La Diada se ha llenado de calvas, ha habido más barrenderos que tsunami indepe, la república catalana no rellena los empedrados, pero las mayorías nunca han sido un problema para los que se consideran, simplemente, la totalidad. Ahí sigue Torra, animando a “segar las cadenas” y a “ejercer la autodeterminación”. Torra habla desde el búnker, donde la irrealidad y la atmósfera densa de desesperación y encierro abotagan la mente y desatan todas las locuras, esa locura de las trincheras. Y aún así, Sánchez, desde la mirilla de su sauna, es capaz de tuitear que la Diada “debería ser un día que una a todos los catalanes y las catalanas”. Sánchez ve la Diada y piensa en unidad de los catalanes. Sí, con la calle llena de payasos con arcabuz amarillo como si fueran trompetillas, con Torra llamando a la sedición desde la tele como a apostar en un bingo online. Sánchez, desde su ojo de pez o de buey, sólo ve catalanes que deberían unirse pero les falta un poco de voluntad o un poco de engrudo.

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