Peor que resultar culpable es parecer tan irresistiblemente sospechosa. Eso le ha pasado a Cristina Cifuentes, Dama del Lago de los populares que llegó con túnica de pureza y mangas élficas tras el PP verbenero de Aguirre y el PP pringoso de González. Tenía buenos resultados de gestión, grandes aspiraciones, e incluso pisaba la sombra de hórreo de la sucesión de Rajoy. Pero, de repente, se encontró sin manera de demostrar que había hecho un máster, un máster lleno de lagunas, poltergeist, arañazos en los escritorios y en los papeles, y con un rastro de jardineros asesinos, esbirros con típex y serios profesores ahogados en el humo de sus respuestas ambiguas. Y Cifuentes sólo se enredaba en versiones contradictorias, como entre mangueras, y no era capaz de responder a nada. Era la oportunidad. Y no lo mejoró mucho.

A la Asamblea de Madrid habían llegado todos como para ver torear a Cifuentes. El ambiente taurino empezaba fuera, con cuatro tunos viejos contratados por El Intermedio para cantar letrillas que estaban en el guión, y algún señor que había hecho un cruce cartelero o cuponero entre el “compro oro” y Mocito Feliz. Horas antes, se había publicado que aquel papel que Cifuentes enseñó en un vídeo de Internet, su primera prueba, y que mostraba cuidadosa, larga y musicalmente, como Dora la exploradora, incluía dos firmas falsificadas. También tenían todos presentes que no sólo se trataba del máster evaporado, sino de que el fiscal tiene el ojo sobre Cifuentes por la concesión del bar de la Asamblea, que parece un bar de estación o de tanatorio en medio del Bruselas vallecano que han montado allí. La oportunidad de pasar de lo anecdótico a lo sistémico del PP, y, por tanto, de quitarle la túnica de blancura a Cifuentes, estaba ahí para la oposición.

La portavoz de Podemos, Lorena Ruiz-Huerta, que es de mucho latiguillo, o anáfora, repitió varias veces con sorna “pero la señora Cifuentes es una persona honrada”, invitándola a aclarar las dudas sobre el máster. Y eran muchas: matriculación fuera de plazo, notas enmendadas, que nadie la hubiera visto en clase, que defendiera el trabajo con la selección española de cabalgata por Madrid. Cifuentes no empezó por esas dudas, sino toreando de lejos: todo era un ataque a su gestión y un intento de desprestigio personal, el “precio por combatir la corrupción”. Y por fin sacó papeles con membrete, visados que parecían de cartilla de racionamiento o de algo de la Wehrmacht: la matrícula, el certificado con las calificaciones de las asignaturas, el del trabajo fin de máster con la nota de 7’5, el expediente con el título académico. Eran papeles que daban un final de la película, pero que no explicaban la historia ni las oscuridades anteriores. Ni que nadie haya visto su trabajo. Ni la falsedad de ese primer documento improvisado, como quitado de los imanes del frigorífico, que ella enseñó en plan youtuber, en vez de haber sacado todo ese tocho de ahora, que era como el expediente de Rambo.

Esta suerte, o flexibilidad, se puede llamar trato de favor, o que le ha tocado el típico profe enrollado

Cuando la oposición le volvió a preguntar cómo se hacen másteres sin aparecer, y matrículas tres meses después del plazo, Cifuentes por fin admitió sin confesar: hay veces en que los plazos son flexibles, como pueden ser flexibles los horarios según las circunstancia personales. Así que ella se matriculó tarde y no fue a clase, y a pesar de ello consiguió el máster. Además, las correcciones son comunes (trajo correos de profesores solicitando muchas) porque el sistema informático es bastante fallón. Y el día de la selección, se encargaba la policía, no la Delegación de Gobierno. Esta suerte, o flexibilidad, se puede llamar trato de favor, o que le ha tocado el típico profe enrollado. O que lo suyo cumple todas las características de máster regalado.

Puede parecer ridículo, con todo lo que está pasando, con lo que han hecho y hacen nuestros políticos, que Cifuentes pueda caer por un máster que ni a ella le hacía falta ni nadie conocía. Sería como la muerte absurda de una bibliotecaria patinando. Enrique Ossorio, el portavoz del PP, no pudo evitar sacar las becas de Errejón, por las que fue expedientado, ni a Monedero, ni los currículos engordados de Elena Valenciano o Patxi López. Aquí se han inventado los currículos desde Luis Roldán al eminente Bernat Soria. Políticos que tiran de enchufe, políticos que mienten, ya ven la singularidad. Y la ironía: a Cifuentes la quieren hacer dimitir como la alemana que parece pero que no es, y lo quieren hacer un montón de españolitos, manolos de nuestro casticismo político. Gabilondo dijo que “no se debe concebir el ejercicio del poder como un privilegio”. Tampoco se puede desprestigiar una universidad ni dejarla en club de campo del PP. Aunque quizá las universidades se desprestigian solas, con tribunales hechos por amigotes o estos másteres que sólo dicen que sus carreras no sirven de nada.  Sí, de la universidad puedes salir ingeniero agrónomo, pero eso no tiene el toque regatista de un máster con reglas de lacrosse de Harvard, que es lo que te pide el mercado laboral por lo visto.

Cifuentes toreó con lo que tenía, y quizá no tenía más. Las dudas del enchufe quedan. Las pruebas del tongo quizá tampoco están, de momento, aunque Ignacio Escolar ya ha amenazado con que las sacará. Y aún nos queda la teoría de la conspiración. Que todo esto ha sido una campaña contra Cifuentes se nota en las ganas y en la puntería. Una campaña con base, con mucha base, pero campaña. Dicen los conspiranoicos que sin ella Ciudadanos ganaría Madrid y luego España, en esa carrera como de Joselito que le tienen preparada a Rivera y a su partido. Curioso que la izquierda colaborara en esta trama, pero quizá no se dan ni cuenta. Que el PP es corrupción ya les llena todos los motores emocionales y económicos. Cifuentes aseguró que aguantará. El PSOE anuncia moción de censura (no se la puede dejar viva ahora) y C’s se conforma con una comisión de investigación. Si cayera Cifuentes, si algo se demuestra por fin, sería justa su caída. Aunque no proporcional. Eso sí: será o no culpable, pero ha conseguido ser la perfecta, la inmejorable sospechosa. Hacer tan sospechosamete algo, cualquier cosa, un máster, una tarta, un gobierno, te puede quitar la confianza, el hambre y las ganas de votar.