Mientras Pablo Iglesias da consejos a todo el mundo, visita las cárceles para negociar los presupuestos con los independentistas, pide cesiones al gobierno para que las cuentas públicas salgan adelante y presume de ser el sostén de Pedro Sánchez, su partido languidece en las encuestas y se desmorona por sus constantes guerras internas. Allá donde parece más fuerte es donde Podemos se ha caído del cartel, como por ejemplo en Andalucía, territorio en el que Teresa Rodríguez le ha echado un pulso al pablismo y le ha puesto en su sitio.
La batalla de Madrid es un episodio más del proceso de descomposición de Podemos. Iglesias puede alardear de la gestión de las dos principales ciudades españolas, pero ni Ada Colau, ni Manuela Carmena se someten a su dictado. No sólo vuelan solas, sino que consideran que la marca Podemos en lugar de sumar les resta.
Podemos ha perdido su magia, ya no genera ilusión y un porcentaje importante de sus votantes está volviendo al PSOE, de donde salió tras las movilizaciones del 15-M.
Iglesias ha encontrado en Echenique el chivo expiatorio apropiado al que hacer pagar la sucesión de crisis internas que han terminado por desangrar al partido
Con el paso del tiempo, Iglesias ha ido mostrando su perfil menos atractivo, el de un dirigente comunista a la vieja usanza que no repara en los medios para controlar todos los mecanismo de poder de la organización. La ruptura con Íñigo Errejón fue un punto de no retorno. Cada vez más, el líder de Podemos se ha ido apoyando en perfiles de dirigentes más sectarios, como Juanma del Olmo o Rafa Mayoral (los dos procedentes de las Juventudes Comunistas). La crisis del partido va unida a la imposición de la ortodoxia.
La disolución de la Comisión de Garantías de Podemos, tras las discrepancias entre la dirección y su presidenta, Olga Jiménez; la modificación del reglamento que dejó sin poder a los secretarios generales municipales, y la abrupta salida de Carolina Bescansa, son algunos de los capítulos de una forma de gestionar que no admite la discrepancia. La diputada y cofundadora de Podemos tenía en marcha un plan para acabar con el poder de Iglesias en alianza con Errejón. La nunca bien aclarada filtración del complot acabó con su carrera política (acaba de estrellarse en las primarias de Galicia), pero puso de manifiesto el descontento de un nutrido sector del partido con el pablismo.
Desde el Congreso de Vistalegre II (diciembre de 2017), en el que Iglesias derrotó a Errejón por una cómoda mayoría, el ejecutor de sus directrices ha sido el secretario de Organización, Pablo Echenique. Al mismo tiempo, el que fuera número dos y portavoz parlamentario fue sustituido por Irene Montero, compañera del secretario general. El inner circle de Iglesias era cada vez más reducido y endogámico.
Podemos ha perdido su magia, ya no genera ilusión y un porcentaje importante de sus votantes está volviendo al PSOE, de donde salió tras el 15-M
El último ruidoso episodio en el que se ha puesto de relieve el escaso predicamento de Iglesias en su organización ha sido la crisis del ayuntamiento de Madrid, que ha concluido con una rebelión de seis concejales, encabezados por Rita Maestre. La intención de Echenique y de Ramón Espinar era que el ex Jemad Julio Rodríguez y su equipo coparan los puestos más relevantes en las primarias de Podemos. Una burda maniobra que los seis concejales se negaron a aceptar. La reacción del secretario de Organización no se hizo esperar y han acabado siendo suspendidos de militancia.
Lo más relevante es que la alcaldesa ha decidido mantenerlos en su lista, retando públicamente a Iglesias, que no tiene otra alternativa que apoyarla en las municipales de mayo de 2019.
La solución encontrada a este nuevo revés sigue siendo más de lo mismo. A Echenique el partido le ha colocado un secante: Fran Casamayor, que ocupará a partir de ahora el inexistente cargo de adjunto a la secretaría de Organización de Podemos. Casamayor sigue siendo secretario de Organización de Madrid y hombre de plena confianza de Juanma del Olmo y Espinar. Echenique ha caído, aunque formalmente siga siendo secretario de Organización, victima de su propia medicina. Quien a hierro mata...
Mientras Podemos se desangra en guerrillas internas, muy propias del centralismo democrático, los que pueden se van, o fundan sus propias confluencias u organizaciones. Iglesias ya no manda en Madrid, pero tampoco en Cataluña, ni en el País Vasco, ni en Canarias, ni en Andalucía. Sólo controla Castilla La Mancha, Navarra, Galicia y Castilla y León... por el momento.
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