Reapareció este lunes Albert Rivera tras casi un mes desaparecido de la escena política para enfriar cualquier expectativa de acuerdo global con el PP de cara a unas más que probables elecciones el próximo 10 de noviembre. "España suma, pero la corrupción resta", dijo como gran y tal vez único titular en la entrevista que le hizo Carlos Alsina en Onda Cero.

Si de algo ha servido el mes de agosto ha sido para cronificar el estancamiento político, el inmovilismo de los líderes de los principales partidos, que tienen el ojo puesto en sus intereses más que en la estabilidad política del país, a la que todos apelan como si fuera su máxima aspiración. El primer interesado en que no haya más alternativa que las elecciones es el presidente del gobierno, quien se ha sacado de la manga una "tercera vía" para convencer a Pablo Iglesias de que acepte ahora algo mucho peor que lo que rechazó en el mes de julio. Si hubiera voluntad real de ir a un acuerdo con Unidas Podemos (UP), Sánchez podría haber retomado la oferta que hizo el 24 de julio y que fue rechazada de forma incomprensible por Iglesias. Pero no. Lo que pone ahora sobre la mesa es aún peor que el "acuerdo de cooperación" que precedió al gobierno de coalición: al menos en aquel planteamiento, UP podía aspirar a proponer nombres de independientes para ministros. Ahora, ni eso.

Las 300 medidas que dará a conocer este martes el presidente forman parte del trampantojo que vamos a vivir de aquí al próximo 23 de septiembre, fechas límite para que haya una nueva investidura: Sánchez quiere hacer ver al electorado de izquierdas que su programa político "progresista" no se ha podido llevar a cabo por culpa del empeño de Iglesias en obtener poder en el gobierno; o, como insisten de manera machacona desde Moncloa, "tener un gobierno dentro del gobierno".

En Moncloa la opción preferida es elecciones. La imputación de Aguirre y Cifuentes le da al PSOE un arma demoledora no sólo contra el PP sino contra Ciudadanos

La operación de propaganda es de largo alcance: por un lado se trata de demostrar que a Iglesias sólo le importa el poder y que los dirigentes de UP no son de fiar; y, por otro,  de dar a conocer con toda la artillería mediática posible unas medidas que sólo se podrán llevar a cabo si el PSOE logra una mayoría suficiente como para que UP y los independentistas dejen de ser imprescindibles para gobernar, como lo son ahora.

Sánchez sabe que en política la elección de los tiempos es fundamental. Hasta ahora, él ha logrado sus grandes éxitos precisamente por saber elegir el momento en el que actuar. Con una desaceleración económica en puertas, con un panorama europeo complicado con el Brexit duro que quiere imponer Boris Johnson, y, sobre todo, con la tensión de alto volataje que se va a generar en Cataluña tras la sentencia del procés, el presidente sabe que los electores van a elegir la opción que les ofrezca mayor seguridad. Y, en estos momentos, esa opción es el PSOE.

Gobernar con UP sería "una pesadilla", reconocen en Moncloa. Cita en El Independiente Carmen Torres a uno de los hombres de confianza de Sánchez que reconoce que los dirigentes socialistas "rezan" para que UP no cambie de posición y termine aceptando apoyar la investidura del presidente en funciones.

Para que las dudas se vayan disipando, el equipo del presidente ya está transmitiendo a los medios que "lo más que probable es que no haya otra sesión de investidura". Es decir, que Sánchez no le transmita al Rey su intención de repetir como candidato, lo que llevaría ineludiblemente a la convocatoria de nuevos comicios.

Además de los factores externos ya mencionados, que ayudarán a situar al PSOE como partido ancla del centro izquierda, hay que contar con el resurgimiento de la corrupción como argumento central recobrado contra la derecha y que, por ejemplo, apenas sí apareció en la última campaña electoral, más centrada en la irrupción de Vox como partido populista radical y la contaminación de su impronta a PP e incluso a Ciudadanos.

La decisión del juez García Castellón de imputar a Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes en la trama Púnica tiene para el PSOE un valor inestimable. No sólo porque pone al PP de Madrid bajo sospecha de haber manejado durante años una caja B para financiar sus campañas, sino porque sitúa a Ciudadanos ante una flagrante contradicción que los socialistas van a explotar hasta la extenuación.

Si, como dice Rivera, "la corrupción resta", los coletazos de la Púnica acabarán afectando al gobierno regional recién constituido. Eso sin que aún haya el más mínimo indicio de que Díaz Ayuso o su equipo participaran de alguna forma en esa trama.

Recordemos que Cifuentes y Aguirre tendrán que declarar como investigadas en la Audiencia Nacional en pleno mes de octubre. Es decir, en el caso de Aguirre, a menos de un mes de que se celebren unas hipotéticas nuevas elecciones.

No sólo las encuestas dan al PSOE como el indiscutible ganador si hubiera un adelanto electoral, sino que la conjunción de elementos ajenos a su capacidad de acción confluyen en una conclusión a la que Moncloa llegó mucho antes de la anterior sesión de investidura: las elecciones son la mejor opción para la consolidación de Sánchez.