Antes que nada: que a nadie se le ocurra provocar una repetición de las elecciones, que es una posibilidad que, aunque lejana, sigue estando de momento sobre la mesa y a la que la cabeza de lista por Coalición Canaria se ha referido ayer como una opción no descartable que a su partido podría incluso venirle bien. "Si vamos a otras elecciones generales, pues vamos", dijo Ana Oramas recién salida de su  consulta con el Rey. No señora Oramas, no. Los partidos políticos tienen entre sus muchas obligaciones la de no utilizar a la población como arma arrojadiza para presionar al contrario y la de no manejar a la ciudadanía a su antojo y al servicio de su particular interés.

Y eso fue lo que  sucedió después de las elecciones de diciembre de 2015 cuando tuvimos que volver a votar en junio de 2016, algo que de ninguna manera se puede volver a repetir, además de que supone una frivolidad inadmisible esa alegre disposición a gastar tan ligeramente el dinero público. Pero entendemos que las palabras de la señora Oramas forman parte del ruido que acompaña indefectiblemente el proceso inmediatamente anterior a la negociación y a los pactos finales que han de cerrarse en fecha fija y por esa razón no ponemos todavía el grito en el cielo.

Pero como las perspectivas de Pedro Sánchez en lo tocante a conseguir la mayoría para lograr su investidura están de momento extraordinariamente complicadas, no está de más fijar una  posición rotundamente opuesta a siquiera considerar la repetición de los comicios. Por lo demás, el PSOE tiene que despejar de entrada el nudo de Navarra porque de esa solución podrían depender muchas cosas. No se trata únicamente de que los dos diputados de Navarra Suma estuvieran dispuestos a abstenerse en la sesión de investidura. Es que si los socialistas permiten que su candidata en la Comunidad Foral cierre el pacto que pretende y obtenga el apoyo indirecto de los proetarras de Bildu, las cosas se le complicarían muchísimo a su partido y a su secretario general.

Una negativa de Cs a sacar de la trampa al Gobierno no sería entendida por la mayor parte de la población

En ese caso, los posibles acuerdos a que pudieran haber llegado en algunas plazas con Ciudadanos, que ya ha abandonado su radical oposición a tener algo que ver con Sánchez y con quienes le apoyen, se irían automáticamente al traste. Y eso incluye la posibilidad, absolutamente no contemplada hoy por Albert Rivera pero de momento tampoco imposible, de que Ciudadanos se plegara y  aceptara hacer un gesto constructivo habida cuenta del precio altísimo que Sánchez se podría ver impelido a pagar al nacionalismo secesionista para lograr ser investido presidente. Una hipotética negativa de los naranjas a sacar de esa terrible trampa al Gobierno español no sería entendida por la mayor parte de la población, entre la que existe un consenso muy amplio según el cual no debe permitirse nunca más a los nacionalistas condicionar las decisiones de quienes nos gobiernan.

Es demasiado pronto para ponerse en esa tesitura pero es que las combinaciones posibles no le dan la mayoría a Sánchez para salir ni en la primera ni en la segunda votación, a tenor de lo que ha advertido ya la señora Oramas. Pero es que tampoco resulta verosímil que el PNV vote en el mismo sentido que Navarra Suma porque ambos partidos están tirando de la cuerda navarra en sentidos radicalmente opuestos.  Los peneuvistas acarician la idea de condicionar el hipotético gobierno de la socialista navarra, María Chivite en el sentido de acercar todo lo posible esa comunidad al País Vasco.

No es algo nuevo, pero nada sería de más agrado para el nacionalismo vasco que la posibilidad de cumplir su sueño de recuperar lo que ellos han considerado siempre la Euskal Herria original, que incluye a Navarra. Por eso los seis escaños del PNV se le ofrecen a Pedro Sánchez para la investidura formando "de aquella manera" paquete con el pacto navarro. Y la coalición de dentro derecha pretende precisamente impedir el gobierno con los nacionalistas, para lo cual le ofrecen su apoyo al presidente. O una cosa u otra pero las dos al mismo tiempo no pueden ser.

Pero si Pedro Sánchez cediera en ese asunto, además de encontrarse con la reacción crítica de la mayoría de españoles en la medida en que ese pacto requiere necesariamente el apoyo, disfrazado de abstención, de Bildu, se encontrará también con que esos dos escaños que el  candidato de Navarra Suma y presidente de UPN, Javier Esparza, ofreció ayer tras ser recibido por el Rey dentro de la ronda de consultas al presidente en funciones para ser investido, volverían sobre sus pasos y le serían retirados en caso de que Sánchez no imponga a Chivite su negativa a formar gobierno con las servidumbres ya señaladas.

Y como el líder socialista va a intentar evitar por todos los medios acudir a ERC o a JxCat para pedirles su apoyo; y como, por otra parte, la representante de Coalición Canaria se ha mostrado radicalmente  incompatible con Podemos en cualquiera de sus formas, el resultado es que a Sánchez no le salen de ninguna manera las cuentas si lo  que pretende, y es verdad que lo pretende, es obtener una investidura lo más aseada posible, lo que significa sin la contaminación de los independentistas catalanes o de los proetarras.

En el otro lado de la escena, donde de momento se agrupan los votos del "no" estarían por lo tanto,  PP, Ciudadanos, Vox y Navarra Suma pero también ERC, Junts per Catalunya y EH Bildu. Esos son 175.  Las cuentas no salen.

De modo que al presidente del Gobierno en funciones se le estrecha dramáticamente el camino de salida. O convence a la portavoz de Coalición Canaria de que acepte ir de la mano de Podemos  -que, a día de hoy, damos por supuesto que va a votar a favor del candidato a la presidencia- o tira por la calle de enmedio y se aplica, con los acuerdos que sea menester y con las renuncias a que hubiera lugar, a facilitar el ablandamiento de Ciudadanos con el argumento ya manejado por los naranjas de que hay cosas que deben hacerse "por el bien de España".

Y ésta es una de ellas. Lo que no lo es en absoluto es forzar las cosas hasta provocar unas segundas elecciones.  Pero la cuenta atrás ya está en marcha.