y ni tienen asegurada la mayoría, ni saben a quién poner al frente de la cámara, ni saben a quién van a investir presidente. El espectáculo sigue siendo, tras las elecciones, tan lamentable como siempre. Ni mejora ni va a mejorar porque están atrapados en su propio laberinto.