El modo con el que el presidente del Gobierno abrió su intervención ante el Congreso para dar cuenta de su programa de Gobierno da una idea de hasta qué punto la imagen le importa más, mucho más, que los hechos: lo primero que dijo es que estaba decidido a trasladar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Fue un anuncio que no tenía nada de anuncio porque el Gobierno lleva con este asunto desde el primer momento de su constitución pero a estas alturas no está nada claro que hayan encontrado la vía legal para llevar a cabo su propósito. Desde luego, la declaración, en el lugar preeminente en que Pedro Sánchez la situó, estuvo completamente fuera de lugar y dio la impresión de ser un ademán con el que adornarse, como el de los toreros cuando esperan la salida del toro a portagayola: para impresionar el respetable. Por eso mismo tuvo un cierto aire impostado que no era acorde con el contenido de lo que se iba a tratar.

El presidente del Gobierno se movió  mayormente en el terreno de las generalidades y de las medidas ya conocidas. No hubo grandes novedades porque ni siquiera el anuncio de que se iba a aprobar una ley que prohibiera en el futuro nuevas amnistías fiscales era algo desconocido, dado que ya el ex ministro Montoro lo propuso en su día aunque nunca lo llegó a concretar. Y, aunque el presidente reconoció que la ley no permite hacer públicos los nombres de quienes se acogieron en su día a esa medida, habría que preguntarle a él y a su grupo parlamentario si es que no se habían leído hasta ahora mismo el texto legislativo porque han estado desde el año 2012 reclamando que se conociera la identidad de los defraudadores beneficiados y es ahora cuando se enteran de que tal cosa no se puede hacer. Frivolidad se llama eso.

Más interés tuvo su anuncio de que el Gobierno va a modificar el artículo de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LeCrim) que el gobierno de Mariano Rajoy había modificado a su vez para poner límite a la duración de las instrucciones en los casos penales, un límite que complicaba el trabajo de jueces y fiscales y que podía empujar en algunos casos a la impunidad.

En general, vino a poner voz y un poco de literatura a lo que los distintos responsables ministeriales ya habían anunciado: las ya conocidas subidas de impuestos a las grandes empresas, el cerco fiscal a las tecnológicas, la revalorización de las pensiones con arreglo al IPC y las reformas tendentes a frenar la subida galopante de los alquileres, algo que está convirtiéndose en un problema de primera magnitud que amenaza la estabilidad de miles de familias españolas. En general, una clara subida del gasto público que Sánchez promete equilibrar con el nuevo límite de déficit que se acaba de negociar en Bruselas y del que se van a beneficiar inmediatamente las comunidades autónomas.

De Cataluña no dijo nada. Nada sustancioso, nada que permita atisbar una línea de actuación clara y con límites definidos

De Cataluña no dijo nada. Nada sustancioso, nada que permita atisbar una línea de actuación clara y con límites definidos. Mucha apelación al diálogo y a sus beneficiosos efectos pero nada que ofrecer como resultado de esa nueva actitud de la que Sánchez espera obtener algún resultado positivo que, sin embargo, no sólo no se atisba entre los interlocutores de la otra parte sino todo lo contrario. Por lo que se refiere al lamentable espectáculo ofrecido por él mismo y por Pablo Iglesias en torno a RTVE, emitió un lamento a lo sucedido el martes con el fracaso de la operación de reparto de puestos entre el PSOE y Podemos de los miembros del consejo de administración de la Corporación y una petición, que sonó más bien a súplica, para que los partidos que le han aupado a la presidencia voten a favor del nombre del administrador único que ahora hay que nombrar para que esté tres meses al frente de la empresa hasta que el concurso público se lleve a efecto.

Y tiene sentido esa petición porque los de Podemos tienen la mosca detrás de la oreja con lo sucedido y han visto además cómo se les escapaba el mejor de los sueños de su jefe Pablo Iglesias: tener el control de la televisión pública. Eso ya no va a poder ser porque las decisiones que tome ese administrador único van a estar sometidas pocas semanas más tarde a la aprobación del nuevo consejo y del nuevo presidente de la Corporación. Por eso el tono de la portavoz del partido morado Ione Belarra fue áspero y desconfiado. Podemos está escocido y no está seguro de que, después de lo ocurrido y de haberse quedado con la miel en los labios,  los socialistas no se la vayan a jugar en otros asuntos. Y le han advertido, conscientes de su poder sobre la supervivencia política de Sánchez, que cuidadito con lo que hace porque son ellos los que tienen la llave de su éxito y de su fracaso.

Podemos está escocido y no está seguro de que, tras haberse quedado con la miel en los labios con RTVE, los socialistas no se la vayan a jugar en otros asuntos

Del portavoz del PP no podía esperarse otra cosa distinta de la que hubo: un reproche amargo sobre el modo en que Sánchez se ha encaramado a la presidencia, el recordatorio de sus sucesivos fracasos electorales y la puesta en valor de que todas las medidas positivas de corte social que ha anunciado el nuevo Gobierno han sido posibles porque la gestión del equipo de Rajoy se las ha servido en bandeja y porque los actuales ministros se están apoyando en los presupuestos que el equipo del PP les dejó ya aprobados y listos para desarrollar. Y el anuncio de que van a oponerse con todas sus fuerzas -que no son suficientes para tener efecto práctico- a la gestión del nuevo equipo socialista.

Hay un problema en esta media legislatura recién comenzada que, se pongan como se pongan, no va a tener solución, y es que ninguno de los miembros de este Gobierno, incluido su presidente, tiene escaño en el Congreso. Ninguno es ya diputado porque los únicos tres que lo eran, Meritxell Batet, Jose Luis Ábalos y Margarita Robles, se vieron forzados a renunciar a sus actas para evitar que sus obligaciones ministeriales se tradujeran en ausencias parlamentarias y eso agravara aún más la extrema debilidad numérica del grupo socialista. Es, pues, en su totalidad un equipo visitante. Y eso les va a restar mucha de la fuerza que van a necesitar para sobrevivir en esta escasez que supone estar dramáticamente dependiente de los otros, como le han recordado con extrema crudeza, casi con crueldad, los diputados independentistas catalanes.