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Lecciones de la concentración de Colón

Lecciones de la concentración de Colón

Santiago Abascal, Pablo Casado y Albert Rivera, entre otros, en la manifestación en la plaza de Colón de Madrid contra Pedro Sánchez. EFE

Como siempre que hay una manifestación, hay debate sobre las cifras, en el que convocantes y autoridades casi nunca se ponen de acuerdo. Salvo en las concentraciones independentistas, en las que la Generalitat suele ser generosa con sus cálculos, como corresponde a una institución que, además de gobernar, está detrás y delante de las convocatorias.

La concentración de Colón no podía ser menos. Y la Delegación del Gobierno se portó como cabía esperar: 45.000 asistentes. Vamos, la mitad de los aficionados que caben en el Bernabéu. La manipulación pierde toda eficacia cuando es obscena. Cualquiera que hubiese estado ayer en el lugar de los hechos o visto las imágenes de televisión con la Plaza llena, Recoletos, Goya, Génova y la Castellana a rebosar se hubiera dado cuenta de que allí había más gente que en un Real Madrid-Barça. Mucha más.

Probablemente no había los 200.000 que los organizadores lanzaron a ojimetro. Me quedo con la mitad, aunque de lo que sí estoy seguro es de que no fue ni mucho menos una de esas marchas que hielan el alma. Ni un 23-F, ni un un 11-M, ni aquella de las manos blancas contra ETA...

Los líderes y voceros independentistas no esperaron a comprobaciones: hablaron de "pinchazo", "fracaso"... Puigdemont, que se sintió ocurrente, dijo en un tuit que los españoles no quieren la unidad de España, porque la mayoría se ha quedado en casa. Su escudero, Torra, le pidió al gobierno que tomara nota y volviera a la mesa de negociación. Por su parte, el presidente Sánchez sigue empeñado en ver a los votantes del PP, Ciudadanos y Vox como la "España en blanco y negro" ¡Que inmenso error! Porque esa España ya gobierna en Andalucía y probablemente gobernará muchos ayuntamientos y autonomías a partir del próximo 26 de mayo.

No. El PSOE sabe, aunque diga lo contrario, que no son fachas, que entre los que acudieron ayer a Colón o los que votan a Albert Rivera hay muchos de los suyos. Pero había que avergonzar a los que se atreven a pasear por la misma calle que Santiago Abascal para ver si se quedan en casa.

Una vez que el gobierno dio por rotas las negociaciones, la manifestación perdió gran parte de su sentido. El golpe ya se había detenido

Sánchez cometería un grave error si dedujese de lo ocurrido ayer en Madrid que tiene carta blanca para volver a negociar con los independentistas cesiones ominosas. Porque él sabe que lo que le hizo recular el viernes, haciendo de la necesidad virtud, no fue que "las derechas" hubiesen convocado a sus huestes el domingo en Madrid, sino que el partido, su partido, se le había echado encima y amenazaba con rebelión interna si persistía en constituir una mesa para negociar cómo dar acomodo al derecho de autodeterminación, con relator incorporado.

No es sólo el presidente quien tiene que sacar lecciones de lo ocurrido en una semana de vértigo, sino también la derecha. Casado y Rivera compitieron por ver quién convocaba primero a las masas a la calle. Pero una gran manifestación (hay que aprender en esto de los independentistas) no se improvisa. No se puede esperar que en poco más de tres días se puedan batir récords de asistencia. Sobre todo, cuando la mayoría de los ciudadanos vieron conjurado el peligro el viernes, cuando Carmen Calvo dio por rotas las negociaciones con la Generalitat en la aturullada rueda de prensa tras el Consejo de Ministros.

Los cerebros de la convocatoria del domingo tuvieron muy poca astucia para darse cuenta de que la manifestación ya no podía ser la misma que cuando el gobierno mantenía vivas las esperanzas del soberanismo de lograr un éxito histórico justo a las puertas de la celebración del juicio del procés.

¡Al menos podían haber vendido como un éxito de la propia convocatoria la ruptura de las negociaciones! Pero no. Todo se mantuvo como estaba previsto en el programa y eso ha contribuido a la desmovilización.

Sánchez sabe que una inmensa mayoría de españoles no le van a permitir que ponga a España en almoneda

Los que acudimos ayer a Colón sabemos que la concentración no pasará a la historia. Había un ambiente casi festivo -como bien recoge en su artículo Luis Miguel Fuentes-, familiar, pero no había en el ambiente la urgencia, ni la alarma que se reflejaba en las soflamas de Casado, Rivera o Abascal. El golpe se había parado -lo había detenido ya Felipe González con su vídeo- y los que acudieron allí era para que se supiera que lo que les preocupa de verdad es la unidad de España. Luego, a las 12.38 todo el mundo se fue a tomar el aperitivo.

Se puede jugar con los números, hacer bromas, e incluso intentar humillar a los que llenaron Colón, pero Sánchez sabe, y es bueno que no lo olvide, que hay una mayoría, una inmensa mayoría de españoles, muchos de ellos de su propio partido, que no le van a permitir que ponga a España en almoneda.

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